Fábulas en alta voz
…Y de repente, ya no recuerda nada

Hace un tiempo que la vi, según yo, lúcida. Vestía como siempre, de punta en blanco. Su peculiar filosofía de “amar” la vanidad se deja ver cuando miraba por encima del hombro a quienes entendía: “No me suman, no van en mi ruta…”. Esas frases hirientes y esa creencia de: “lo tengo todo”, lastimosamente han ido quedando atrás.
Verla con zapatos bajitos, en pijama y hasta despeinada, dio la impresión de que algo no anda bien en la cabeza de esa mujer despampanante que, en su sano juicio, jamás permitiría que alguien la viera sin arreglar.
“Se me subió el cargo a la cabeza”
Cuando una amiga en común y yo fuimos a verla hace unos días ante la alarma de otra que la había visitado y nos dijo lo mal que estaba de su salud mental, decidimos ir a su casa.
“Qué bueno que vinieron a verla, ella no está bien, comenzó olvidando cosas pequeñas, luego importantes y, desde hace unos meses, ha ido desmejorando. El otro día me dijo: ‘A mí como que se me subió el cargo a la cabeza y se me están olvidando algunas cosas’. Se rió muchísimo, y se me partió el alma”. Eso nos dijo una de sus hermanas, quien ahora está viviendo con ella. Hay días que se levanta y se da “su tire” como siempre y otros que ni se acuerda de su nombre. Esta es su realidad.
Un ejemplo para reflexionar
Viendo el panorama de cómo ahora estamos bien y al rato ya ni sabemos quiénes somos, es importante invitar a la gente a reflexionar sobre lo que verdaderamente tiene importancia en la vida.
Esta amiga tiene pocas personas a su alrededor porque entre una amistad o cualquier tipo de relación puso por encima los egos y ‘los teneres’. A medida que iba teniendo éxito profesional, se iba diluyendo en ella la humildad y la sencillez que una vez demostró.
De ahí lo que le dijo a la hermana de que se le subió el cargo a la cabeza. Aunque nos saludó normal y diciendo nuestro nombre, durante la conversación hacía preguntas que delataban sus fallas mentales. “Y tú no te piensas casar y tener hijos”, le dijo a mi compañera, que para no saber su historia, son comadres. Ella es madrina de su hija menor.
Viajando para olvidar
Al ver la triste situación de una persona relativamente joven, y querida (con sus defectos y virtudes), no me quedó otra opción que ir a una ciudad fabulosa a ver si este viaje me ayuda a olvidar las condiciones en la que vi a mi amiga o a entender la importancia que tiene el cultivar amistades, compañeros de trabajo y todo tipo de relaciones que nos aporten en la vida, y que estén ahí para cuando sucedan cosas lindas o no tanto.
Que podamos contar, aunque sea con el apoyo y afecto de otros, porque a veces, hasta la familia falla. En aquel lugar que visité, me di cuenta de que no es que allí no pasen estas cosas, sino que se le enseña a todos a llevarse bien con el prójimo, a no lastimar a nadie, a no endiosarse por un carguito o un mejor estatus social, y sobre todo, a no poner la vanidad por encima de la humildad. Al regresar, me di cuenta que lo que no quiero olvidar es que, hoy estamos bien, mañana no sabemos.