fábulas en alta voz
Las malas palabras le “faltan el respeto” al micrófono
Cuando estudié locución había que asumir un compromiso fuerte. No sólo se trataba de tener una buena dicción, sino de estar dispuesto a respetar el micrófono con un léxico abundante y decente. Yo lo veía como un instrumento de trabajo sagrado, como un arma de doble filo que no podía estar en cualquier mano. No era para menos. Me formé en la Escuela Nacional de Locución, hoy identificada con el nombre de Otto Rivera. Me enorgullece decir que el mismo don Otto me dio clases, que también lo hizo Carlos Cepeda Suriel, Norma Graveley y Juan Nova Ramírez, entre muchos otros a quienes agradezco lo enseñado.
Examen de la Comisión
Quienes algunos años atrás estudiaron o se querían dedicar a la locución, saben que no era sólo tener el deseo lo que contaba. Había que tirar páginas para la izquierda porque existía un gran requisito: tomar el examen de la Comisión de Espectáculos Públicos. Era uno oral, y otro escrito sobre cultura general. Un jurado de connotados profesionales te evaluaba y te orientaba sobre técnicas oportunas, y sobre el respeto que había que tenerle al micrófono. Estaba orgullosa de haber pasado con notas sobresalientes mis dos pruebas. Valió la pena aprenderme todas las respuestas del folleto que debía estudiar previamente. Celebraban lograr ese carnet que te autorizaba a hacer uso del micrófono. Ahora es de dominio público y para decir cuántas malas palabras se sepan sus usuarios.
¿La vulgaridad es la reina?
No sé si siguen dando los necesarios exámenes, aunque en honor a la verdad, prefiero creer que no, pues de hacerse, entiendo que lo que se estaría valorando es a quienes sepan decir más malas palabras. ¡Dios mío, qué falta de respeto al micrófono y a la audiencia!, y lo peor es que no hay un control de autoridad que tome medidas al respecto, sabiéndose que ahora esas obscenidades no sólo se difunden en una emisora y ya pasó. Noooo, ahora son replicadas en las redes sociales a las que tantos menores de edad tienen acceso. Qué lamentable que nuestra sociedad esté tan podrida, al punto de que lo que abunda en los medios audiovisuales es la vulgaridad.
Diluido el arte de hablar
La locución, caracterizada por el arte de hablar, es un oficio que está en extinción, pues lo que se ejerce ahora mismo puede tener cualquier otro nombre, menos eso. Aparte de las malas palabras, también se deja sentir un gran desconocimiento del idioma. Se estropean las palabras, se omiten las s… En fin, se difunde un mensaje equivocado con relación a la altura que debería tener la persona que tiene un micrófono en la mano. Cuánto me gustaría llevar a quienes estropean esta carrera, a una ciudad fabulosa para que vean cuánto pueden brillar hablando bien y bonito, y qué mal le podría ir si le pierden el respeto al micrófono.