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historias de la vida

Evelyn Dubocq de Vicente: la mujer a la que el dolor de perder un hijo la ha llevado a ayudar a otros

Hace 14 años que Javier, en la flor de su juventud, partió a los brazos del Señor. Desde ese triste momento, esta madre no ha dejado de llorar. Sin embargo, escribir un libro con la historia de su hijo que ayude a entender los designios de Dios y cuyos fondos sean destinados a una buena causa, le han permitido pasar del duelo a la esperanza. También trabaja en la formación de una fundación.

Evelyn Dubocq de Vicente: “Cuando perdí a mi hijo Javier, mi vida se fue con él. Perder un hijo es el dolor más grande que se puede experimentar”.

Evelyn Dubocq de Vicente: “Cuando perdí a mi hijo Javier, mi vida se fue con él. Perder un hijo es el dolor más grande que se puede experimentar”.Glauco Moquete/LD

En honor a la gratitud, esta historia de hoy debe comenzar agradeciendo a muchas personas que cada lunes, no sólo leen la publicación, sino que también contribuyen con la búsqueda de nuevos protagonistas. En esta ocasión, fue la periodista Fanny Santana quien valoró que la experiencia que ha vivido Evelyn Dubocq de Vicente es digna de ser contada. Ella es una madre que hace 14 años perdió a uno de sus tres hijos. Desde ese momento su vida se transformó, y lo dejó claro cuando visitó la Redacción de LISTÍN DIARIO para hablar sobre cómo ha pasado del duelo a la esperanza.

De caminar pausado, de sonrisa discreta y dueña de una dicción que de seguro, es la que le permite llevar un mensaje claro a las personas sobre la importancia de aferrarse a la fe y hacer del duelo una experiencia de bondad. “Cuando perdí a mi hijo Javier, mi vida se fue con él. Perder un hijo es el dolor más grande que se puede experimentar. Llevo un luto eterno en mi corazón, aunque debo admitir que he entendido que él ‘nació para morir y murió para vivir’, como nos pasará a todos”. La frase que trae a colación en esta cita, no es suya y no recuerda donde la escuchó, pero la reconforta y la ayuda a creer en la promesa divina de que “Javier está sano” donde ahora se encuentra.

Evelyn no le cuestiona al Señor que haya llamado a su hijo a una nueva morada. “Me ha dado trabajo reponerme, pero él mismo, desde que supo que tenía cáncer, me enseñó que la mejor forma de canalizar ese dolor es ayudando a otros. Así lo hemos hecho, precisamente el libro ‘Javier está Sano’ busca salvar vidas, tanto con el mensaje que transmite como con los fondos obtenidos que son para ayudar a niños con cáncer que vienen de familias de escasos recursos”. El sentido altruista que le ha dado a esta obra la pone melancólica y las lágrimas empañan sus hermosos ojos verdes.

Crear una fundación en honor a Javier, para beneficiar a niños con cáncer, está en los planes de ella y su familia. Esta es la mejor manera de honrar la bondad, y la fe en Dios y en María que tenía su hijo, pero sobre todo, de agradecer al Altísimo su enseñanza: “De que los momentos difíciles también puede servir para ayudarnos a ser mejores personas. De hecho, durante su convalecencia, él quería crear esa fundación”. Hablar de este proyecto la emociona y no tarda en ofrecer el nombre en carpeta: ‘Javier está Sano’ también se llamaría la entidad sin fines de lucro.

La llamada de alerta

¿Cómo se enteraron de la enfermedad? Es una pregunta que respondió esta madre diciendo que fue a los 30 años que a Javier le diagnosticaron cáncer. Un “insípido” dolor de estómago alertó a Evelyn de que era bueno que él fuera al médico. “Aunque yo pensaba que se trataba de que a lo mejor le había caído mal la cena de la noche anterior, pues él y su novia, que estaba a punto de casarse, habían salido a cenar”. De nuevo las lágrimas llegan sin invitación.

Aunque es una mujer que transmite paz, también se nota que es dueña de una incuestionable fortaleza. Aunque acongojada, continuó su relato. “Cuando me comenta y le digo que vaya al médico, él me hizo caso. Siempre fue muy respetuoso. Le hicieron varios análisis y varias pruebas. Cuando salieron los resultados, me llama la doctora y me dice que a mí que vaya por allá, se me cayó el alma. Sabía que no se trataba de nada bueno”. Rememora aquel momento y era de esperarse que llorara. Atendió a aquel llamado devastador que cambió su vida y la de su familia para siempre.

