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Ana María Rodríguez: con el tiempo ha perdido la vista, pero no la visión de superarse

Para esta joven de 22 años, la discapacidad visual no ha sido obstáculo para estudiar y emplear su tiempo en ser una persona productiva. Ha ganado olimpiadas de lectura, de oratoria; es tallerista de la ONU, mentora de jóvenes en la Fundación Francina Hungría y estudiante de Comunicación Corporativa.

Para Ana, la salud mental es prioridad y por ello trabaja para que la suya no se deteriore.josé alberto maldonado

Ana María Rodríguez llegó a la Redacción de LISTÍN DIARIO, pero no para ser entrevistada, sino para entrevistar. Le había sido asignada la misión de cubrir el desayuno que, con regularidad, realiza este medio con invitados especiales. En esa oportunidad los protagonistas fueron representantes del Consejo Nacional de Discapacidad (Conadis).

Ella, quien tiene discapacidad visual, vino desde Santiago, en un transporte público y, antes de las 10:00 de la mañana ya estaba sentada a la espera de que a las 11:00 llegarán los invitados de la entidad que también la representa. Tomás Aquino dio detalles de que Ana pertenece al programa Periodista Por un Año, de este periódico, y que había venido a cumplir con su encomienda.

“Un placer, bienvenida, Ana. A tu orden aquí”. Se le dijo y, con una amplia sonrisa, agradeció. Unos minutos más tarde, ese bombillito que se le suele prender al periodista, puso a brillar su luz para permitir ver con claridad la hermosa historia de esta joven de 22 años que ha ido perdiendo la vista, pero no la visión de superarse.

Entre risas aceptó ser entrevistada. Luis Beiro ayudó. “Bueeeno, yo fui una niña muy traviesa y divertida. Me encantaba hacer bromas y cosas así”. Comienza diciendo cuando se le preguntó sobre su infancia. Para que se entendiera el nivel de inquietud que tenía cuando niña, contó algunas anécdotas. “Yo me subía en los árboles, me escapaba..., un día me fui para donde mi tía y no me encontraban. Otro día me escondí detrás de la puerta para asustar a mi mamá y cuando ella entró y abrió la puerta me dio un golpe”. En la frente tiene la evidencia.

Siempre buena estudiante

Las travesuras de Ana no transcendían a sus estudios. Siempre fue una excelente estudiante, pese a que nació con problemas visuales, aunque veía. Tan aplicada es esta joven que, estudia Comunicación Corporativa, con una beca que le otorgó la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (Pucmm).

No es para menos. Ana ha ganado olimpiadas de lectura y un concurso de oratoria, organizado por las Naciones Unidas. Por si fuera poco, es tallerista de la Onu, y mentora de jóvenes de la Fundación Francina Hungría. También tiene tiempo para estudiar inglés a la par con su universidad.

Tan ocupada está que, hubo que preguntarle que si saca tiempo para divertirse. La respuesta fue inesperada. “Claro, me gusta bailar, sobre todo merengue, si es típico mejor porque me gusta la música rápida por la energía que tengo”. Se ríe a carcajada. Es muy divertida.

Esto dio pie a querer seguir conociendo esta parte alegre en la vida de la bella Ana, a quien la discapacidad visual no le impide llevar su vida por buen camino. ¿Cuál es tu artista favorito? Se le cuestionó. “Me encanta Geovanny Polanco”. Goza su respuesta y a seguidas añade que le gusta la salsa y que hace como un mes que aprendió a bailarla. “Bachata no sé, porque es como lenta”. Lo piensa y lo confirma con la cabeza.

La enfermedad

A juicio de la protagonista de esta historia, su afección visual es producto de haber nacido prematura. “Mi situación se debe a que yo nací cuando mi mamá tenía seis meses de embarazo, imagínate, viva para un fin”. Se ríe y mueve su hermosa melena negra que hacía contraste con su blusa amarilla y chaqueta negra.

Aunque siempre tuvo dificultad para ver, fue el tiempo el que se encargó de ir apagando la luz de sus ojos. “Pero debo decir que en realidad, es desde el año 2017 cuando más se me ha afectado la visión. Me operaron porque me subió la presión del ojo, y eso me causó un gran daño”. Fue el único momento en el que Ana disimuló su sonrisa.

