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Destino 

El milenario Mont Saint-Michel, una oportunidad para una visita reposada a Normandía

Este destino turístico cumple mil años desde el inicio de su construcción sobre el islote

l islote del Mont Saint-Michel, con la abadía claramente visible en su cima. A la izquierda, la pasarela peatonal por la que se accede desde 2015, en sustitución del dique con aparcamiento que fue eliminado para devolver la condición de insularidad al pueblo.

El islote del Mont Saint-Michel, con la abadía claramente visible en su cima. A.EFE

Uno de los destinos turísticos más famosos del mundo está de aniversario. Es la abadía del Mont-Saint Michel, que cumple mil años desde el inicio de su construcción sobre el islote, famoso por cómo las mareas altas lo aíslan de tierra, en el noroeste de Francia

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++ Fue en 1023 cuando el duque de Normandía Roberto II encargó al obispo de la cercana Avranches construir un monasterio sobre la roca, en la que ya desde comienzos del siglo VIII había una capilla y luego una pequeña iglesia.

++ El milenario se celebra con exposiciones, conferencias, representaciones artísticas o visitas nocturnas, dedicadas a mostrar la riqueza histórica y natural de un lugar único, en el que las grandes mareas (hasta quince metros de altura respecto a la marea baja) convierten al Monte en una isla varias veces al año.

++ Es el séptimo destino turístico más visitado de Francia, con 2,9 millones de visitantes en 2022, el primero que está fuera de París. Esto supone una media de 7.912 personas diarias, que entran de forma gratuita por solo un portón que se abre en la muralla baja. Y en un lugar de menos de siete hectáreas, parte de las cuales no están construidas por su tortuosa orografía, la afluencia genera problemas.

Uno de los rebaños de ovejas que pastan en las praderas que, de forma regular, quedan inundadas por la marea alta. Los corderos que se alimentan aquí, llamados "prés-salés"

Uno de los rebaños de ovejas que pastan en las praderas que, de forma regular, quedan inundadas por la marea alta. Los corderos que se alimentan aquí, llamados "prés-salés"EFE

Lugar de leyendas, destino y partida de peregrinaciones, con una historia rica y agitada... el Monte, como le conocen los normandos, ofrece una de las imágenes más reconocibles en las fotografías de monumentos y paisajes. Está catalogado como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1979.

Fue en 1023 cuando el duque de Normandía Roberto II encargó al obispo de la cercana Avranches construir un monasterio sobre la roca, en la que ya desde comienzos del siglo VIII había una capilla y luego una pequeña iglesia.

La escarpada roca obligó a construir el monasterio en diferentes niveles: la iglesia, el refectorio y el claustro en la cima, mientras que las cocinas, la sala para homenajear a invitados ilustres, el "scriptorium", las bodegas y otras dependencias están en distintos pisos inferiores, en una disposición única en una abadía medieval.

Desde la explanada frente a la iglesia se puede admirar una impresionante vista. En esta dirección, la desembocadura y el estuario del río Couesno

Desde la explanada frente a la iglesia se puede admirar una impresionante vista. En esta dirección, la desembocadura y el estuario del río CouesnoEFE

El lugar fue objeto de guerras entre los duques de Bretaña y Normandía, y durante treinta años fue sitiado por los ingleses durante tres décadas durante la Guerra de los Cien Años, en el siglo XV, aunque no pudieron tomarlo.

Luego, entre los siglos XVI y XIX, sirvió de prisión para reclusos ilustres que los reyes o la Revolución querían mantener lejos de París.

Desde el principio y atraídos por la leyenda de que el propio arcángel San Gabriel se apareció en el 708 al obispo Aubert para pedirle que construyera un templo en su honor en el Monte, los peregrinos comenzaron a llegar.

Además, Mont-Saint-Michel se convirtió en punto de paso o de partida a los peregrinos a Santiago de Compostela por vía marítima o el camino terrestre de la costa atlántica.

La bandera de Normandía ondea orgullosa en la muralla que protege desde hace siglos al Mont Saint-Michel de las invasiones.

