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Ana Azcona: “Lo más difícil de superar cuando luchas contra el cáncer es la tristeza de ver cómo tus compañeras de batalla se van muriendo”

El pensar que la próxima puedes ser tú, es una experiencia desgarradora cuando se lleva un tratamiento contra una enfermedad como ésta, que nunca sabes con qué sorpresa te puede salir. Si se tiene hijos, también se sufre mucho.

“Ya estamos del otro lado, y conservo mi sonrisa, pese a que no deja de dolerme cada vez que me entero de que falleció una de mis compañeras de batallas”.

Atenta a su turno, en un centro de salud de la ciudad, estaba Ana Azcona. Su necesidad por un cargador para dar vida a su celular “muerto”, la llevó a conversar con quien se lo prestó. El largo tiempo que duraba la persona de servicio al usuario entre un número y otro, fue creando la confianza para que ella hablara de la enfermedad que la tenía plantada ahí esperando por largas horas.

Desligarse del periodismo es difícil aunque andes haciendo diligencias personales. Escucharla hablar con esa persona con tanta entereza, hizo que una pregunta le diera sentido a esta entrevista. “¿Te gustaría contarle tu historia a los lectores de LISTÍN DIARIO?”. No dudó en decir sí. Desde su experiencia como sobreviviente de cáncer de mama, se animó a hablar del tema.

Días después, llegado el momento de la entrevista, Ana, madre de cuatro niñas, respondió cada pregunta con la firme convicción de que Dios ha estado en su vida siempre y que durante todo este proceso, la ha acompañado aún más. “Han sido tiempos fuertes, de mucho dolor, de depresiones, pero sobre todo, de mucha tristeza”. Sus ojos amenazan con llorar, pero ella no se los permite.

“Debo decir que, pese a todo esto, lo más difícil ha sido ver cómo algunas de las compañeras de quimio, de las que te hiciste amiga porque coincidíamos en el tratamiento, se van muriendo. Tú sólo piensas en que la próxima puedes tú, aun sepas que su cáncer era más agresivo que el tuyo. Da tanta pena cuando te quedas esperándola y te informan que no llegará porque falleció”. Esto la conmueve y no tiene forma de evitarlo.

El día que se enteró

“Por lo regular, me gusta hacerme mis chequeos siempre, sobre todo, después de cada uno de mis cuatro partos, he ido al médico. Fue en uno de esos que en la mamografía salieron esas células malas. Yo andaba sola y el doctor no quería decirme nada, pero su semblante lo dijo todo. Le conté que mi esposo trabajaba ahí en ese centro médico, y él me dijo que, aunque había que hacerme una biopsia, estaba seguro de lo que había”. La noticia la hizo desplomarse antes de encontrarse con su marido.

Se fue sin norte caminando por los pasillos de la clínica. “Llegó un momento que ya no podía más y me desmayé. Mi esposo llamó a mi teléfono y le dijeron que me puse mala. Cuando se lo dije, él también se puso muy mal. Realmente, fue una noticia desgarradora, pero nos aferramos al Señor, y al amor que sentimos por nuestras hijas. Esa ha sido mi fortaleza y es lo que me hace mantener la sonrisa”. Ana lo cuenta dejando sentir ese sentimiento hermoso que la mantiene viva.

Aunque su esposo ha sido su sostén, ella no deja de sentirse gorda, fea y maltratada. “Esto también me ha hecho mucho daño, porque como mujer no me siento bien, sobre todo, después de la cirugía”. Aunque este sea su sentir, ella es una mujer que luce bien y que anda arreglada. De hecho, trabaja para una línea de belleza.

La mujer que hoy tiene 40 años, primero recibió cuatro quimioterapias fuertes (rojas), luego le hicieron la mastectomía (cirugía para extirpar el seno). Después de recuperarse de la cirugía, la sometieron a 12 quimios más. En esta ocasión fueron más nobles (blancas). Más tarde recibió 22 radioterapias y aún continúa en tratamiento mensual.

“Pese al cáncer, hay que mantener la sonrisa”

Julio 2022 es una fecha inolvidable para Ana Azcona. Ese día recibió su diagnóstico de cáncer. Fue un golpe bajo que jamás podrá olvidar. Pero si fuerte fue recibir la infausta noticia, más doloroso fue el buscar la forma de decirles a sus hijas lo que estaba pasando, sobre todo, a las más grandes.

