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Cindy Martínez: una piedra en bruto que descubrió su potencial

Su musa la encuentra en el amor, en sus hijos y en la particularidad de cada una de las gemas.

Cindy prefiere las piedras dominicanas para trabajar, como el Ámbar y el Larimar.

Siempre se ha dicho que ‘el hombre se descubre cuando se enfrenta a un obstáculo’. Al parecer no es mentira, pues le pasó a Cindy Martínez, una joven que, en medio de una crisis matrimonial y personal, se encontró con lo que hoy define como su pasión: la joyería artesanal.

Inició por necesidad. Confeccionaba las piezas y las vendía a bajo costo, todo aquello para obtener rápido el dinero de comprar leche y medicamentos para sus hijos.

Con el tiempo, se fue dando cuenta de que, en ese proceso de creatividad donde solo existían las gemas, las herramientas para poder realizar los collares, o un par de aretes, era libre. Se sentía plena, como si una parte de su cuerpo se extendiera de forma natural y se regocijara en todo su ser, así lo describe.

Recuerda que trabajaba como secretaria en un taller de desabolladora y pintura. Mientras estaba en el proceso de gestación, las situaciones internas de la empresa se fueron complicando y le fueron afectando. Y por si esto fuera poco, tenía problemas con el padre de sus hijos.

“Todas esas tristezas, entiendo, trajeron como consecuencia la llegada prematura de mi hija Maite”, dice, con lágrimas en los ojos.

“Fueron unos años duros para mí y mi familia. El embarazo fue complicado. Maite nació a los ocho meses, la verdad es que casi no lo logramos. Pero Dios es más grande y nos permitió que sí fuera posible”, nos cuenta.

Luego de dar a luz, decidió renunciar y, meses después, sin planearlo, llegó Akon. Lo siguiente fue mudarse con la familia de su esposo. Cuando pudo salir del estado de riesgo, después de dar a luz, su padre le regaló un curso para aprender a hacer bisutería, con lo que podría llevar dinero a la casa.

“Vendía desde la necesidad, ponía los precios muy bajos por querer resolver. Pero, cuando me di cuenta de lo que hacía, de que ponía mi creatividad, mis conocimientos y mi amor a cada detalle hecho a mano, entendí que valía más. No solo mis joyas, también mi persona”, comenta la artesana.

Diseñar, crear y el contacto con las piedras la hace sentir plena. La experiencia inexplicable, como lo describe, le provocó dudas, sed de aprender sobre la joyería, por lo que decidió prepararse.

Hace unos meses, inició una maestría de Creación y Dirección de Marca de Moda, al mismo tiempo está terminando la carrera de Artes Industriales, mención Diseño Artesanal, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). También se formó como Auxiliar de Bisutería y Joyería en el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional (Infotep), en la Fundación para el Desarrollo de la Artesanía (Fundarte), y aprendió Técnica Introductoria de Joyería en el Altos de Chavón de la Romana.

La diseñadora con una vocación que floreció después de una crisis, contó su historia para motivar a aquellas mujeres que no confían en su talento, a atreverse. Al despedirse, nos dejó esta frase: “Yo no quiero ver las fotos de mi pasado. No me quería, no confiaba en mí. Te invito a no perder la confianza en Dios. Es necesario revestirse de amor, amor propio, y de creerte que eres grande. Decídete. Nunca negocies tus sueños o lo que querías lograr”.

Cindy Martínez. Prefiere las piedras dominicanas para trabajar, como el Ámbar y el Larimar. Ahora está incluyendo el Nácar, el Caracol y los Cuernos de Vaca. “Mi favorita es el Larimar. Su color, su significado y saber que en el único lugar en donde podremos encontrarla es en República Dominicana, me hace valorarla más”, confiesa emocionada.

Amor a él. Fue su primera colección. Se enamoró de todo el proceso de diseño y fabricación de joyas. Larimar. La gema más solicitada, además de ser una pectolita que solo se encuentra en República Dominicana.