La bandera de Normandía ondea orgullosa en la muralla que protege desde hace siglos al Mont Saint-Michel de las invasiones.EFE

El milenario se celebra con exposiciones, conferencias, representaciones artísticas o visitas nocturnas, dedicadas a mostrar la riqueza histórica y natural de un lugar único, en el que las grandes mareas (hasta quince metros de altura respecto a la marea baja) convierten al Monte en una isla varias veces al año.

En cambio, en marea baja, el lugar está rodeado de inmensos arenales que se pueden contemplar, en una visión majestuosa, desde la elevada plaza situada ante la entrada de la iglesia, coronada por una estatua dorada de San Miguel, que protege la bahía y sus habitantes desde unos 160 metros de altura.

PROBLEMAS AMBIENTALES Y TURÍSTICOS.

Pero no todo ha sido positivo en este lugar, que parece salido de un cuento, con callejuelas estrechas y casas de aire medieval, que tiene hasta una pequeña capilla y un diminuto cementerio.

La sala de invitados del monasterio del Mont Saint-Michel. Esta es la sala donde se celebraban banquetes y recepciones para los invitados y huéspedes ilustres de la abadía.

La sala de invitados del monasterio del Mont Saint-Michel. Esta es la sala donde se celebraban banquetes y recepciones para los invitados y huéspedes ilustres de la abadía.EFE

Y es que estamos en el séptimo destino turístico más visitado de Francia, con 2,9 millones de visitantes en 2022, pero es también el primero que está fuera de París. Esto supone una media de 7.912 personas diarias, que entran de forma gratuita por solo un portón que se abre en la muralla baja. Y en un lugar de menos de siete hectáreas, parte de las cuales no están construidas por su tortuosa orografía, la afluencia genera problemas.

Y solo 1,2 millones de los visitantes suben a la abadía, pues los demás prefieren quedarse solo un rato para pasear por las callejuelas y entrar en los negocios de hostelería y tiendas de recuerdos que dominan el pueblo, en el que apenas viven unas pocas decenas de personas.

El claustro de la abadía tiene dobles filas de columnas y de arcos. La estructura parece suspendida entre el cielo y el mar. En su lado sur hay un mirador que ofrece un paisaje único para un claustro medieval.

El claustro de la abadía tiene dobles filas de columnas y de arcos. La estructura parece suspendida entre el cielo y el mar. EFE

El gran problema que vivió el Monte es que el dique con carretera que le unía a tierra desde 1879, y que llegó a tener hasta una vía de tren, cambió la circulación de las mareas y amenazaba con llenar de arena y fango el islote.

Fueron necesarios años de estudios y ensayos, más otro decenio de obras, para una solución que se inauguró en 2015: se eliminó el dique y se construyó una pasarela peatonal sobre pilotes, bajo la cual puede circular el agua.

Ahora solo se puede acceder a pie o por autobuses lanzadera eléctricos que inician su recorrido en un enorme aparcamiento tierra adentro.

Mont-Saint-Michel se convirtió en punto de paso o de partida a los peregrinos a Santiago de Compostela por vía marítima o el camino terrestre de la costa atlántica.

Mont-Saint-Michel se convirtió en punto de paso o de partida a los peregrinos a Santiago de Compostela por vía marítima o el camino terrestre de la costa atlántica.EFE

Una vez asegurada la supervivencia del islote, las autoridades se lanzaron a intentar corregir, al menos en parte, el turismo masivo y rápido que apenas pasa unas horas en la roca.

Para ello, se ha puesto en marcha una red de albergues rurales por la región, y se han creado o potenciado rutas a pie y en bicicleta.

Eso permite que los visitantes permanezcan más tiempo en la zona, disfrutándola a fondo y apreciando otros lugares y todos sus detalles.

Las rutas rurales incluyen el antiguo camino de peregrinos que se remonta a la Edad Media y partía de la catedral de Chichester, en Inglaterra, y tras llegar por barco a Barfleur baja por senderos hasta el Monte.

CÓMO LLEGAR, DÓNDE QUEDARSE, QUÉ HACER EN LA ZONA.

La inmensa mayoría de los visitantes acuden en lo alto del verano (junio, julio y agosto). En primavera y otoño no hay demasiada gente, ni siquiera los fines de semana. Lo principal es encontrar un momento con buen tiempo, algo que no es fácil pero posible.

