REALIDAD Y FANTASíA

Tradición y respeto

Ruinas de San Francisco, en la Ciudad Colonial

Ruinas de San Francisco, en la Ciudad ColonialGetty Images/iStockphoto

Ya empezaron los trabajos en la zona histórica de la ciudad de Santo Domingo, varias firmas extranjeras se encuentran interviniendo nuestros monumentos, por cierto, las firmas locales extrañamente no se han dado a conocer.

Es a mi modo de ver acertado traer a colación el terrible incendio que sufrió la más famosa catedral de Francia, Notre Dame, en París. El voraz incendio arrasó con la famosa aguja, colocada por Violet Le Duc, cuando intervino la catedral, en el siglo XIX, así como con la techumbre, sostenida por una cantidad inmensa de maderos de cedro, de tal profusión que, al entramado, lo llamaban El Bosque. Los daños se extendieron por la estructura del vetusto templo gótico, sufriendo numerosos desperfectos.

El gobierno francés convocó a un concurso internacional para la restauración del más amado y conocido de los templos franceses. Las propuestas fueron numerosas y como sucede hoy en día, fueron enviadas propuestas arriesgadas, por firmas de arquitectos, desde todos los puntos del globo. Salidas de las mentes visionarias de la nueva generación de profesionales de la arquitectura.

El presidente de la República Francesa revisó las propuestas con su equipo de expertos y luego, declaró a su gabinete, a su país y al mundo que la catedral de Notre Dame sería restaurada mediante los planos dejados por Violet Le Duc, los que afortunadamente se conservan. Dando así un contundente ejemplo a su país y al mundo, para que los tesoros nacionales se conserven de la forma como fueron construidos, respetando en lo posible la estructura original y utilizando los materiales con que fueron levantados.

Para restaurar esta obra maestra de la arquitectura Gótica la tradición artesanal volvió a tomar las riendas en la magna obra. De las manos de los canteros, carpinteros, vidrieros y demás maestros dedicados a oficios de la restauración de los monumentos franceses, se empezó la ardua labor de devolver a su antiguo esplendor el templo más amado de la capital francesa.

El respeto por la tradición en la restauración es uno de los mayores requisitos para que las grandes obras del pasado, permanezcan en el tiempo, tal y como fueron concebidas por las generaciones que las levantaron, con materiales que han desafiado el paso de los años.

En nuestro caso, las ruinas de San Francisco, uno de los primeros templos levantados en suelo americano, no puede ni debe ser desfigurado, transformándolo en una mole de cemento, destinada a centro de convenciones. El proyecto, repudiado por el pueblo dominicano, hace unos años, cuando se hizo la primera intervención, en la ciudad colonial, con un préstamo del BID, figura de nuevo, dentro de los planes de este nuevo préstamo.

San Francisco es nuestra Notre Dame y debemos de nuevo repudiar este atentado. Las ruinas se pueden consolidar, y con materiales trasparentes, cubrirlas para preservarlas y permitir que luzca su señorial y elegante belleza. Rodeada de un parque adornado con árboles de copiosos ramajes, para que sirva como pulmón del entorno y esplendido marco para nuestra joya más preciada.         

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