A LA MODA
El macuto, un arte a cuestas
“La artesanía no debe pasar de moda”, dice Yeryll Prats, una artesana que rescató una herencia cultural para darle nuevas formas y colores.
Ver realizado eso que alguna vez presentías que iba a funcionar porque te encantaba la idea, es increíble, pero que tus padres sean cómplices de este logro es aún más fascinante. Son ellos los que le abrieron el mundo a lo que hoy la hace feliz.
Su piel transpiraba arte, también su corte de pelo, su forma de caminar, la manera en que hablaba y sus gestos. Tenía una sonrisa nerviosa, quizás por la infinidad de emociones porque llegaba la hora de contar la historia de su proyecto, eso a lo que le inyecta colores y creatividad para darle vida a un objeto en desuso, marca país y artesanal: ‘El Macuto’.
Yeryll Prats es una artesana que recibió, durante su niñez, como obsequio, lápices de colores, crayolas y otros tipos de pintura. Por sus arterias, como ella misma dice, corre arte.
Mientras cursaba su master de Cine y Televisión, en España, trabajó como restauradora en Madrid. “Allá rescataba los muebles vintage que las personas tiraban al zafacón y los pintaba, luego los vendía por internet. De eso me mantenía y lo amaba”, cuenta, emocionada.
En uno de sus viajes a la República Dominicana, en busca de souvenirs en la calle ‘El Conde’, encontró el macuto. Lo primero que pensó fue decorarlo y hacerle algunos ajustes para poder regalarlo. “Cuando vi terminado el macuto, le dije a mi madre: ‘Esto es. Voy a dejar mi trabajo y me dedicaré a hacer esto. Yo lo que quiero es poner las cosas feas, bonitas. Quiero restaurar muebles, quiero pintar’. Me apoyó con miedo, pero lo hizo”, recuerda Yeryll.
Durante todos los meses del confinamiento por la pandemia de COVID, Yeryll aprendió sobre la hoja de la palma de guano con la que se elabora el macuto. Hoy ‘Pratstico’ es una firma establecida que recibió certificado de patente por su diseño industrial del macuto en la ONAPI
Detrás de todo el éxito está Olga, su única artesana y quien se encarga de sembrar el guano y tejer cada uno de los bolsos. “Ella es una mujer mayor a quien considero mi madre. Vive en el municipio de Comendador, en Elías Piña”, cuenta.
Olga aprendió a tejer por necesidad, porque lo necesitaba para el sustento de su familia. De cada una de las ventas de estos bolsos, sale la comida y medicina que necesita para sus ‘achaques’. “Sin ella no existe ‘Pratstico’. Sin ella no estamos bien, no hay macuto”, insiste.
¿Por qué usarlo?
Yeryll concluyó motivando a los dominicanos, y a quienes les gusta la moda, a tener un macuto en su closet, dando tres razones para ello:
1. Rescatas una herencia cultural
2. Apoyas el arte dominicano
3. Luces diferente a todos (no se repinten los diseños).