De hecho, nunca usaba bastón. Su madre y su tía eran “mi bastón humano, pero ya del año 2020 para acá, he tenido que usarlo para poder tener más independencia y crecer en lo que estoy haciendo y quiero hacer”. Lo dice con determinación la joven que es testimonio de que LISTÍN DIARIO está montado en el tren de la inclusión.

“La imagen que guardo en mi mente es el patio de mi casa”

¿Qué te hace llorar? Fue una de las preguntas que se le hizo a Ana Rodríguez, la joven con discapacidad visual que no para de reír. “La impotencia, la crueldad humana. No me gusta la injusticia”. Lo manifiesta, pero no hace alusión a que ha sido víctima de esa crueldad por su condición. Lo dice en el sentido amplio de la palabra.

Sin embargo, al dar detalles de lo que la conmueve, lo hace resaltando algo inesperado. “A mí me conmueve mucho la capacidad creativa del ser humano, la gente que crea unicornios, que busca, que encuentra…”. ¿Y tú, has creado unicornios? Un “sí, por supuesto”, fue la respuesta.

Ella sabe de colores. Ha podido apreciar la belleza del mar, del cielo, de la naturaleza, y de la suya. Es una muchacha de buen tamaño, con buen cuerpo, un pelo precioso y una bonita piel color canela. De hecho, “la imagen que guardo en mi mente de lo que veía, es el patio de mi casa, con las matas de mi mamá”. Se muere de la risa porque admite que ella no tiene arte para cuidar las plantas.

Tampoco es muy allá en la cocina. “Yo no soy buena ni sancochando plátanos”. Pero tiene razón. Se ha pasado la vida estudiando y capacitándose, sin dejar que la progresiva afección de su visión, se lo impida.

“Desde que termine la carrera quiero estudiar Comunicación mención Literatura, también Lenguas Modernas, y sostenibilidad porque definitivamente, prepararse y superarse es lo que nos garantiza el crecimiento profesional que necesitamos, sobre todo, los jóvenes para lograr nuestras metas”. Se pone un poco seria, pero no se le da muy bien el guardar su sonrisa.

¿De qué te sientes orgullosa?

“De aprender, de crecer, de amarme lo suficiente como para saber que me pueden quitar todo, más no lo aprendido. Eso lo tienes en tu cerebro, es tuyo, te pertenece… Claro, puede perderlo si es por un asunto neorológico”. Es culta y está consciente de ello.

No se limita cuando de definir su personalidad se trata. “Soy muy auténtica, genuina, muy activa, con mucha energía y siempre dispuesta a seguir avanzando”. Por algo es el rojo su color favorito. “Es que da vida, es sinónimo de sensualidad, me encanta”. Al decirlo lo disfruta y hace ademanes que lo comprueban.

No tiene novio, dice ella, porque cuando habló de este punto hubo un murmullo que no se entendió y que decidió no aclarar. Lo que sí sabe Ana es que le encataría tener una familia. “Quiero tener tres hijas y les tengo los nombres: Freya, Nikita y Rowanna”. Las carcajadas no la dejaron seguir hablando del tema. Prefirió responder una pregunta sobre sus gustos culinarios que no había contestado. “Yo como de todo, menos aceitunas, el aceite de oliva, sí lo consumo”. Risas y más risas.

Terminada la entrevista, Ana se quedó preparándose para, junto a Miguel Franjul, director de LISTÍN DIARIO, hacer las preguntas a los representantes del Conadis que visitaron el medio. Su trabajo fue publicado al día siguiente con muy buena redacción, como la que han tenido los demás temas que ha escrito para este periódico sobre discapacidad.

Mensaje para los jóvenes

A la dueña de esta historia le preocupa la salud mental, en especial la de los jóvenes y por ello es que aprovecha para invitarlos a estudiar, a superarse y a no dejar que nadie les ponga límites. “La sociedad, de por sí te los pone, y más cuando hay una discapacidad, pero yo, que era quién más me los ponía, aprendí a no hacerlo, y eso me ha ayudado a entender que, aprender es el recurso más valioso y el que más nos prepara para el mañana”. Lo cuenta dejando saber que también le gusta la filosofía y la política y, que por falta de tiempo no se dedica a ellas.

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