Historias de la vida
Hilcías Aquino, un galán de 8 años con tres cirugías del corazón y deseos de ser un gran ingeniero
Cuando nació, las esperanzas de vida de este niño no eran muchas, pero Marlen Aquino, su madre, se aferró a la fe divina y se entregó en cuerpo y alma para vencer el pronóstico médico de su niño.
Como todo un actor de Hollywood llegó Hilcías a LISTÍN DIARIO. Con su chaqueta en mano y muy seguro de que estaba en un lugar distinto a la escuela donde comparte con amigos de su edad, entró con pose de “hombre adulto”. No es muy conversador, pero sabe que está vivo para un fin y disfruta de eso. No hay quién diga que tiene tres cirugías del corazón y que un marcapasos le acompaña desde que tiene un año y seis meses de nacido.
Tanto llama este niño la atención que el fotógrafo Jorge Martínez no se contuvo y lo puso a posar en plena Redacción mientras su madre Marlen recreaba la historia que comenzó el 17 de septiembre del año 2015 cuando llegó su segundo hijo. El mayor ya tiene 16 años. “Yo recuerdo que cuando nació Hilcías, había un movimiento raro que me decía que algo estaba pasando. Me decían que no, que todo estaba bien, pero vine a conocerlo al día siguiente”. Amenaza con llorar, pero sabe que, aunque la invadan esos recuerdos, hoy sólo debe sonreír y agradecer a Dios por la vida de su hijo.
Cuando le dan el alta postmaternidad, Marlen se asombra cuando le advierten que debe estar pendiente de su bebé 24/7. Ella debía observar si se ponían azules sus uñas y sus labios, si convulsionaba o si tenía cualquier reacción que a ella no le pareciera normal. “Yo no dormía, me pasaba todo el día vigilándolo porque en cualquier momento él podía morir”. Esto la debilita porque el sólo hecho de pensar que pudo perder a quien hoy, ya con ochos años, le da tantas alegrías, le pone los pelos de punta. Nadie se imagina lo que sufrió esta madre. Pero no se quedó con ese pronóstico médico que le había transformado la vida. Ella acudió a lo seguro: a su fe en Dios, y a ese amor materno capaz de derribar toda barrera. “Había que luchar, porque sabía que el problema de mi hijo no era sencillo, pero lo más raro era que él no tenía síntomas de esa deficiencia cardíaca que tenía”. Por eso la insistencia de los especialistas de que se mantuviera vigilado.
La primera cirugía
Por el riesgo que corría la vida de su hijo, Marlen se mantenía llevándolo al médico. Fue al año y seis meses, que se presentó lo que temían los médicos: llevar a Hilcías al quirófano. Sin recursos económicos para someterlo a cualquier proceso médico por sencillo que fuera, ella lo lleva al médico. “La persona con la que trabajo desde hace muchos años me puso en contacto con una doctora amiga suya y, sin más, me dijo que en Cedimat me iba a esperar una doctora amiga suya. Así fue. Le hicieron todo tipo de estudios. Me dijeron que al niño había que operarlo. Yo estaba asustada por la salud de mi hijo y por lo que significaba el costo del proceso, pero nada me detuvo. Firmé unos papeles que me dieron, pero siempre me animaban y me decían que no me preocupara”. Hace una pequeña pausa.
Marlen retoma el relato y es ahí cuando comenta que, a través de la Fundación David Ortiz y gracias a que tenía el seguro Senasa, pudieron someter al niño al procedimiento para implantarle un marcapasos. Justo cuando hablaba de esta parte entra Hilcías con Jorge, pues ya había terminado “su pasarela”. En ese momento tanto él como su madre coinciden en agradecer al pelotero dominicano porque gracias a él, es que el niño hoy tiene hasta planes. “Quiero ser constructor para hacerles casas a los pobres”. ¿Ingeniero? Se le preguntó. “Eso mismo”, dijo a secas, pero dejando muy claro que también quiere hacer una para su mamá porque donde viven es alquilada.
