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HISTORIAS DE LA VIDA

“Me hice como siete abortos, estuve al morirme y ahora no podré tener hijos”

La joven que ahora tiene 29 años, perdió su matrimonio por no poder “darle un hijo" al que era su esposo. La joven llegó hacerse abortos con la ayuda de hierbas abortivas, fármacos y quirúrgicos. ISTOCK

Marta QuélizSanto Domingo, RD

Esta entrevista estaba pautada para hacerse en la casa de la protagonista. El lunes pasado a las 7:15 de la mañana, comunicó al equipo de LISTÍN DIARIO que prefería que se realizara en su lugar de trabajo. Tomó su hora de almuerzo para contar su historia tan desgarradora como quedó su útero luego de haberse practicado siete abortos.

Tenía un uniforme gris, un calzado negro, y en el pelo un gorrito que de inmediato se quitó para ponerlo en una mesita en la que también acomodó una escoba que estaba mal puesta. “Cualquiera se rompe el caco si ese palo se cae”. Se ríe y a seguidas se sienta en la otra silla que había en el reducido espacio donde iba a contar sobre la parte más oscura de su vida.

“¿Qué quieres que te diga?”, preguntó dispuesta a responder sobre los abortos que se ha hecho y le han obligado a hacerse, y sobre su realidad de ser hoy una mujer estéril. Se veía fuerte y así comenzó: “Para que sepas, mi primer aborto me lo hicieron cuando yo tenía 14 años. Yo no tenía decisión, lo único que sentía era mucho miedo porque solo pensaba en lo que me iba a hacer mi papá si se enteraba de que estaba preñá’. No era fácil”. Terminó de completar esta cita a duras penas.

Una toallita azul, que también estaba sobre la mesita aquella, le sirve para limpiar su cara. Retoma la historia donde la dejó: “Mi papá era guardia, yo sabía que, si se enteraba, me mataba. Gracias a Dios que lo que me dieron fue un té de unas hojas amargas, bueno, nunca he podido borrar ese sabor”. Hubo que esperar de nuevo porque llorar era su forma de desahogo.

“El papá tenía 28 años”

Mientras ella iba relatando su historia, al menos la de su primer aborto, había que respirar profundo para disimular la impotencia. “Ese hombre era mi vecino, yo cruzaba siempre ayudar a su mamá con los oficios. Él comenzó a enamorarme y a decirme que parecía más adulta y que era muy linda. Me fue gustando hasta que un día que la vecina no estaba ahí, me entró a su cuarto y usted sabe lo que pasó…”. Vuelven las lágrimas a expresar su dolor y en esta ocasión encontró compañía.

Casi dos meses después, se da cuenta de que está rara. Mareos, vómitos y sueño le alertaban de que estaba embarazada. “Yo no sabía mucho de eso, pero como a mi mamá le dieron muchos malestares con mi hermanito, tenía una idea. Se lo dije a él y se echó a reír. ‘Tú ta’ loca, si es verdad, prepárate a botar ese muchacho’. Él se lo contó a la mamá y ella lo quería matar, pero dizque para ayudarme a mí, me dio un té rarísimo y como al otro día sentí que me bajó el periodo, pero abundante. Me duró como 10 días y me sentí aliviada”. Esto la pone triste, pero admite que creyó que esa era la “solución”.

Tal vez no tenía la madurez para saber que se exponía a un gran riesgo con esa relación y con el desenlace de su embarazo, pero sí la tuvo para alejarse de ese hombre y de esa casa. “Mi mamá me preguntaba que por qué no iba a ayudar a la vecina, que era su amiga, y yo le decía que tenía muchas tareas”. Cursaba el octavo grado para ese entonces.

Esa situación le causó un trauma que “terminó” cuando cumplió 17 años. “Me enamoré de un muchacho, también mayor que yo. Salí embarazada de nuevo y averigüé cuál era el té que me habían dado, y volví a beberlo. Me fue bien, y lo cogí de relajo, pero con el último me desgarraron el útero, quedé estéril y al borde de la muerte”. Vuelve a llorar sin consuelo, pero sacando fuerzas para aconsejar a la juventud. Hoy tiene 29 años.

