Historias de la vida
José Ángel De León ganó más de 130 medallas en judo y hoy es experto en nutrición
Este joven que, por cerca de seis años se dedicó a ser atleta, nunca abandonó su sueño de convertirse en médico. Al tiempo que se preparaba para representar a República Dominicana en tantos países, que ya ni recuerda, llegó a tomar hasta 15 y 20 materias para lograr convertirse en un profesional de la medicina. Rindió tanto que se graduó junto a su promoción.
Cuando Luz, una compañera de trabajo de LISTÍN DIARIO, sugirió escribir la historia del doctor José Ángel De León López, era imposible pensar que se trataba de un muchacho de 30 años. La mente se preparó para ir a recibir en la Recepción de este diario, a ese señor de al menos los terceros “ta” (50 en adelante). Muy simpático y educado se presenta dejando claro que a veces esos títulos médicos le juegan una mala pasada a cualquiera haciéndole pensar que siempre tienen que ser bien adultos.
No se puede negar que su juventud no sólo causó sorpresa, sino también alegría. Es digno de aplaudir la hazaña de un muchacho que salió de un campito apartado de San Francisco de Macorís y que nació en el seno de una familia de escasos recursos, para representar su país como atleta de judo en diferentes partes del mundo, y por si fuera poco, estudiando en la universidad al mismo tiempo.
“No te puedo negar que pasé mucho trabajo. A los 18 años vine a la capital como parte de la selección de judo del país. Vivía en el Centro Olímpico, me pagaban 3,900 pesos y con eso compraba la cena e iba a la universidad que me quedaba en la Isabel Aguiar. Había días que no tenía para el pasaje y me iba caminando desde el Olímpico hasta allá. Me ponía a mirar los edificios y a entretenerme para no desesperarme, porque tenía claro que mi objetivo era convertirme en médico”. No hay duda. Dice que desde niño se inclinaba por todo lo que tenía que ver con medicina. Bueno, tanto es así que, para lograrlo llegó a tomar entre 15 y 20 materias en la universidad, y aun así, no se descuidaba de su competición. Aprovechó esa facilidad que daba Utesa.
“Yo practicaba con ranas ya muertas. No quiero que se escuche feo, pero era la forma que tenía a mano para saciar esa curiosidad por la ciencia y la medicina. Me ponía a investigar y eso de verdad me aseguraba que ser médico era lo que quería en la vida. Mi papá quería que fuera ingeniero. Lo más lejos que tenía era que antes de lograrlo, iba a ser atleta, pero se dio y estoy orgullo de haberlo sido y de los resultados”. Cómo no estarlo. Tiene tantas medallas que no se acuerda de un número específico, sino de un estimado que asciende a 130. Unas 100 en el ámbito nacional y cerca de 25 en el aspecto internacional. De esas tiene alrededor de 18 que son de oro. Ahhh, y por si fuera poco, quedó en quinto lugar en las Olimpiadas Universitarias de Corea 2016-2017, donde participaron 162 atletas.
Del campo a la ciudad
José Ángel viene de un campito de San Francisco llamado Las Caobas o Los Toros. Allí vivió parte de su infancia. Recuerda que era un lugar tan apartado, que sólo tenía como dos calles “y en la que yo vivía, había tal vez siete casas, y recuerdo que pagábamos 400 pesos de alquiler”. Esas añoranzas lo ponen melancólico, pero no oculta sus raíces y disfruta dar detalles de sus carencias.
Su madre, una maestra de las de “antes”, y su padre, un vendedor de materiales de construcción, tal vez no tenía dinero para darle una buena vida, pero sí un buen ejemplo para ganarse lo suyo a pulso. “Siendo jovencito me puse a hacer cursos de corte, y trabajaba en una peluquería al tiempo que practicaba judo y estudiaba”. Su cara deja ver el orgullo que siente por haber hecho cosas fructíferas desde temprana edad.
No pierde tiempo en resaltar que la clave que ha utilizado para concretar sus sueños y lograr el éxito en lo que hace, se basa en tres ejes fundamentales: pasión, disciplina y persistencia. Por eso hoy no sólo tiene más de 130 medallas guardadas, sino también unos títulos que lo facultan como especialista en nutrición genómica, en balón gástrico, nutrición bariátrica y nutrición deportiva.