Portada del libro "Javier, estás sano".

Portada del libro "Javier, estás sano".

“Cuando a mi hijo le diagnosticaron la enfermedad, le faltaban dos meses para casarse”

Para Evelyn Dubocq de Vicente no es fácil contar su historia a partir del momento en que Javier inició su batalla. La vida feliz, que ella y su familia llevaban, se empañó cuando a su amado hijo le diagnosticaron cáncer. “Como te dije, él tenía 30 años, y estaba a dos meses de casarse con su novia Denisse. Hubo que echar todo para atrás porque ya lo que más importaba era su salud. Todos le dimos el apoyo que necesitaba”. Cada palabra pronunciada deja claro que el valor de la solidaridad reina entre los suyos.

Pero Javier no sólo disfrutó del apoyo de sus padres, hermanos, sobrinos y demás. Su novia siempre estuvo ahí. “Denisse se entregó en cuerpo y alma a su cuidado. Se casaron un año después y ella lo acompañó en su lucha por sobrevivir”. Hace énfasis en ese respaldo porque entiende que no todas las personas están dispuestas a hacer ciertos sacrificios por los demás.

Su fe es inquebrantable, y por eso doña Evelyn siempre pensó que Dios tenía la última palabra cuando a su hijo le dieron la “sentencia de muerte” al entregarle los resultados de las pruebas y analíticas hechas. Sus ojos rojos hasta más no poder, no le impidieron contarles a los lectores de LISTÍN DIARIO lo dicho por los médicos en aquel momento: “Seis meses de vida le dieron a mi hijo”. Escucharla contar esto fue desgarrador. “Pero no nos quedamos de brazos cruzados. Nos fuimos a Estados Unidos y el pronóstico no era alentador, pero era mejor. Él se hizo experto en la enfermedad. Se dedicó a investigarla e incluso, a refutarles a los médicos algunos criterios”. Se detiene porque recordar todo esto remueve su dolor de madre.

Se repone y continúa: “Supimos que en Chicago había posibilidad de tratarlo y, en efecto, así fue. Allá lo operaron y le sacaron un tumor de nueve libras, que no sé dónde estaba porque él era muy flaco. Después de ahí, mejoró, pero él mismo sabía que no estaba bien del todo. Los demás sí creíamos que iba a durar más tiempo...”. El plan de Dios era otro y a los 32 años, Javier partió al viaje eterno.

Convertir en palabras aquel momento es difícil para la madre, pero vestirse de valor y convertir ese dolor en altruismo le resultó fácil a la mujer que quiere ayudar a niños de escasos recursos que padezcan de cáncer. “Eso era lo que quería mi hijo, siempre fue un hombre noble, solidario e inteligente”. Era economista de profesión y entregado a los demás por vocación.

“Javier vivía su vida con una actitud siempre positiva, con amor por la naturaleza y una gran apreciación por las pequeñas cosas ordinarias, convirtiéndolas en extraordinarias”. Con esta sencillez lo define la dueña del relato de hoy, quien accedió a contar su historia porque para ella es de suma importancia que la gente sepa que, aunque no hay dolor más grande que perder un hijo, sí es posible convertir ese dolor en esperanza.

Presentación del libro

‘Javier está Sano’ ya fue puesto en circulación y los recursos obtenidos ya están ayudando a otros. En sus 10 capítulos están contados los testimonios de personas que conocieron su grandeza. El prólogo lo escribió monseñor Raúl Berzos. Está escrito en primera persona. El propio Javier “habla” desde el primer capítulo, y narra su vida, desde su nacimiento un cuatro de diciembre hasta su último día, un 22 de abril de 2010.

La obra se presentará de nuevo durante la celebración Ultreya correspondiente al mes de mayo. Será el miércoles ocho, en el auditorio Amancio Escapa, de la Casa San Pablo a las 7:00 de la noche. Aunque es especialmente para cursillistas, hay apertura al público en general.

No es para menos que Evelyn lo presente en ese escenario. Es una mujer entregada a la iglesia católica. Lleva 48 años siendo cursillista. “Por eso hoy, cuando agradezco al Señor, lo hago por mi fe, por su existencia en mi vida, lo hago por mi familia, y lo hago por los cursillos de cristiandad que tanta enseñanza me han regalado y me han permitido regalar”. 

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