La Vida

del campo a la ciudad

Elisabeth Quezada: “Eché p’alante con los cuartos contados”

Esta mujer que hoy, junto a su mejor amigo, tiene su propia empresa, ha sabido levantarse del piso, donde literalmente tuvo que dormir, y ha tenido que luchar contra la miseria para poder lograr su objetivo de convertirse en una profesional. Ahora cuenta su historia porque ve lo fácil que algunos jóvenes “tiran la toalla”.

Elisabeth Quezada

A veces hay historias interesantes que están frente a tus ojos y no las ves. Con Elisabeth Quezada Arias ha pasado exactamente esto. Al parecer, conocerla desde hace varios años no fue suficiente como para notar que detrás de esa mujer inteligente, sobre todo, en lo que a números se refiere, hay una persona que durmió en el suelo y que bebía agua para disipar el hambre porque tenía que elegir entre comer o caminar largos kilómetros para ir a la universidad.

Este era el precio que pagaba, no sólo por ser pobre, sino por querer estudiar y superarse. En Constanza, su pueblo, no era que vivía a las mil maravillas, pero al menos tenía comida y una cama. “Al llegar a la capital no imaginé que un ser humano podía pasar tanto trabajo”. Recordar esta parte de su vida la pone melancólica. No es sorpresa. Antes de contar su historia se autodefinió como “llorona”.

Elisabeth decidió hablar de su peor época porque le preocupa ver cómo algunos jóvenes “tiran la toalla” por cualquier inconveniente que encuentren en el camino. Ella sabe que venir del campo a la ciudad a buscar un mejor porvenir, no es nada fácil, pero sus ganas de convertirse en una profesional y darle un mejor porvenir a su madre y a su familia, le dieron fuerzas para seguir. “Fueron muchas las noches que me acosté sin comer, y en el piso, porque no tenía cama; con los pies pelados de caminar porque era o una cosa o la otra”. Su voz se quiebra al contar esta parte, pero la satisfacción de lo que ha logrado le gana la partida a las lágrimas.

Sus amigos le pagaron la graduación

Quiso tirar la toalla en muchas ocasiones. “Recuerdo que conversando con un amigo que hasta la fecha conservo, le dije: ‘me voy para Constanza, estoy cansada de rodar y pasar por tanto’ y su respuesta fue: ‘recuerda que aquí es que se hacen los cheques’. Estuve unos meses sin estudiar y volví al pueblo hasta que mi cuñada me aceptó en su casa”. Eso la ayudó a retomar la carrera.

La dueña de esta historia tardó en graduarse más de lo que pensó. Tenía que lidiar con las barreras de las limitaciones y con las responsabilidades de la carrera. “Cuando llegó el día, no iba asistir al acto porque no tenía dinero para pagar el derecho a graduación. Entonces me llaman de la universidad faltando poco para la graduación y me dicen que estoy en la lista de honores, pero no aparezco en la lista de los graduandos. En ese momento, mis compañeros de grado que trabajaban, juntaron el dinero y pagaron mi derecho a graduación”. Al recordar este gesto la invade la nostalgia, pero no le impide que vuelva a agradecerle a esos amigos.

Elisabeth anima a la juventud a que persiga sus sueños y trabaje para superarse.

Hoy es licenciada en Contabilidad, en la Universidad Dominicana O & M, y tiene una maestría en Contabilidad Tributaria, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Ama su carrera, aunque cuando vino de su pueblo quería estudiar educación, mención matemáticas para volver a Constanza a dar clases en el liceo donde estudió. “Fue que, al llegar aquí, los planes cambiaron y me decidí por Contabilidad, y de eso vivo”. Está orgullosa de lo logrado.

Se le preguntó cómo fue su primer trabajo. A ello Elisabeth respondió: “Fue como secretaria en un taller de mecánica automotriz y pintura, ganando 4,000 pesos al mes. Recuerdo que mi primer sueldo se lo di intacto a mi mamá”. Saber que hizo lo correcto, la hace sentir bien, pese a que: “eché p’alante con los cuartos contados”.

