¿Quién está educando al Pueblo?
“Y de nuevo, el carnaval en Cuaresma”
El próximo miércoles 22 de febrero es Miércoles de Ceniza, y comienza el tiempo fuerte de Cuaresma. Ya hay comunidades que han celebrado su fiesta de carnaval, aunque sin entender lo que significa carnaval.
Brasil es un país grande y ahora, tan conocido por la mayoría de este pueblo, celebra su carnaval como es: tres días antes del Miércoles de Ceniza. Hace ya tiempo que estoy pidiendo, sin que se me dé una respuesta que me satisfaga, el por qué en nuestro país se obliga a un pueblo cristiano católico a celebrar el carnaval en Cuaresma. Es una fiesta movible, es verdad, pero eso no quiere decir que haya que celebrarlo en Cuaresma. Y mucho menos con motivo de nuestras fiestas patrias. Es increíble que celebremos en estos momentos el bicentenario de Duarte con disfraces y caretas. Ya hasta le han puesto a febrero el Mes del Carnaval. Ya no de nuestra Independencia.
Carnaval es el tiempo que se destinaba a las diversiones desde el día de los Reyes hasta el Miércoles de Ceniza. También se aplica sólo a los tres días que preceden al Miércoles de Ceniza. En todos los países en que se celebra el carnaval se toma en cuenta lo que significa: desahogarse de los deseos de la carne antes de entrar en tiempo de Cuaresma, tiempo de reflexión, de conversión, de sacrificio, en el que celebramos el Misterio de la Redención de Jesús de Nazaret: su vida, muerte y resurrección.
A pesar de tantas reuniones que desde hace ya varios años se han tenido, para separar las fiestas carnavalescas de la Cuaresma.
¿Por qué se vuelve a caer en la incoherencia de hacer vivir a un pueblo ¿católico? de espaldas a sus creencias? O ¿ya no somos un pueblo católico? ¿Qué ha pasado con nuestras tradiciones cristianas católicas?
Con nuestra pasividad hemos dejado que los enemigos del Reino nos quiten nuestro tesoro espiritual.
“Los carnavales que se organizan y celebran en muchas ciudades del mundo no son fiestas de las que se suele salir mejores de lo que somos. Tienen más de paganas que de cristianas. En estas fiestas es muy frecuente usar máscaras para cubrirse la cara y también seguramente para encubrir la vergüenza de actuar de manera diferente de lo que somos. También los actores y payasos se cubren con la máscara, ríen y lloran conforme lo reclama el papel que representan; pero siempre se trata de una actitud simulada… Pero la máscara con que nos encubrimos sólo puede engañar a los hombres; no a Dios, que todo lo sabe y todo lo ve y que penetra con su divina mirada hasta el fondo de nuestros corazones.” (Tomado de La Palabra en Cuaresma de Mons. Pepén)
Pan y circo. Eso le daban los romanos, al pueblo, para que olvidaran sus penurias.
¡Despierten, cristianos! Ya está bueno de mantenernos al margen de todo lo que sucede a nuestro alrededor. No necesitamos de fiestas de la carne para sentirnos felices. Tenemos a Cristo. Somos sus testigos y misioneros, y debemos luchar por revelar su presencia a todos los hombres de buena voluntad. La presencia de Jesús es motivo de alegría. Cuando El está, todo se transforma y no hay lugar para la tristeza. Esa es la clase de alegría que quiere Dios que vivamos. ¿Cuándo vamos a revelar su rostro a través de nuestras actuaciones? ¿Por qué tanta incoherencia?
La familia de hoy debe, como nos dice el Evangelio de Hoy, remar mar adentro y perder el miedo a actuar conforme a sus creencias. Como padres de familias no debemos dejar de cumplir con nuestra responsabilidad de ser los primeros educadores en la fe de nuestros hijos. No podemos dejar de vivir esos valores en los que creemos y transmitirlos a nuestros hijos. No podemos “tirar la toalla” frente a los desafíos de los tiempos modernos. Vamos a constituirnos en verdaderas comunidades que sepamos darnos apoyo unos a otros. “Sin Dios el hombre no sabe dónde ir ni tampoco logra entender quien es.” (“Caritas in Veritatis” de S. S. Benedicto XVI)
El Señor nos sigue pidiendo que hagamos lo que El nos manda. Sólo con nosotros el mundo será más justo y humano. En estos momentos en que estamos viviendo no podemos rendirnos. Debemos atrevernos a remar mar adentro y tratar de ayudar a los demás a encontrarse con el Señor. Evangelizar a tiempo y a destiempo, como nos pedía San Pablo. Vamos a leer y a releer la Carta Pastoral de nuestros Obispos, donde nos preguntan: ¿Cómo vivir hoy nuestra fe en la situación que ahora nos toca enfrentar? ¿Cómo debemos iluminar los desafíos que se nos presentan? ¿A dónde fueron a parar los valores éticos y morales? Que el Señor nos ayude a ser valientes en evangelizar nuestra cultura, cada vez más maleada por los mercaderes del templo. Amén.