La Vida

REALIDAD Y FANTASÍA

No puede ser

En las calles de Santo Domingo y demás sitios del país, los principales causantes de aparatosos accidentes, con muertos, heridos y desaparecidos, son los camioneros, los autobuses y las patanas.

La verdad es que yo no entiendo las medidas que toman los funcionarios del gobierno. A los mayores de sesenta y cinco años, los querían obligar a sacar su licencia cada dos años, menos mal que el presidente intervino y dejó sin efecto la medida.

 Este presidente se ve obligado, a cada rato, a dejar sin efecto las medidas que sus funcionarios implementan, a la buena de Dios.

En las calles de Santo Domingo y demás sitios del país, los principales causantes de aparatosos accidentes, con muertos, heridos y desaparecidos, son los camioneros, los autobuses y las patanas. 

Además, por supuesto, de los motociclistas que hacen lo que se les antoja, sin que ningún guardia de tráfico se inmute ¿Cómo es posible que no se sancione a los dueños de autobuses que les pagan a los chóferes por viaje?

Es decir, entre más viajes, más ganan, no importa la velocidad ni el descuido. La vida humana no tiene validez ¿Cómo va a ser que, a estas alturas del juego, las patanas circulen a las horas que se les antoje, llevándose a cualquiera por delante y, para colmo, sean guardadas en lotes localizados en plena ciudad?

En cuanto a los camiones, estos hacen lo que les da la real gana, sin que ningún guardia de tráfico siquiera pestañeé. Claro que son compadres, vecinos y conmilitones de tales chóferes. Pueden hacer lo que quieran, para satisfacción de los dueños de los artefactos mortíferos.

Pero una persona de sesenta y cinco años o más, prudente, obediente de las leyes de tránsito, que va siempre a velocidad moderada y por el carril correcto. Pone sus señales si va a doblar o cambiar de carril y llega a su destino con precaución y sin hacerle daño a nadie. Estas son las víctimas propiciatorias del encargado del tránsito en esta caótica capital y en las demás provincias. 

Vergüenza le debiera dar al tal funcionario que parece ignorar cuáles son las causas de los frecuentísimos accidentes mortales.

Si yo fuera presidente, lo que afortunadamente no soy, ni quisiera ser, obligaría a todos los funcionarios a tomar un curso sobre lo que pretenden dirigir. Así, por lo menos, estarían enterados y no meterían la pata, obligando al presidente a intervenir.