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Quienes cultivan huertos tienen menos riesgo de cáncer y mejor salud mental

Fotografía de archivo de un hombre trabajando en un huerto. EFE/Alejandro Ernesto

Fotografía de archivo de un hombre trabajando en un huerto. EFE/Alejandro Ernesto

La jardinería y cultivar huertos ayuda a reducir el riesgo de cáncer y mejora la salud mental, según un estudio en el que ha participado el español Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), que ha constatado que los hortelanos comen más fibra, hacen más actividad física y padecen menos estrés y ansiedad. El estudio, que publica la revista "Lancet Planetary Health", ha sido dirigido por un equipo científico de la Universidad de Colorado Boulder en colaboración con el ISGlobal, centro impulsado por la Fundación La Caixa. "Estos hallazgos proporcionan evidencia concreta de que la jardinería comunitaria podría desempeñar un papel importante en la prevención del cáncer, las enfermedades crónicas y los trastornos de salud mental", destacó Jill Litt, autora principal del estudio, investigadora de ISGlobal y profesora del Departamento de Estudios Ambientales de la Universidad de Colorado Boulder. Litt ha dedicado gran parte de su carrera a buscar formas asequibles, escalables y sostenibles de reducir el riesgo de enfermedades, especialmente entre las comunidades con rentas bajas. "Vayas donde vayas, la gente dice que hay algo en la jardinería que les hace sentir mejor", explicó la investigadora, que comprobó la dificultad de encontrar datos científicos sólidos sobre sus beneficios. Algunos pequeños estudios observacionales han revelado que las personas que cultivan un huerto tienden a comer más fruta y verdura y a tener un peso más saludable, pero no está claro si las personas más sanas tienden simplemente a cultivar un huerto o si la jardinería influye en la salud. Según Litt, solo tres estudios habían aplicado un ensayo controlado aleatorizado, pero ninguno se había centrado específicamente en la jardinería comunitaria. Por eso, los investigadores reclutaron a 291 adultos de la zona de Denver (Colorado, Estados Unidos) que no practicaban la jardinería, con una media de edad de 41 años, y más de la mitad de hogares con bajos ingresos. La mitad de los voluntarios los asignaron al grupo de jardinería comunitaria, mientras que la otra mitad constituyó un grupo de control que debía esperar un año para empezar a cultivar un huerto. Ambos grupos hicieron encuestas periódicas sobre su ingesta nutricional y su salud mental, se sometieron a mediciones corporales y llevaron monitores de actividad. Así, los investigadores vieron que los participantes del grupo de jardinería consumían, de media, 1,4 gramos más de fibra al día que los del grupo de control, lo que supone un aumento del 7%. Los autores señalan que la fibra ejerce un profundo efecto en las respuestas inflamatorias e inmunitarias, e influye en todos los aspectos, desde cómo metabolizamos los alimentos hasta la salud de nuestro microbioma intestinal y la susceptibilidad a la diabetes y ciertos tipos de cáncer. Además, este grupo también aumentó sus niveles de actividad física en unos 42 minutos a la semana. Los participantes en el estudio también vieron cómo disminuían sus niveles de estrés y ansiedad. "Incluso si vienes al huerto con la intención de cultivar tus propios alimentos en un lugar tranquilo, empiezas a mirar la parcela de tu vecino y a compartir técnicas y recetas, y con el tiempo las relaciones florecen", añadió Litt, que destacó estos beneficios adicionales de cultivar un huerto en comunidad. "No se trata solo de frutas y verduras. También se trata de estar en un espacio natural al aire libre junto a otras personas", concluyó.

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