“Cuando mi esposo supo que mi infertilidad era por haber abusado de los abortos, me botó”

La joven, que hoy tiene 29 años, cuenta paso a paso sobre la edad en la que se hizo los abortos y los métodos usados. Como ya se dijo, el primero fue a los 14 y el segundo a los 17. O sea, siendo una menor de edad y ambos con personas adultas. “Esos dos fueron con plantas, al igual que el tercero, que también era del mismo muchacho, un estudiante de cuarto del bachillerato que tenía más de 20 años. Cuando mi tercera barriga, ya yo tenía 18 años”. Agacha la cabeza, e hizo amagos como de arrepentirse continuar contando su historia.

¿Qué le pasa, no quiere seguir conversando? Fue la pregunta que se le hizo cuando se paró de pronto de la silla plegadiza en donde estaba sentada. “Vamos a dejar eso hasta ahí”. Se le dijo que no había problemas. Había que respetar su decisión. Dio unos cuantos pasos para retirarse, y de repente dijo: “Es más, voy terminar lo que empecé, que no la puedo poner de relajo”. Se sentó de nuevo y rápido medio resumió lo acontecido. “Seguí con mi relación con el muchacho. Ya yo era mayor de edad, pero con una mentalidad de niña. Vuelvo y salgo 'preñá'. Ahí si sufrí yo, porque no quería botarlo. Te lo juro, ya quería tener un hijo”. Esto lo termina diciendo entre sollozos.

En esta ocasión, el padre de la criatura le compra una pastilla y se la toma en contra de su gusto. “Estaba cansada de eso. Y lo lindo es que lo hacía para que mi familia no se diera cuenta, pero a mi mamá le vivían contando. En esa ocasión una amiga me dijo que por qué no me planificaba, y le dije que no podía hacerlo porque mi mamá se iba a dar cuenta”. Se hace responsable de sus actos y dice: “Yo era una loca”.

El tiro de gracia

El cuarto aborto fue el motivo por el que dejó a su pareja de más de tres años, y que ya su familia lo conocía como su novio. “No sé qué era lo que pasaba, no podía estar sola. Era algo que me dominaba, y en par de ocasiones salí con un señor que viajaba, y que podía ser mi papá, vuelvo y salgo embarazada y él me dijo que no podía hacerse responsable porque su esposa lo botaba. Yo misma compré una pastilla y aborté”. No corría mucho peligro, según ella, porque al ser regular con su ciclo menstrual, se daba cuenta de una vez que estaba embarazada.

No volvió a salir con él. Ya con 21 años establece una relación con un muchacho bueno, y con quien aunque tenía relaciones sexuales, no salía embarazada. Al año de estar con él, salió en estado, y es ella misma quien decide interrumpirlo. “Porque yo no sé, yo como que no lo quería a ese muchacho. Él supo lo que hice y me dejó”. Lo dice tranquila.

Todo lo contado hasta aquí sucede mientras ella vivía con sus padres. Después, ya con casi 23 años, “me metí en amores con un hombre que de verdad me enamoró. Salí preñada de una vez, y él dijo que lo tuviéramos, pues decidimos mudarnos juntos, pero por cosas de la vida, me puse grave, y tenía la matriz debilitada, tuvieron que sacarme el feto ya casi de cinco meses”. Llora y se repone rápido para decir, “mi mamá creía que era mi primer hijo”. Continúa llorando.

Volvió a salir embarazada, aunque lo estaba evitando. “El hombre me estaba engañando con una vecina, y cuando se lo dije, me respondió que no quería muchacho, y ese fue el tiro de gracia, fui a un sitio a sacarme el muchacho, y me desgarraron el útero”. En este momento se seca las lágrimas con la toallita azul y se tapa la cara.

Al poco tiempo se consiguió un enamorado con quien formó su hogar, mas no una familia. “Duramos casi cinco años juntos y no pude darle un hijo porque quedé estéril de lo tanto que abusé con los abortos. Dios me castigó y por eso le digo a todas esas muchachitas que andan por ahí haciendo y deshaciendo, que piensen bien lo que van a hacer, que no se aloquen como yo, que me quedé sin pito y sin flauta. Ya no podré ser madre, y el marido me botó”. Concluye a modo de consejo.