Historias de la vida
Joely Urbea, un políglota dominicano que triunfa en alta mar
Todos lo conocen como ‘Chocolate’, y es el único criollo director de crucero. Lleva alegría a miles de personas por distintos países, a quienes en seis idiomas les deja saber que, “en el mar la vida es más sabrosa”. Eso sí, no fue fácil llegar hasta ahí, pero gracias al apoyo de su madre y a su persistencia y disciplina, lo logró.
El viernes 29 de diciembre del pasado año, un grupo de dominicanos tuvo la oportunidad de ver brillar en el escenario del teatro de un crucero, a un dominicano que “bota miel por los poros”. Ese dulce que lo caracteriza es el que le da el sabor y la energía a Joely Urbea, a quien todos conocen como ‘Chocolate’.
Desde el primer día fue impresionante escuchar cuando Pepe, un italiano que lo presentó, dijo: “Y ahora los dejo con nuestro director de crucero, nuestro querido ¡Chocolate!, quien se encargará de todo el entretenimiento a bordo para que su estadía sea algo inolvidable”. Verlo subir y escucharlo decir en seis idiomas, con tanto orgullo, que es dominicano, fue aun más grandioso.
Definitivamente, detrás de ese talento y de ese logro había una historia y LISTÍN DIARIO debía darla a conocer. Se hizo el contacto con el querido ‘Choco’ y, sin poner excusas, dijo: “Sí, claro”. Facilitó el contacto para localizarlo y, desde que tuvo un chance, concedió la entrevista en la que dejó ver a Joely, un hombre humilde, solidario, un tanto hasta tímido, pero con grandes deseos de seguir superándose para ayudar a jóvenes dominicanos que deseen triunfar en alta mar.
¿Cómo logró llegar a este puesto?
La idea de entrevistar a ‘Chocolate’ era conocer la historia que hay detrás del políglota del barrio Savica de La Romana, que tiene a su cargo a un amplio grupo de personas a bordo de un barco de la cadena de crucero Costa. Trabajando para la marca tiene 12 años. Hizo un receso por el Covid y ya está de regreso. La fórmula para lograr este puesto está en la disciplina, la preparación, el respeto, la perseverancia y la entrega al trabajo.
“Yo trabajaba en Casa de Campo como bailarín, y fueron unos italianos a reclutar personal para un crucero. Participé y fui seleccionado junto a otros dominicanos. Del grupo quedamos muy pocos, pues algunos se quedaron y otros fueron despedidos por indisciplina”. Esa situación puso triste a Joely.
No quiere que se le pierda la confianza al talento dominicano. De hecho, su meta es trabajar para instalar una academia en la que pueda formar con todas las condiciones necesarias a jóvenes criollos que deseen lograr un puesto en el área del entretenimiento, tanto en el país como fuera de él.
“Me encantaría que aprendan canto, baile, buena dicción, idiomas, buen manejo, y más que todo, a comportarse y dejar bien parado el nombre de nuestra República Dominicana”. Tiene razón al decir esto. Pocas veces puede verse a un profesional completo como él sobre un escenario. No le abre una brecha al morbo, a la vulgaridad, y mucho menos al irrespeto. Proporciona una genuina alegría a base de talento y profesionalidad.
Durante la entrevista, tuvo que pararse a realizar su trabajo. Un mensaje en varios idiomas debía ser ofrecido por él a los huéspedes del crucero. Regresó a toda prisa. Abandonó su personaje de ‘Chocolate’ para volver a ser Joely, el niño que en su infancia jugaba baloncesto, fue estudiante meritorio y soñaba con ayudar a su madre Doris. “Nunca pasé hambre, aunque sí precariedades. A veces no podía ir a un paseo de la escuela o a una excursión porque no teníamos para pagarla. Realmente, no era nada fácil”. Lo cuenta dejando saber que cuando tenía algunos siete u ocho años, sus padres se divorciaron.
Su madre, a quien llama “mi reina”, trabajó mucho para sacarlos adelante. “Somos tres hermanos, y por parte de padre tengo dos. Mi mamá laboraba en la zona franca, siempre ha sido muy fajadora. Después puso su propio negocio y sin duda, ha sido mi ejemplo a seguir”. Está satisfecho de lo logrado y agradece a su progenitora los valores y principios aprendidos.