En cuanto al transporte, llegar al Mont-Saint Michel no es tan fácil como a los destinos turísticos de las grandes ciudades, pero tampoco es tan complicado.

En primer lugar, está el automóvil, lo que requiere un viaje largo pero luego ofrece más flexibilidad de desplazamiento.

Otra opción son los vuelos directos de Madrid a Nantes y ahí alquilar un vehículo, que solo habrá que conducir dos horas hasta el Monte.

Al estar nuestro destino en una zona muy rural, hay muy poco transporte público, pero desde París se puede tomar un tren especial que sale de la estación de Montparnasse y llega hasta Pontorson.

Desde allí, un sistema de autobuses lanzadera recorre en poco más de diez minutos los 7,5 kilómetros que hay hasta el aparcamiento del Monte.

Y en ese estacionamiento está la base de los autobuses que llevan a todos los visitantes hasta el pie del islote. Los últimos 200 metros se hacen a pie. Por supuesto, este trayecto también se puede hacer paseando y así disfrutar del espléndido paisaje.

En el mismo aparcamiento hay también un buen hotel, el Relais Saint-Michel, de solo dos alturas para no afear el paisaje, y que tiene algunas habitaciones con grandes ventanales con una vista muy especial: el Mont Saint-Michel sin obstáculos de por medio.

  1. También hay un camping, muy disimulado entre árboles, para quienes se desplacen en caravana o autocaravana, una opción cada vez más popular.

Ya que estamos por allí, y si tenemos vehículo propio, la región ofrece muchos otros atractivos, yendo hacia el norte, desde los numerosos "chateaux", hasta las playas del Desembarco de Normandía (la más famosa, Omaha Beach está a una hora y media en coche) y sus diversos museos y cementerios históricos.

Un poco más lejos (a dos horas del Monte) está el histórico pueblo de Barfleur, uno de los más bonitos de Francia, desde donde el duque Guillermo el Conquistador partió en 1066 para hacerse con el trono de Inglaterra.

Una hazaña mostrada pocos años después en el famoso Tapiz de Bayeux, una tela de casi 70 metros de largo bordada a mano a finales del siglo XI para mostrar, como en un cómic, toda la historia del duque Guillermo hasta su conquista inglesa. Está a una hora y veinte minutos del Monte.

Pero si viajamos hacia el oeste nos adentraremos en Bretaña. Y a cincuenta minutos en automóvil está Saint-Malo, la ciudad corsaria, cuyo casco antiguo (llamado "intra-muros") tiene unas murallas que datan del siglo XII.

RICA GASTRONOMÍA LOCAL.

Y puestos a pasar unos días por la zona, hay que aprovechar la oferta gastronómica local, que es mucha y muy buena.

La comarca tiene una delicia que no se puede encontrar en otro lugar: los famosos corderos de los "prés-salés", las praderas de hierba que las aguas del mar cubren cuando llegan las grandes mareas para crear hierba salada.

Los rebaños se alimentan de esa hierba y su carne adquiere un sabor salado de forma natural. Asados, los corderos ofrecen un delicado y único sabor a sal marina sin necesidad de más sazón.

En el Monte es ya una tradición visitar La Mere Poulard, restaurante que remonta sus raíces a 1888, con un plato concebido por su fundadora, la tortilla "soufflée”, aunque también tiene ya un hotel y una pequeña fábrica de galletas de mantequilla, otra especialidad regional.

Como estamos en aguas frías del Atlántico, no pueden faltar las famosas ostras, mejillones, vieiras, cangrejos y otros mariscos de Normandía y Bretaña, igual que el pescado de la bahía.

La carne de vacuno, con terneros que se alimentan de los pastos locales, es también excelente. La leche ofrece deliciosa nata para postres o cocina salada y no pueden faltar los conocidos quesos normandos, como el Camembert, famoso en todo el mundo, pero también el Pont-l'Évêque y el Livarot, ambos de aroma y sabor mucho más intensos.

Crepes y galettes, dulces o saladas, tienen también su origen en estas tierras, donde se entrecruzan las tradiciones normandas y bretonas.

Al ser tierra de manzanos, la sidra local es el complemento tradicional de las comidas, para las que no puede faltar al final un chupito de calvados, un potente aguardiente normando que se produce destilando sidra. 

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