historias de la vida

Incesto de padre a hija: “Me dijo que yo era la próxima cuando lo sorprendí abusando de mi hermana”

La protagonista de esta historia sólo tenía 13 años cuando vivió esta amarga experiencia. Su hermana, con 16, ya había sido violada otras veces por su papá, pero en esa ocasión le dijo a la menor que tenían que irse de la casa. Así lo hicieron. Eso sí, pasaron el “Masacre a pie”, mientras su familia las daba por desaparecidas.

La protagonista de esta historia se casó por segunda vez, hace tres años y espera que el Señor le permita ser madre. Su hermana tiene tres hijos.

La protagonista de esta historia se casó por segunda vez, hace tres años y espera que el Señor le permita ser madre. Su hermana tiene tres hijos.istock

“Ese día yo quería que mi hermana me ayudara con una tarea. Cantando, como si nada estuviera pasando, entré a la habitacioncita de nosotras dos, y…”. El llanto la ahoga y los movimientos de sus manos (se las agarra y las suelta), dejan claro que es un tema no superado.

Hace un gran esfuerzo para retomar la conversación. A duras penas lo logra. “Cuando me asomé a la puerta, que vi esa escena: mi propio papá abusando de mi hermana, y ella llorando…”. Se limpia las lágrimas y se arma de valor para desahogarse. “Bajé a negro, no lo podía creer. Era algo demasiado grande para mí, que sólo tenía 13 años”. Respira y se toma un trago de agua de la botellita que le acompañaba. Su hermana tenía 16 años para entonces.

Como 10 minutos después de su silencio, habla con un nudo en la garganta que a veces ni se le entendía lo que decía. Había que descifrar su discurso. “Como a las dos horas de eso, ella me encontró llorando cerca de un arroyito que estaba no tan cerca de la casa. Ella también estaba dando gritos. Me abrazó y me dijo: ‘vámonos, no mires para ningún lado’. Le dije que no podíamos hacerle eso a mami, y me contestó que después me explicaba todo”. Se marcharon al caer la tarde con rumbo desconocido.

“Se nos gastaron los pies”

La dueña de esta desgarradora historia y su hermana, caminaron sin rumbo hasta que llegaron al pueblo. Habían nacido y crecido en un campo de la región sur. No les importó lo lejos que estaban de lo que ella llama “la civilización”. “Cada vez se ponía más oscuro, y el miedo nos estaba acabando. Se paraban vehículos a darnos bola y no nos montábamos, decíamos que íbamos cerca”. Sus lágrimas van corriendo por su rostro y va empañando su lindo maquillaje. Ah, de eso, vivió por un buen tiempo. Pero lo contará más adelante.

“Ya no teníamos pies ni ojos”. En este momento sonríe tímidamente. “Íbamos llorando todo el camino y ninguna hablaba de nada. Nos daba vergüenza tocar el tema. No es fácil que tu propio papá te viole, abuse de ti, y en mi caso, saber que estaba en turno para que hiciera lo mismo conmigo”. Fue fuerte escuchar esto. En esta ocasión encontró compañía para llorar.

Siguieron caminando. Eran las 11:50 de la noche cuando se sentaron en el parque del pueblo. “Nunca vamos a olvidar a un señor, dueño de un colmado que estaba frente al parque. Cuando nos vio nos preguntó que qué nos pasaba. Obviamente, no le dijimos la verdad a la clara, pero sí le contamos que nos maltrataban”. No hablaron más con esa persona que, aunque desconocida, se apiadó y les preparó pan con salami y jugo. “Nos dijo para pasar la noche en el colmado, pero preferimos quedarnos en el parque, y se lo agradecimos”. Se fueron del lugar al día siguiente, pero nunca han olvidado ese gran favor.

Repudio a la madre

Después de dos días de haber partido, la protagonista de esta historia le preguntó a su hermana el porqué de su respuesta de que no se preocupara por la angustia de su mamá. “Nunca esperé esa respuesta, porque aunque yo era muy niña, no era estúpida, y me dolió mucho cuando me dijo: ‘mi mamá lo sabía, yo se lo dije la primera vez y no me creyó, por eso cuando siguió pasando, me quedaba callada’. Sentí como que me clavaron un cuchillo”. A seguidas hizo una pregunta: “¿Tú sabes lo que es que ni tu papá ni tu mamá te protejan, que uno abuse de ti y la otra lo tape?”. Para ellas, hoy, luego de 14 años de aquel suceso, ellos siguen sin existir. Se enteraron de que las han buscado, pero no les interesa verlos.

