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Turismo religioso: un viaje a través del sincretismo ecuatoriano

Basílicas, catedrales, iglesias y capillas integran la amplia oferta de santuarios religiosos presentes en todo Ecuador y que mantienen las puertas abiertas a visitantes curiosos.

Iglesia Compañía de Jesús. Foto: Ashley Ann Presinal

Ashley Ann PresinalQuito, Ecuador

Desde lo alto de la gran montaña de El Panecillo, a más de 3,000 metros sobre el nivel del mar, una Virgen alada observa la capital ecuatoriana como si protegiera a todos aquellos que habitan y conviven bajo sus pies.

Esta imponente escultura, de casi 50 años de antigüedad, conocida como la “Virgen del Panecillo” recibe la admiración de miles de turistas expectantes que desde abajo quedan maravillados con su majestuosidad.

Construida a petición española con el fin de que los indígenas entendieran la figura de la Virgen católica desde su cosmovisión, es una muestra perfecta del sincretismo mágico-religioso que tiene lugar en Ecuador.

Este destino sudamericano es idóneo para quienes optan por realizar un turismo “fuera de lo común” que busca adentrarse en la espiritualidad, creencias, tradiciones y cultura de un país: el turismo religioso.

Basílicas, catedrales, iglesias y capillas integran la amplia oferta de santuarios religiosos presentes en todo Ecuador y que mantienen las puertas abiertas a visitantes curiosos.

Museo de la Ciudad de Quito

En este lugar, inaugurado el 23 de julio de 1998, fungió por más de 400 años el Antiguo Hospital San Juan de Dios, donde se atendían enfermos, se curaban heridos, se recibían nuevas vidas y se veía partir a otros del plano físico recibiendo un acompañamiento espiritual.

Tras ser abandonada por varios años, la edificación que empezó como un hospital de “misericordia” fue transformada en un centro histórico y museo de Quito integrado por seis salas permanentes que hablan de toda la cronología de la ciudad.

Dentro, los turistas pueden visitar el antiguo leprario, la enfermería y la Capilla de Nuestra Señora de Los Ángeles, en esta última se realizaban todos los ritos de las personas que morían o nacían en el hospital. Las paredes de este templo, talladas a mano, se relacionan con la petición de que algún día los pacientes pudieran recuperarse de la enfermedad que les aquejaba.

Iglesia recubierta en oro

Visitar el Quito Colonial es sinónimo de ir directo a uno de sus mayores atractivos: la Iglesia de la Compañía de Jesús. Reconocida como la iglesia barroca más importante de América Latina, este templo es considerado como una “joya” del continente.

Su magnífica construcción recubierta en pan de oro quiteño, una lámina delgada de este material, demoró exactamente 160 años.

Ni bien se abren las puertas de esta iglesia lo que llama la atención de los visitantes es toda su cubierta brillante y dorada. Algunos dicen que en su interior alberga toneladas de oro, otros estudiosos afirman que se trata de aproximadamente 70 kilos de este material.

Según relatan los ciudadanos, en un principio para los indígenas era importante que las obras de arte colocadas dentro del templo fueran dignas de culto, pero que no llevaran firmas de autores, ya que eran analfabetos. Uno de los cuadros más sobresalientes en la edificación es “El infierno y el juicio final”, pintado por Alejandro Salas.

Basílica del Voto Nacional

Ubicada frente al parque del expresidente García Moreno, esta iglesia empezó a tomar forma en 1890 luego de que un arquitecto francés se encargara de los diseños, semejantes a los de la Catedral de Notre Dame en París.

Además de su destacada estructura gótica en medio de Quito, en la edificación resaltan estatuas de animales como caimanes, pumas, monos, lagartijas, osos hormigueros y delfines colocadas en sus alrededores, como si se tratara de “gárgolas”.

El gran “viaje” de la muerte

Una pregunta frecuente entre las comunidades indígenas del Ecuador era: “¿Qué pasa después de la muerte y cómo despediré a los míos?”. La respuesta venía acompañada de una serie de rituales que “encaminaban” a las almas hacia la segunda vida.

Para los quechuas, este gran viaje iba acompañado de alimentos y las personas eran enterradas en grandes círculos profundos junto a sus vestimentas, sin seguir ningún proceso de momificación.

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