“No encontraba cómo hablarles del tema. No sé qué me estaba haciendo más daño, si el proceso por el que estaba pasando o la indecisión de cuándo contarles sobre la situación”. Se pone triste al revivir la incertidumbre.

Lo cierto es que, el tiempo pasaba y ya ella se estaba sometiendo al tratamiento. “Mis quimios comenzaron en septiembre y cuando boté el pelo, ellas me preguntaron por qué se me caía el cabello. Les decía que era por no peinarme”. Ana creía que ellas se habían creído el cuento. “Pero una de ellas me preguntó: ‘¿Mami, tú tienes cáncer?’. Yo me desplomé. Me fui al baño a llorar porque no quería que me vieran sin mi sonrisa”. Contar esta parte encoge el corazón.

El caso fue que, luego de mucho orar, de mucho pensar qué y cómo decirles, les dio la noticia ese mismo año 2022. “Aproveché el 19 de octubre, que se conmemora el Día Mundial del Cáncer de Mamá, y les conté todo”. Ya tenía tres meses batallando con la enfermedad.

Sufrimiento en el medio del proceso

Lo más triste para Ana después de haberse desahogado, fue saber que en el colegio a sus niñas más grandecitas, les habían hablado sobre el cáncer. “La que me preguntó si tenía la enfermedad, creía que me iba a morir. Me le dio una depresión muy fuerte, lloraba todos los días en la escuela. Fue una situación muy difícil para mí y más en medio de lo que estaba atravesando”. Hasta hablando de esta experiencia se le nota cuán grande resultó esta experiencia “porque mis hijas son mi debilidad”.

Pero no sólo esta situación con sus niñas amenazaba con robarle la sonrisa. La misma enfermedad “le cayó tan mal a mi mamá, que le dio en un ACV, nada fácil para nosotros, días fuertes, pero seguimos en la batalla”. Para la dueña de esta historia, el estar luchando contra el cáncer llegó a convertirse en un problema minúsculo, comparado con todo lo que estaba pasando a su alrededor, con sus hijas y su madre.

Por si fuera poco, duró un año completo sin trabajar. En la marca de productos de belleza para la que presta su servicio, le guardaron su empleo y está eternamente agradecida. “Eso también ha sido una prueba, porque en los hombros de mi esposo recayó todo”. Esto la quiebra. Ese hombre no sólo ha sido proveedor, sino un gran aliado para que ella hoy siga de pie.

¿Cómo han hecho con lo económico?

Esta pregunta comenzó a responderla con un gran suspiro. “Ufffffff, de verdad, no es sencillo enfrentarse a este tipo de proceso. Es desgastante emocional, física y económicamente. Por dondequiera que lo vires, es una prueba fuerte”. Tiene razón. La salud es un tema de mucho compromiso en todo el sentido de la palabra.

Sin embargo, “Dios no le falta a nadie. Muchas personas me dieron una mano amiga, ni hablar de mi familia que siempre ha estado ahí para nosotros. Por esa solidaridad llevamos el tratamiento hasta este momento”. Es una mujer agradecida.

Su fe siempre le garantizó que todo estaba bien. “Pero no dejaba de tener el temor de que mis hijas podían quedar sin su madre. Era algo que me carcomía la mente, que me quitaba el sueño… Ya estamos del otro lado, y conservo mi sonrisa, pese a que no deja de angustiarme cuando alguna compañera tiene cita y veo que no llega”.

Ángeles en el camino

Tan apegada a los designios del Señor está Ana que, está segura de que podrá seguir adelante, ver a sus hijas grandes y realizadas para celebrar con ellas sus éxitos y progresos. “Pensar en eso me ilusiona y continúo luchado, y dándome seguimiento con mi tratamiento para estar para ellas”. Dios al parecer también quiere eso para ella.

Durante su conversación aquel día en el centro de salud, movió la sensibilidad de la persona a la que le contaba su historia, y ésta se comprometió a proporcionarle las terapias psicológicas que necesita para completar su bienestar mental y lograr su pretensión de seguir siendo fuerte y feliz por su hijas. “Él siempre me tiene ángeles en el camino y eso también me ha ayudado bastante”. Concluye la mujer a la que un diagnóstico de cáncer le cambió la vida, pero no ha acabado con su alegría.

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