Su hermana quedó embaraza y fue de mucha felicidad.

Su hermana quedó embaraza y fue de mucha felicidad.istock

Huyendo de su papá las dos hermanas se vieron en la necesidad de tener pareja a destiempo

“Mire periodista, le voy a decir algo, a la gente le encanta meterse en la vida ajena sin saber por lo que el otro está pasando. Le digo esto porque sé que comenzarán a opinar cuando le diga que a los 14 años y mi hermana antes de cumplir los 17, nos juntamos con una pareja. Nadie se imagina los trabajos que pasamos”. El llanto vuelve a dominar a quien hoy puede decir que, pese a todo lo que ha pasado, ha podido salir airosa.

Antes de la protagonista de esta historia cumplir los 15 años, se había separado. “Ese muchacho, que me lleva como cinco años, creía que yo era una cosa de esa de boxeo”. Se refiere a un sambá, y en esta ocasión, deja escapar una sonrisa. “Oh, pero quería darme golpe por todo. Si le hacía yuca con huevo, de cena, decía que era plátanos con salami, o sea, todo le molestaba. Es cierto que dejé de pasar hambre y necesidad, pero caramba, me abimbaba”. Tras decir esto, se le preguntó sobre lo que hicieron ella y su hermana antes de llegar a este punto.

Su respuesta: “Mire mi hermana, nos alquilamos en casa de familia, ella en una y yo en otra, después de andar casa por casa ofreciendo este servicio, y llegamos a dormir muchas veces en la calle, y sin comer nada”. No siguió dando detalles y dejó claro que no quiere ni recordar esos momentos. Con su actitud quedó sobre entendido que pasaron las de Caín.

A los jóvenes con quienes se “casaron” los conocieron por donde trabajaban. El de la dueña de esta historia era ayudante de un peluquero, y el de la hermana, un hombre de unos 28 años que se ganaba la vida en negocios de bancas de lotería. “Nos encontramos muchos enamorados, porque usted ve, nosotras somos aparentes”. Se explora un poco para conducir a los demás a que aprecien su figura. Ciertamente, tiene unos ojos muy expresivos, tez clara, un bonito cuerpo y una cabellera abundante que mantienen en muy buen estado.

“Seremos campesinas, pero hemos salido adelante”

Siguiendo con su relato y reforzando el concepto que tiene de su imagen, la joven que hoy tiene 27 años, no pierde tiempo en decir: “Nunca vendimos nuestro cuerpo, nunca dimos nuestro brazo a torcer, porque seremos dos campesinas, pero hemos salido adelante de la miseria y de los traumas que nos causó nuestro propio papá”. Aquí se tambalea un poco, pero evita llorar.

El caso es que, como a su hermana sí le ha ido bien con su pareja, ellos decidieron acogerla y ayudarla. “El marido de mi hermana me dijo que dejara a esa ‘basura’. Es más, mi cuñado se convirtió en nuestro defensor. Me pidió que me mudara con ellos y que me olvidara del mundo. Recuerdo que el día de mis 15 años, me hizo una fiestecita sorpresa...”. La nostalgia y el agradecimiento la invaden y sus lágrimas se encargan de decirlo.

Su hermana quedó embaraza y fue de mucha felicidad. “Recuerdo que ese mismo día que fuimos a la clínica para ella chequearse, vimos a un señor del campo que nos dijo que nos andaban buscando como locos. Le pedimos que no dijera que nos vio, aunque después las dos coincidimos en que nos daba lo mismo que hablara”. Hizo una mueca con la boca que en buen dominicano significa: Ju, ¡qué me importa a mí!

Momento de capacitarse

Como su cuñado vio que a ella le gustaba estudiar, la motivó a inscribirse en la escuela siendo él su tutor. Así lo hizo, pero sólo llegó al segundo del Bachillerato. “Porque mi hermana y él me ayudaron a que hiciera un curso de maquillaje y ahí comencé a ganarme mi peso. Después hice otro curso, y otro y así fui preparándome”. Hoy se dedica al área de Bienes Raíces. “Y me va muy bien, al punto de que ahora yo apoyo a mi cuñado que, aunque por la edad no puede, lo veo como al papá que nunca tuve”. En ese momento vuelve a destacar que su progenitor biológico lo que hizo fue que ella saliera huyendo para evitar ser la próxima víctima de sus aberraciones.