“Cuando me dedico a algo, lo doy todo hasta que me quede un suspiro”
“Llegar hasta donde tú quieres no es imposible. Es cuestión de enfocarte en ello, de trabajar por ello y darlo todo para lograrlo y disfrutarlo”. Lo dice José Ángel porque esto le ha funcionado siempre, inclusive cuando estando pequeño, tuvo que hacerse cargo de los quehaceres de la casa y mientras los hacía pensaba en el día en que estos momentos serían sólo parte de su historia.
“Ya yo estando grandecito, decidí colaborar en la casa porque mi mamá daba clases en la mañana, trabajaba en la Biblioteca Municipal por las tardes, y cuando llegaba tenía que encargarse de todos los oficios y yo entendía que esto no era justo”. José Ángel es el mayor de los dos hijos que tienen sus padres.
Desde ahí se dio cuenta de lo importante que es la disciplina y la delicadeza. “Yo decía: ‘bueno, seremos pobres, pero eso no quiere decir que tenemos que ser sucios y reguerosos’. Así que me ponía a limpiar y dejaba todo impecable, porque es tan feo que llegue alguien a tu casa y que encuentre todo desordenado”. Hasta el día de hoy se mantiene con ese concepto claro y lo pone en práctica en todo en su vida “porque también es importante tener una mente organizada y un cuerpo en forma, no para presumir, sino para tener salud”. Esto le funciona.
Hoy día, aparte de ser el Ceo de Nutrexion, es el director de Deportes de Utesa, y el médico del equipo de judo de la Marina.
Anécdota en el judo
Una pregunta que respondió contando un momento inolvidable de su vida, fue: ¿Cómo lograste salir del atletismo que tantos lauros te había generado? “Fue difícil, primero porque tenía una edad propicia para estar en mis aguas. Tenía 24 años y eso significaba que todavía había un largo camino por recorrer en esa disciplina, pero decidí concentrarme en mi carrera, ya no quería pelear más, así que un día hablé con la persona que podía ayudarme en ese sentido. Gracias a Dios habíamos hecho una buena relación”. En esta ocasión fue de las pocas veces que sus ojos “hablaron” de nostalgia.
Sigue respondiendo. “Le expliqué de varias maneras, inclusive le recordé que él se había retirado más joven que yo. Él había salido a los 23, y como te dije, yo a los 24. El caso es que me dijo: ‘está bien, si participas en el torneo que viene y ganas medalla de oro’. Acepté, eso sí, me fajé para obtenerla y lo logré. El caso es que en vez de una, le llevé dos, porque participé en otro y también gané”. Esto lo llena de orgullo, mas no de ego.
Otra interrogante que respondió casi como si se trasladara a aquella época, fue: ¿Lloraste en algún momento cuando perdías o no te iba tan bien como querías? “Claro que sí. Recuerdo que en San Francisco había un muchacho que siempre me ganaba. No sé por qué, de hecho, él perdía de los demás y yo le ganaba a todo el mundo, menos a él. Era como que me sabía todos los trucos. El caso es que, un día el entrenador me restregó esto en la cara y me dolió tanto que no pude evitar llorar. Eso sí, me ayudó a echar hacia delante, a motivarme más, y puedo decir que como atleta me fue demasiado bien”. Cómo no gritarlo a los cuatro vientos si en su casa reposan más de 130 medallas.
En su trabajo como médico, también ha obtenido, quizás no medallas, pero sí el premio de ser el artífice del bienestar físico de muchos atletas y otros pacientes que creen en lo que hace y que lo visitan en su centro.
En el tema de la salud, hace un llamado a la gente a que trate de ponerse en manos expertas cuando esté en búsqueda de verse y sentirse mejor. “De no hacerlo, lejos de obtener los mejores resultados puede que se dé lo contrario”. Casos hay y no sólo él lo sabe.
Por ello es que, otra fortaleza que ha protagonizado la vida del atleta que se empeñó en ser médico y lo logró, es la capacitación. No pierde la oportunidad de superarse, de aprender, de obtener conocimientos para poder brindar un mejor servicio a sus pacientes y obtener los mejores resultados.