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Urgen proteger sitio arqueológico Anamuya

Ubicado en el municipio de Higüey, este antiguo centro ceremonial aborigen contiene un total de 154 petroglifos, pero se encuentra amenazado por factores naturales y humanos, alerta la antropóloga Clenis Tavarez María, autora de “Anamuya: patrimonio aborigen del este de República Dominicana”.

Se trata del único caso en la isla, y, hasta donde se tiene conocimiento, de todas las Antillas, de arte rupestre en la superficie de una roca en posición horizontal a nivel del terreno. Fotos cortesía de Odalis Rosado y Clenis Tavarez María

Jaclin CamposSanto Domingo, RD

El sitio arqueológico Anamuya, antiguo centro ceremonial aborigen ubicado al noreste del municipio de Higüey, en La Altagracia, debe ser objeto de una acción de protección urgente para garantizar su conservación y puesta en valor como atractivo cultural.

La exhortación la hace la antropóloga e investigadora dominicana Clenis Tavarez María, autora del libro Anamuya: patrimonio aborigen del este de República Dominicana, en el cual advierte que factores naturales y humanos amenazan el sitio, que se encuentra “abandonado a su suerte”.

Debido a la importancia cultural y natural de Anamuya, Tavarez recomienda al Estado declararlo, por ley, patrimonio cultural del país y construir la infraestructura necesaria para preservarlo.

El sitio arqueológico Anamuya, cuya primera mención en la arqueología dominicana la hace Emile de Boyrie en 1955, ocupa un área de aproximadamente un kilómetro cuadrado. Se compone de un abrigo rocoso con arte rupestre, una gran roca horizontal con petroglifos y una roca con petroglifos de reciente descubrimiento.

Los componentes de Anamuya (o Anamuyita) contienen, en total, 154 petroglifos. De ellos, 61 tienen diseño antropomorfo simple; 48, geométrico complejo; 30, geométrico simple; y 15, antropomorfo complejo.

Rostros, laberintos, círculos concéntricos, espirales, cruces, líneas entrecruzadas, puntos, líneas, círculos y arcos destacan entre los motivos de los grabados tallados en la roca y cuya calidad sugiere que fueron realizados por “manos expertas”.

Pero Anamuya “es más que la roca con petroglifos”, indica Tavarez.

Incluye, además, el río Anamuya, sus dos afluentes y el paisaje circundante. Este entorno y sus características, explica la investigadora, incidieron para que los antiguos pobladores de la isla escogieran el enclave como sitio ceremonial. Por sus connotaciones sagradas, el agua es “un componente fundamental” del sitio arqueológico.

Un lugar único

Se trata del único caso en la isla, y, hasta donde se tiene conocimiento, de todas las Antillas, de arte rupestre en la superficie de una roca en posición horizontal a nivel del terreno.

“Ese lugar es único en las Antillas”, afirma Tavarez, quien da cuenta de que existen espacios con características similares en Nicaragua y Venezuela.

La antropóloga y catedrática considera que el sitio arqueológico tiene el potencial para convertirse en un “atractivo recurso de turismo cultural”, gracias a su cercanía con la zona turística del distrito municipal Verón-Punta Cana.

En los alrededores existen cerca de 15 establecimientos de servicios turísticos como ranchos, paradores y tirolesas.

A pesar de su importancia, existe poca información arqueológica sobre Anamuya, dice la antropóloga, que realizó una “investigación participativa”, que se alimentó de fuentes documentales, entrevistas a los habitantes de la comunidad y arqueólogos.

Nuevas investigaciones deberían concentrarse en encontrar evidencias materiales del uso que los aborígenes daban al enclave de Anamuya.

“Pero antes de investigar -insiste Tavarez-, lo primero que hay que hacer es protegerlo”.

El libro

La primera edición del libro Anamuya: patrimonio aborigen del este de República Dominicana, autoría de la antropóloga dominicana Clenis Tavarez María, fue publicada por la Sección Nacional Dominicana del Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH), y el Instituto Geográfico Nacional José Joaquín Hungría Morell (IGN-JJHM).

El “aporte más trascendental” del trabajo de Tavarez, señala un comunicado de las instituciones, es demostrar que el sitio arqueológico fue un centro ceremonial aborigen del cacicazgo de Higüey “con características diferentes a muchos otros, como el de La Aleta del Parque Nacional del Este o Cotubanamá, localizado en el mismo cacicazgo”.

Bolívar Troncoso Morales, director general del IGN-JJHM y presidente de la IPGH, escribió la presentación del libro; Divaldo Gutiérrez Calvache, el prólogo.

El acto de puesta en circulación tuvo lugar en la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña y contó con la participación de historiadores, antropólogos, personalidades higüeyanas y directores de museos.