“Cuando se tiene fe en Dios, se logra todo por lejos que lo veas”
“No hay nada como la fe”. Es una frase que en varias ocasiones repetía Joely Urbea. “No importa en lo que o quien usted crea, hay que tener fe. Yo la tengo puesta en Dios, y me ha dado resultados. Él es quien me ha abierto caminos para lograr grandes cosas en mi vida”. Al contar esta parte, los ojos del aclamado Chocolate muestran un brillo de agradecimiento que por poco termina en lágrimas.
Claro, este políglota criollo y director de crucero de 36 años no termina llorando, pero sí habla de qué lo hace romper en llanto. “Cuando no puedo ayudar a alguien con una situación determinada, cuando veo la injusticia de quienes sí pueden hacerlo y no lo hacen, eso me hace llorar”. Su ánimo cambia y su rostro dibuja la tristeza que esto le provoca.
Tal vez para ver qué tanto podía lograr para ayudar a los demás desde otra área, quiso incursionar en la política. “Pero me di cuenta que eso no es para mí”. No ofreció detalles de por qué no, pero es obvio que al parecer en el intento notó que en República Dominicana, ésta no comulga con los principios que tiene y pone en práctica.
Importancia de la preparación
Fue por ahí por el año 2008-2009 que salió de República Dominicana la primera vez. Se fue a Hungría a representar el país, y ahí se da cuenta de que con el baile puede lograr muchas cosas. Eso sí, no sólo tirando pasos a ciegas ni nada por el estilo, sino siendo un profesional de lo que le apasiona. “Me dediqué a prepararme, me gradué de licenciado en Turismo, estudié idiomas, y traté de convertirme en alguien que no sólo saliera a lograr sus sueños, sino que se convirtiera en orgullo de su país”. Y sí lo ha logrado. Los más de 600 dominicanos que abordaron el crucero se lo dejaban saber.
No es para menos. Cada participación de este profesional y enérgico dominicano era una muestra más de que cuando se quiere se puede. Bastaba con que saliera al escenario para que los huéspedes de las distintas nacionalidades cayeran rendidos a sus pies. Sus ovaciones así lo hacían saber.
“Lo más lindo es cuando en los bailes con la gente, invito a señoras que me dicen: ‘hacía mucho que no bailaba y tú me has hecho sentir muy bien’. Eso no tiene precio. Lo hago con respeto y con la única intención de que la pasen bien”. De eso no hay duda. Es un caballero con los pequeños, con los jóvenes, con los mayores. Por eso, parte de su trabajo es diseñar actividades afines para cada edad.
Anécdota y lección de vida
El extrovertido animador no quiso dejar pasar por alto una de las experiencias que lo marcaron, quizás por estudiar en una escuela pública o por ser un “chocolatito”, como él mismo dice, y cuenta los cambios que da la vida en un bajar y subir en un autobús.
“Sucede que un día nos llevaron de La Romana a la Cámara de Diputados por ser estudiantes meritorios. Éramos un grupo y había estudiantes de colegios también. Resulta que me tocó sentarme al lado de una jovencita preciosa, con los ojos verdes y pelo rubio. La saludé y me respondió entre dientes. Llegamos a la Capital sin hablar media palabra”. Se ríe y guarda lo bueno para último.
El caso es que: “Cuando estamos en el Congreso, que nos reciben y le toca hablar a uno de los estudiantes, pues me escogieron a mí para hacerlo, sin yo saber nada. Improvisé un discurso y todos me aplaudieron, pues cuando nos vamos, la muchacha me guardó mi lado, y fue hablando conmigo todo el camino, y hasta me invitó para su casa”. Con esto le da valor al dicho: “De cualquier yagua vieja, sale tremendo alacrán”.
‘El Choco’ habla con muy buena dicción español, italiano, inglés, portugués, francés, alemán. Un poco del mandarín, y continuará capacitándose en los idiomas para poder compenetrarse cada día más y mejor con cada uno de los huéspedes que aborden el crucero que dirige como animador.