Una canción le salvó la vida

Elisabeth Quezada vino en el año 2003 desde Constanza a la capital. En enero de 2004 entró a la universidad. Llegó con una maleta repleta de sueños, mismos que se quebraron cuando se encontró con una realidad que estaba muy lejos de ser la puerta del éxito. Estaba dispuesta a vencer obstáculos. Sabía que no iba a ser fácil, pero nunca imaginó que se quedaría corta.

“Inicialmente, viví con la madre de una hermana de padre, que residía en España. Luego tuve que independizarme, pero no fue fácil. En muchas ocasiones me levanté porque no había otra opción. Cuando tocas fondo no queda más que levantarte y seguir. Como te dije, pasé todo tipo de trabajo. Luego mi hermano mayor, también de parte de padre, se mudó a la capital, y me fui vivir con su familia. Ahí las cosas cambiaron y puedo asegurar que con ellos tuve los años más felices de mi pasado”. Recordarlo la transporta a aquellos años.

La dueña de este relato hace la aclaración con relación a sus hermanos porque su familia es numerosa. De padre y madre sólo tiene una hermana; por parte de su padre Ramón Quezada, y de madre tiene dos hermanos mayores.

Entre todas las amargas experiencias de su vida, lo que más daño le ha hecho a la protagonista de esta historia es la fuerte depresión que tuvo. “Yo he pasado de todo lo que puedas imaginarte, pero sentía que la tristeza no me abandonaba. Iba a discotecas, bebía... sin yo ser así. Llegué a pensar hasta en atentar contra mi vida”. Esto la pone triste, pero se repone: “La canción del pastor Marcos Yaroide 'Que se abran los cielos', me salvó. ¡Wao! Nunca lo voy a olvidar. Años después me invitan a la iglesia donde él es pastor y ahí conocí a Jesús auténtico”. “No puedo negar que Dios me ha bendecido en cada etapa, con personas que me han dado su apoyo. No te voy a negar que en lo humano, lo primero que le digo es: ¿por qué a mí?, pero siempre tengo la certeza de que todo mejorara”. Da muestra de su fe y no pasa por alto decir que, tener a Jesús y a su madre, Erodina Arias, en su vida, es lo que la ha ayudado a vencer las barreras.

Madre soltera

En 2014, Elisabeth trae al mundo otro motivo para luchar en la vida. Nació Ángeles Sophia, y se convirtió en una de las tantas madres solteras, a las que les toca, no sólo luchar por ellas, sino también por su criatura. “Fue un momento de muchas emociones encontradas: felicidad y tristeza, mucho miedo..., me desvelaba pensando si iba a poder con toda aquella responsabilidad. Tuve depresión postparto y no lo sabía. Ya luego escuché una especialista hablar del tema y recuerdo que dije: pero yo pasé por eso”. Ahora lo cuenta con gallardía porque pudo vencerla.

Tan linda es la relación que tiene con su niña que, se le iluminan los ojos al decir: “Mi hija es mi inspiración. Por ella me levanto todos los días a enfrentar el mundo, porque aunque he vencido las dificultades para salir adelante y tener una buena preparación académica, me he caído otras veces y he vuelto a levantarme. Eso sí, cuando pienso en ella y en mi mamá, tomo fuerzas y continúo, aunque debo decir también que, mi mayor miedo es faltarles o que ellas me falten a mí”. Elisabeth es una mujer de armas tomar.

“Mi hija es mi inspiración”, dice Elisabeth Quezada.

En la actualidad

Ahora mismo está enfocada en su principal proyecto, que es su familia. Ya en el plano profesional desarrolla con su mejor amigo una plataforma enfocada en la asesoría contable, fiscal y financiera. “Somos como una pequeña familia en aumento”. Desde 2019 tiene a su cargo el Departamento de Contabilidad del equipo de pelota Estrellas Orientales, “una posición que me ha permitido conocer a mucha gente que le suman a mi vida a través de sus conocimientos y trato”. Esto la hace feliz y se despide estimulando a la juventud a que luche por sus sueños y se esfuerce por superarse pese a los obstáculos. “Recuerda que es un día a la vez”.

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