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¡Ay! Esos empleados de mal humor...

Carmenchu Brusíloff

Carmenchu BrusíloffLISTÍN DIARIO

Hace poco Marta Quéliz escribía sobre el mal trato que en algunos restaurantes y comercios ofrecen los empleados a los clientes. Ese día decidí, en mis diligencias, fijarme en la actitud de los empleados. Entré a una tienda de productos farmacéuticos y médicos. Ante un mostrador un señor espera que la empleada le dirija la palabra, como no lo hace, él le pregunta si tiene algún problema. ¿Su respuesta? Levantar los hombros y preguntar qué quiere. Me dirijo a una estantería, bajo lo que busco y acudo a otra cajera. ‘Buenos días’, le digo. Me mira, pero no contesta. Al irme le doy las gracias. Es como si no me oyera. Pero estoy decidida a encontrar empleados atentos. ¡Y aparecen!

En el Supermercado: Fanny

En el Supermercado Nacional del CCN, pago a menudo en la caja donde está Fanny. Me parece que es la 3. Ella ya sabe que generalmente ando a pie y tengo que cruzar dos calles y un parqueo. Conoce asimismo mi interés por tener el mismo empacador, al que incluso puedo esperar a que le toque el turno. La última vez, empero, no está a la vista. Fanny, luego de saludarme con una sonrisa, me explica que el empacador de antes ya no trabaja en el súper, pero a seguidas, se dirige al nuevo y le pide que cuando me acompañe camine despacio, que yo no puedo andar rápido. ¡Gracias, Fanny, por tus atenciones! Felicitaciones al súper por tener personal que, como Fanny, se preocupa por el bienestar de los clientes.

En el Multicentro: María

Buscaba un pequeño maletín con ruedas y medidas específicas. Llevé, por si acaso, una cinta métrica. En el Multicentro Sirena de la avenida Winston Churchill aparece ¡uno! Pero no tiene el código de barras ni el precio aparece en parte. Lo llevo conmigo y a una joven que camina por la primera planta le pregunto si puede averiguar cuánto cuesta, pues quiero comprarlo. Solícita se lo lleva consigo. Quedo en esperarla en el mismo sitio. Tras más de quince minutos llega con el maletín y otro algo más ancho. Por más que buscó y preguntó y quiso averiguar, no hubo quién le consiguiera ni código de barras ni precio. Por tanto, no puedo comprarlo, por más que ella se preocupó por complacerme. Tras darle las gracias le pregunto si es supervisora. ‘No, soy cajera’. ¿Cómo te llamas? María. Gracias, María, por tu esfuerzo.

Y en la farmacia: Jenny

Una o dos veces al mes voy a comprar al local de Farma Value en Naco. Allí me atienden diferentes empleados, pero en la caja está Jenny que, aunque no sepa de memoria mi nombre, muestra con un gesto amable y una ligera sonrisa que ha reconocido mi cara. Con esa actitud uno se siente bien.

¡Vamos a reconocerlos!

Me tomó tiempo encontrar empleados que hacen sentir bien al cliente, pero confío en que seguirán apareciendo, aunque sean los menos. ¡Vamos a reconocerlos!

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