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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Cuando los hijos pasan a ser “nuestros padres”

Marta Quéliz, editora L2

Marta Quéliz, editora L2

Llega un momento hermoso en nuestra vida que es cuando los papeles se invierten. Pasamos de estar pendientes de nuestros hijos con las tradicionales frases: “¿Llegaste bien?”, “¿Comiste?”, “¿Cómo te sientes?”..., a que sean ellos los que se preocupen por tener las respuestas a estas preguntas. Es algo que despierta un cóctel de emociones porque te sientes bien por Dios haberte permitido pasar a esta etapa de la vida, pero al mismo tiempo te sientes nostálgico porque eso significa que ya no tienes “chichís”. Claro, en los hijos tienes ya adultos, pero llegan esos muchachitos que te roban el alma y el corazón, llamados nietos, que son precisamente, los que a algunos les dan potestad de sentirse que también son “padres o madres? de sus progenitores.

Momentos de crecimiento

Cuando llegas a este paso en tu vida, te sientes como en una ciudad fabulosa, donde no te queda más que agradecer al Altísimo por sus bendiciones. No es que sueltas la responsabilidad que tienes con tus hijos desde el día uno, pero sí se aligera esa carga de compromiso que asumes cuando te conviertes en madre o padre. Ya son ellos los que se sienten comprometidos con tu bienestar. Están dispuestos a ayudarte en todo lo que esté a su alcance, a mimarte, y aunque no lo creas, a reprocharte cuando ven que no te cuidas o haces algo que entienden no está bien. Aunque nos enojemos en el momento, por ese “control” que quieren ejercer sobre nosotros, en el fondo sabemos que, así como lo corregíamos a ellos por su bien, ellos lo hacen por el mismo motivo.

“¡Mami, pero y esto y lo otro!”

De esta manera suelen llamarnos la atención cuando entienden que nos pasamos de la raya hasta con un término descompuesto. Porque ustedes saben, ¿verdad?, cualquier cosa los avergüenza, los incomoda porque quieren que siempre estemos a la altura de sus amistades o del lugar donde estemos. Con sus acciones nos llevan a ver que ya hemos cambiado de estatus: ahora somos, los que sin perder el respeto, recibimos sus órdenes, y sus trucos formativos para que estemos actualizados en la tecnología, por ejemplo. Así como en cinco minutos nosotros le leíamos un cuento, lo hacen ellos tratando de ayudarnos a entender los avances de los nuevos tiempos.

Aliados para reírse de nosotros

Antes éramos nosotros los que gozamos cuando decían “perioquito”, “quepeño”, “no sabo”... Y, ahora son ellos los que se ríen o burlan de nosotros cuando decimos mal un término de esos que están de moda. Y lo más bonito, se hacen aliados los hijos para burlarse. Lo bueno es que todos nos reímos y lo vemos como una oportunidad de disfrute, pues quiérase o no, hay que aceptar que, como si fuera en una ciudad fabulosa, los papeles se invierten y hay que aceptar que ya son ellos “nuestros padres y madres” en el buen sentido de la palabra.

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