“En una ocasión el marcapasos no funcionaba y él andaba como si nada”
Quién podía pensar que un niño que nació de ocho libras y, aparentemente sano y salvo, estaba en la “cuerda floja” porque una condición cardíaca podía ponerle fin a su vida aún siendo un bebé recién nacido. “No me lo explicaba, pero el Señor sabe con qué propósito te manda las pruebas. Hemos pasado muchas cosas, pero Él pone ángeles en nuestro camino para ayudarnos, y a nosotros se nos han sobrado”. El agradecimiento no cabe el corazón de Marlen.
Es casi imposible recordar la cantidad de nombres que menciona esta madre cuando habla de todas las personas que ha encontrado en el duro camino que ha recorrido. Sin duda, David Ortiz protagoniza la lista. “Lo que él está haciendo por niños necesitados es muy grande y no me alcanzará la vida para agradecerle. Cuando el niño lo ve en la televisión me dice que quiere verlo para agradecerle personalmente”. A ella también le gustaría hacerlo, porque después de Dios, su hijo está vivo por la sensibilidad del pelotero.
Tres momentos difíciles
La primera marca que tiene Marlen de este proceso fue, como ya se dijo, saber que a su niño tan pequeño había que hacerle una cirugía para que su corazón funcionara adecuadamente. Ella sabe que para poner un marcapasos, la herida en la piel no es grande, pero en el corazón de una madre es inmensa. “Tenía que acostumbrarme a que mi niño tan pequeño ya estaba luchando con su salud”. Esto la entristece porque el cuidado debe seguir para siempre.
Fueron días dolorosos para ella. Su padre apenas tenía seis meses de fallecido. “Yo estaba pasando por el duelo de perder a mi papá y pensaba que era lo peor que le podía pasar a alguien. Nunca imaginé que lo más grave estaba en camino: la primera cirugía de mi niño. En medio del dolor por la pérdida, debía enfrentarme a esta realidad con mi hijo”. Es una mujer valiente.
Su segunda marca, como ella les llama a esos momentos de tensión, la sufrió cuando el niño tenía dos años y seis meses. Había que cerrar un conducto, corregir un soplo que tenía Hilcías. “Cada procedimiento me asustaba, pero era normal. Se sabe que el sólo hecho de entrar a un quirófano es un riesgo y yo soy una madre, además de que siempre he tenido mi fe puesta en el Señor”. Su confianza en Dios no que quebrantó.
El tercer momento “más duro” fue el día que a Marlen le dijeron que Hilcías debía ser operado de nuevo. Se le cayeron los ánimos, pero no perdió la fe. Ya él tenía seis años, “y andaba con la misma energía que usted lo está viendo ahora, como si nada, pero el marcapasos no estaba funcionando. Se rompieron unos cables que había que corregir de inmediato. Él está vivo para un fin”. Lo dice la madre.
Siempre sin síntomas, ella lo lleva porque debe seguir su chequeo rutinario. “Cuando lo atienden, me dicen que hay que operar de nuevo. Ya usted sabe, lo que eso significaba. Aparte del riesgo había que buscar dinero para ese tercer procedimiento”. Los dos primeros habían sido cubiertos por la Fundación David Ortiz.
Dos semanas después lo llevarían al quirófano. Había que comprar el dispositivo que se iba a sustituir, pero ella no contaba con ese monto y el aparatito, que es bien costoso, no aparecía. “Entre diligencia y diligencia, me encuentro en el centro con la joven de la fundación y cuando me pregunta por el niño, porque todo el mundo lo conoce allá, le explico lo que pasa, y me dijo: ‘tranquila, ¿tienes todos los papeles?’. Le dije que sí, y de una vez comenzó a gestionarlo. Un par de días después, me llamó para decirme que de nuevo nos apoyarían”. El agradecimiento que siente hacia el pelotero la pone melancólica. “Todos los días oro por David Ortiz, para que el Señor lo siga prosperando y pueda seguir ayudando a tantos niños que, como Hilcías, necesitan una mano amiga”, concluye.