Hannah Arendt: política, libertad y violencia
La teórica, política y filósofa judía de origen alemán Hannah Arendt, en su libro ¿Qué es la política?, aborda las cuestiones sobre la libertad y la violencia en la política.
En el texto, ella explica que la política tiene que ver con estar juntos los unos a los otros, y considera que su ámbito de aplicación radica en lo «diverso», es decir, las personas se organizan políticamente, a partir de un caos absoluto que se crea a partir de las diferencias.
«La política nace entre las personas en plena libertad, siendo ésta esencial para su ejercicio, porque permite a los individuos actuar de manera autónoma y poder tomar las decisiones que afectan al interés general».
Hannah Arendt establece que, contrario a lo que se cree, la libertad no es suficiente para el ejercicio de la política, sino que para que ésta se lleve a cabo, es necesario un espacio común donde se pueda interactuar y discutir (expresarse de manera espontánea).
En tiempos tan convulsos como estos, se hace indispensable reflexionar sobre la política, la libertad y los episodios de violencia. Arendt sostiene que la política y la violencia son dos esferas diferentes y opuestas.
La violencia surge cuando la política falla y cuando las personas intentan imponer su voluntad a los demás por medio de la fuerza. Usualmente, se considera que la violencia aparece cuando el poder de los actores políticos aumenta, sin embargo, en la visión de Hannah Arendt, sucede cuando el poder se debilita.
Esto se debe a que el poder no radica en una sola persona, sino que pertenece al colectivo, y su existencia depende de que ese grupo se mantenga, es decir, la violencia es una negación de la política porque destruye el espacio político, y con ello, la libertad.
Históricamente, hemos visto que la violencia puede desempeñar un papel en la política, especialmente en situaciones de opresión y lucha por la libertad. Pero, en esos casos, la violencia puede ser una forma de resistencia contra el poder opresivo y puede ayudar a restablecer el espacio político y la libertad, y esa violencia, siempre, debe ser el último recurso.
En el caso de los gobiernos totalitarios, se sabe que la libertad es casi inexistente. El Estado busca controlar todos los aspectos de la vida pública y privada de los individuos, y esto implica la negación de la libertad individual y el sometimiento de la voluntad del individuo a la voluntad del Estado.
Parte de la violencia que promueven los regímenes totalitarios busca que el individuo pierda su capacidad para actuar y pensar de manera independiente y autónoma, para convertirse en un instrumento al servicio del Estado. Además de destruir la esfera pública y la libertad de acción, y en su lugar establecer una sociedad homogénea y uniforme en la que el Estado lo controla todo.
Últimamente, los hechos originados por la “politiquería de baja monta” en República Dominicana, hay que hacer un imperioso y urgente llamado a la reflexión sobre estos temas fundamentales de la condición humana.
Es necesario que el ejercicio político pueda desarrollarse en un espacio donde las personas se reúnan en libertad y sin coacción, donde se pueda interactuar entre sí y discutir libremente las diferentes ideas, con perspectivas que enriquezcan el debate.
Es indispensable que la ciudadanía (todos los sectores) pueda asumir la política, no desde los intereses personales, sino desde lo colectivo. Porque según Hannah Arendt, la participación en la vida política debe ser vista como una actividad valiosa en sí misma, y no como un medio para lograr objetivos personales o de poder.