FOLCLOREANDO
Dejemos de ser psicorrígidos con nuestra familia
...las copas, los vasos, o las tazas que por estar guardadas, se convierten en refugio de bichitos muertos
Desde que tengo uso de razón siempre observé que las personas tienden a tener guardada una pijama, por si tienen que hospitalizarse, una toalla nueva por si llega una visita, vajillas guardadas para casos especiales. Es más, muchas tienen hasta la mortaja para cuando termine su ciclo vital.
Que disfruten de los que hay
Esa ropa de cama, de baño, o esos artículos del de comedor, que la gente sólo espera que llegue visita o una enfermedad para utilizarlos suelen estar tan guardados que cuando los buscan para usarlos ya huelen a naftalina. Por eso, normalmente cuando se la ceden a la visita le dicen “esa toalla o sabana me la regaló una de las novias de mi hijo hace 40 años y ¡mira, está igualita!"
Y claro que tiene que estar igualita, porque no las usan. No permiten que los que habitan en el hogar disfruten de lo suyo.
Nos gusta colectar
Así sucede con las copas, los vasos, o las tazas que por estar guardadas, se convierten en refugio de bichitos muertos. Como dije anteriormente, nos gusta colectar y, nos llena de satisfacción presumir del tiempo que han durado las cosas sin usarse. Por si fuera poco, hay mujeres que tienden la cama desde que se levantan y no permiten que el marido duerma una siesta o los hijos den su brincadita porque la desarreglan. Claro, porque si llega una visita todo tiene que estar impecable.
Disfrutar cada momento
La vida es una sola, los hijos crecen, vuelan y no nos queda más que ver las habitaciones vacías, sin el reguero de una, sin los pantalones tirados en el piso o la cama sin tender. Disfrutemos ese encanto de vivir una vida simple sin la presión que nos imponen, de que todo tiene que estar en su lugar.
Lo de verdad perdura
Mis hijas, añoro los tiempos que pasamos juntas en nuestro refugio, ustedes brincando en la cama y yo ‘voceando’: “cuidado si se caen”, “en el hospital no hay anestesia”... Recuerdo que cuando me decían: “Mami, se rompió un vaso”, y sólo le decía “¿Y entonces?”. No tuvimos toallas guardadas ni sábanas, las usábamos todas. Las vajillas se fueron rompiendo y nunca las regañé. Las cosas materiales no duran para siempre, pero esos momentos juntas permanecerán toda la vida en nuestra memoria.