REALIDAD Y FANTASÍA

La tromba de agua

María Cristina de Carías

María Cristina de CaríasArchivo LD

Emma se pasó el fin de semana en casa. No quiso ir a su casita de Nigua, lo que me causo gran extrañeza, porque siempre está haciendo planes con sus amistades de su pueblo.

Quiso permanecer en casa por el anuncio de la vaguada que efectivamente, cayó con furia sobre la ciudad. Temía que, en su ausencia, el agua invadiera nuestro hogar y se armara un caos. Esto nos ha pasado ya varias veces y mi factótum, ha encabezado los esfuerzos para desalojar el liquido elemento. No valió asegurarle que los desagües están en buenas condiciones, que no se trataba de un ciclón, sino de unas lluvias fuertes.

Desde que el cielo se tornó plomizo, mi abnegada cocinera cuanta cubeta tenemos, traperos y escobas, habilitando un rincón con los elementos de defensa, como si se tratara de defender la plaza del enemigo invasor. No bien empezó a llover, aseguro las ventanas y no valieron protestas, puesto que el calor no amainaba. No tuve más remedio que encender el aire acondicionado, rogándole al Altísimo que el contador de la luz, no corriera demasiado de prisa. Emma me consoló, recordándome que esa gente no se toma ya la molestia de leer los numeritos escondidos bajo llave, cobrando lo que se les vienen gana, según el sector.

Con el atronador ruido de los truenos y el sonido de la lluvia, nos sentamos a ver una serie romántica y así olvidarnos por un rato, de la borrasca y los abusos de que somos víctimas, por parte de los encargados de la, tan necesaria energía que, por fortuna, no se ausento, espantada por la tromba de agua.     

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