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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Nadie conoce a nadie

Marta Quéliz

Marta Quéliz

En una de nuestras conversaciones sin desperdicio, hace unos días, mi queridísima amiga Providencia, me preguntó que si conocía algún con tacto en una institución equis para ella hacer una diligencia desde Nueva York. Me hubiese encantado decirle que sí, porque es de esas personas que no te ocupan a menos que sea muy necesario. Lamentablemente, tuve que decirle que no, porque ahora mismo en nuestro país, nadie conoce a nadie. Para mi sorpresa, ella corroboró esta razón, y la reforzó. “Bueeeeno, eso si es verdad, pues aunque creamos conocer a alguien, ya esa persona seguro ha cambiado tanto que ya no la conocemos. Hay gente a la que se le ha subido los humos a la cabeza y que los egos no le permiten conocer siquiera a amigos de antaño”.

Nos fuimos a viajar juntas

Estando de acuerdo cien por ciento con mi amiga, la invité a que fuéramos a una ciudad fabulosa donde la amistad perdura, no importa si tienes mucho o poco tiempo de conocer a alguien. Ella aceptó y fue entonces cuando juntas, nos dimos cuenta de que ciertamente, en ese lugar no hay nada que pueda corromper los sentimientos. No importa que llegues a desempeñar el puesto más alto o te toque quedarte en el más pequeño, la amistad y la solidaridad no se pueden quebrantar.

Sin ínfulas

Allí, sí vimos que hay cambios cuando la persona llega a buenos puestos laborales y profesionales, pero son cambios positivos. Utilizan para bien, cualquier posición y, si está en sus manos ayudar a alguien, pues lo hacen, claro, sin la necesidad de alterar su desenvolvimiento y mucho menos su buen manejo en lo que realizan. Los cargos no le roban su forma de ser, no deja que el poder empañe su esencia, y mucho menos permite que las ínfulas se inflen tanto que, no le dejen ver quiénes están debajo esperando a que caigan para ponerle la mano en el hombro. Nada de eso. En aquella ciudad fabulosa, su desarrollo y crecimiento lo pone al servicio de sus amigos, de la comunidad, en fin, de quienes necesiten de sus servicios. Es que, sencillamente, tiene claro que todo lo que sube tiene que caer, y aseguran muy bien su descenso.

De vuelta a lo desconocido, pero real

Cuando Provi y yo tuvimos que regresar a nuestra realidad, nos dimos cuenta de que estamos muy lejos de lograr que las cosas de República Dominicana se asemejen a las de aquella ciudad fabulosa, pues cada día es más notoria la transformación que experimentan algunas personas luego de creer que ya lo tienen todo porque ostentan un buen trabajo o han escalado a una mejor posición económica. Es algo triste, y me apena que sobre todo, después de sobrevivir a una pandemia, estemos rindiendo tanto culto a la vanidad, al punto de que ya nadie conoce a nadie.

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