¿QUIÉN EDUCA AL PUEBLO?

¿Quién fue san Luis Gonzaga?

Maruchi R. de Elmúdesi

Maruchi R. de ElmúdesiArchivo LD

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MARÍA TERESA DE ELMÚDESIEspecial para Listín Diario 
Santo Domingo

Se le considera el Patrón de la Juventud Católica. Nació en Lombardía, Italia. Su entrega a Dios en su infancia fue completa, y decidió entrar en la Compañía de Jesús, pese a la rotunda negativa de su padre, que soñaba para él una exitosa carrera militar.

A pesar de su crianza entre soldados, se despertó su vida espiritual en Montserratt, donde decidió su vocación.

Durante una epidemia de fiebre en Roma, los jesuitas abrieron un hospital en el que todos los miembros, desde el padre general hasta los hermanos legos, prestaban servicios personales.

Luis iba de puerta en puerta con un zurrón, mendigando víveres para los enfermos, logrando cuidar a los moribundos. Se entregó de lleno, limpiando las llagas, haciendo las camas, preparando a los enfermos para la confesión, al punto que contrajo la enfermedad. Había encontrado un enfermo en la calle y cargándolo en su espalda, lo llevó al hospital donde servía.

Él le preguntaba continuamente a su confesor, el padre Roberto Bellarmino, si creía que algún hombre pudiese volar directamente a la presencia de Dios sin pasar por el purgatorio. San Roberto le contestaba que sí y, como conocía bien el alma de Luis, le alentaba a tener esperanza de que se le concediera esa gracia.

Luis murió al llegar a la edad de 23 años y 8 meses. Sus restos reposan debajo del altar de Lancerrotte, en la iglesia de San Ignacio en Roma. Fue canonizado en 1726. El Papa Benedicto XIII lo nombró “Protector de estudiantes jóvenes”. El Papa Pío XI lo proclamó “Patrón de la Juventud Cristiana”.

San Luis Gonzaga nos enseña a ser valiente, a buscar y no apartarnos de la voluntad del Señor. Murió con la vista puesta en el crucifijo que tenía colgado en su habitación. Él nos enseña también a luchar por lo que anhelamos. Fue capaz de dejar el castillo donde vivía, su herencia, y todos los lujos para seguir su vocación y servir a sus hermanos.

¿Somos nosotros capaces de dejar nuestras comodidades al menos un rato para salir al encuentro de nuestro hermano más necesitado? ¿Cuándo fue la última vez que entregaste tu tiempo y esfuerzo a los demás?

Ojalá pensáramos más en el rato en que vivimos sin ocuparnos del rato del que más nos está necesitando en estos momentos. Amén.

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