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La museografía, la clave para lograr el éxito de una Bienal Nacional de Artes Visuales

Planificación, trabajo en equipo, creatividad y comunicación se conjugaron en el proceso para crear una experiencia cautivadora.

Trigésima Bienal Nacional de Artes Visuales.Fuente externa

Yosarah FernándezEspecial para Listín Diario
​Santo Domingo, RD

Cuando alguien asiste a una exposición, apenas se percata de que desde que inicia el recorrido visual y experiencial es guiado bajo un concepto pensado y diseñado para lograr una comunicación efectiva con el visitante. Nada se deja al azar en este proyecto conceptual y creativo.

De este trabajo se encarga el museógrafo, que es el profesional que combina habilidades creativas y prácticas, y aplica técnicas y conceptos relativos al funcionamiento de un museo para crear una experiencia cautivadora.

La importancia de su labor radica en su capacidad para comunicar de manera efectiva la historia, la cultura y la información a través de las exhibiciones, lo que enriquece la comprensión pública y la apreciación del patrimonio cultural y artístico.

Entre los aspectos que implica su tarea, se encuentran el diseño espacial, la iluminación, el etiquetado, los textos informativos, la señalización, la interactividad, la accesibilidad, la consideración del flujo de visitantes, la conservación, la seguridad, la estética coherente y los espacios de descanso, entre otros.

Por tratarse de un evento artístico a gran escala, en el montaje de una bienal suele intervenir un equipo, como sucedió con la XXX Bienal Nacional de Artes Visuales, dedicada al artista Jorge Pineda y que estuvo abierta desde agosto hasta diciembre del pasado año.

Luis Tejada, Ana Agelán y Salvador Bergés, tres profesionales con sólida formación y amplia experiencia, asumieron este reto, apoyados por personal de oficios tan diversos como pintores “de brocha gorda”, diseñadores gráficos, electricistas, luminotécnicos, fotógrafos e impresores, entre otros, quienes unieron sus talentos y voluntades para lograr el objetivo y el éxito del proyecto museográfico.

El proceso

El desafío consistió en ubicar un total de 145 obras, distribuidas en diversas categorías artísticas: 59 pinturas, 24 instalaciones, 22 dibujos, 17 fotografías, 11 esculturas, seis cerámicas, tres videos, dos performances y una obra gráfica.

Esta diversidad representaba un reto importante, ya que implicaba la tarea de construir una narrativa coherente en torno al significado de las piezas. Al mismo tiempo, se buscaba ofrecer a los visitantes una experiencia memorable, fusionando las distintas formas de expresión artística para crear un conjunto armonioso y enriquecedor.

Al referirse al concepto con el que se trabajó en la XXX Bienal Nacional de Artes Visuales, y advirtiendo que no existe un manual para el montaje de una bienal, Salvador Bergés, asesor museográfico del proyecto, afirmó que la primera intención fue crear amplias zonas separadas por técnicas, de forma que las personas pudieran tener una visión casi didáctica de la experiencia, simultánea al recorrido visual.

Coexistencia y armonía

“Esa idea prevaleció, se mantuvo y se logró en general, pero la profusión de estilos, formatos, colores predominantes en las obras, así como las necesidades espaciales y conceptuales que requerían algunas propuestas, como la cerámica y el videoarte, y la diversidad de dimensiones y recursos de las instalaciones, condujo el proceso hacia la coexistencia armoniosa de técnicas”, matizó Bergés.

Ana Agelán, curadora encargada, reforzó esas afirmaciones al señalar que la museografía se pensó por categorías, “retomando una idea quizás en desuso, pero más didáctica, permitiendo la apreciación simultánea, que facilita la comparación y reflexión en torno a la técnica. Esta formulación no es absoluta; la obra habita un aura, el espacio que necesita para respirar, por lo tanto, cada caso presenta sus exigencias”.

Luis Tejada, museógrafo encargado, coincidió en ese sentido y refirió, además, que “se buscó establecer un diálogo entre las diversas obras, incluso si pertenecían a diferentes técnicas, creando una conexión visual y temática”. Asimismo, resaltó que la paleta de colores predominantes estaba integrada por el blanco, el negro y el rojo, contribuyendo a una estética cohesiva.

“Además, la iluminación se empleó estratégicamente para resaltar los detalles y las emociones de las obras, mejorando la experiencia visual y emocional de los visitantes. En conjunto, esta museografía, cuidadosamente planificada y diseñada, crea una experiencia única y armoniosa para los espectadores”.

Planificación y evaluación

De igual modo, Tejada explicó que el trabajo del museógrafo no se limita al montaje físico de las obras, sino que es continuo y abarca desde la planificación inicial hasta la evaluación posexposición.

Tanto el museógrafo como el curador esperan feedback y observan resultados para ajustar futuros enfoques, mejorando continuamente el impacto positivo y mitigando los aspectos negativos de su trabajo, aseveró.

Como parte de ese proceso de evaluación, ambos profesionales, museógrafo y curador, analizan los diversos indicadores desde sus respectivas áreas.

El museógrafo, por ejemplo, observa, entre muchos otros indicadores, la reacción de los visitantes, su nivel de interacción y participación en las exhibiciones, así como el flujo y recorrido, para saber si estos siguen la ruta planeada y si logran acceder a todas las áreas.

Por su parte, el curador, que se ocupa de desarrollar una narrativa coherente que conecte las obras entre sí, al momento de evaluar se enfoca en la reacción de los artistas, las críticas, la participación del público y el cumplimiento del concepto con el que se trata de establecer si la exposición logra comunicar la idea central y si las conexiones temáticas son evidentes.

Otro indicador destacado es el alcance a la audiencia, y así se observa si la bienal, o cualquier exposición que se trate, logra captar la atención de los diferentes grupos de visitantes.

Considerándolo todo, los datos arrojados por estos análisis servirán como insumos fundamentales para aplicar las mejoras necesarias en posteriores montajes.