La Vida

LITERATURA

Libro de Mitri Jiménez, nuevos microrrelatos de una joven periodista

“Mi abuela le puso un mal nombre a su perro” inaugura una obra literaria que Mitri se encargará en agrandar con el paso del tiempo.

Esta obra es el primer título publicado por la comunicadora.

El microrrelato no es un género nuevo. Ni tampoco un ícono. En cada país, ha tenido determinado nivel de desarrollo, pero siempre inferior al cuento, la novela breve, el testimonio, el monólogo y el aforismo. En algunas regiones también es llamado microcuento, cuento brevísimo o minicuento porque en la mayoría de los casos, la historia se limita a un párrafo, a veces de pocas líneas, donde el autor capta la atmósfera de una posible historia con un poder de síntesis envidiable.

En su artículo “Una expectativa cada vez más”, incluido a manera de prólogo en el libro Cuentos Diminutos, de Emelda Ramos, el escritor dominicano Manuel Salvador Gautier acota: “El cuento corto o mini cuento existe desde la Grecia Antigua, quizás desde antes”.

Si leemos los cuentos cortos “Historia de Cecilia, de Cicerón (106 aC-43 aC), y “Un tercero en discordia”, de Robert Burton (1577-1640), escrito mil seiscientos años después, tienen en común el uso de un contrasentido que pone a pensar al lector. El más famoso cuento breve moderno que todos los escritores citan: “El Dinosaurio”, de Augusto Monterroso (1921-2003), no escapa a esa tendencia milenaria.

¿Fue primero el género que la obra? En el caso del microrrelato, la manifestación coexiste con la teoría. Francisca Noguerol afirma en este sentido: «El establecimiento del “canon” del microrrelato es paralelo, por consiguiente, a la formalización estética posmoderna».

El microrrelato no es un cuento mutilado, ni un aforismo, ni un chiste, ni mucho menos el extracto de una arenga moralizante: es una historia íntegra, únicamente que reformulada desde la síntesis. ¿Y qué es la síntesis narrativa? Pues el uso del mínimo de recursos descriptivos en los ambientes y personajes.

El resultado final es una historia con todas sus partes, pero con la acción como eje de su contenido. Con este planteamiento empezó Noé Zayas, secundado por Manuel Llibre. También se abordó el tema de las estrategias a las que el microrrelatista acude a la hora de escribir. Unas veces se recurre al uso de personajes ya validados por el imaginario colectivo, haciendo con ellos cuentos novedosos. El cierre de todas estas elucubraciones se dio en la dirección de definir el género como lo que es: una manifestación artística, una posibilidad creativa y no una moda pasajera.

En la República Dominicana los antecedes se remontan al siglo XIX. El investigador Andrés Blanco Díaz aporta una pieza de este tipo publicada en el periódico “El dominicano”, el 15 de febrero de 1846, titulada “Marrero”, de autor anónimo. En 1903, el prominente intelectual Américo Lugo divulgó en la revista “La Cuna de América”, la primera parte de su famoso cuaderno “Heliotropo”, donde se incluyen, entre otros, los microrrelatos “Anhelo” y “Endechas”. La segunda parte de esta colección, difundida en 1939 contiene otras piezas como “Josefina”, “Cabellos rubios” y “¡Flor, divina Flor¡”. El Premio Nacional de Literatura Manuel Rueda, en “Papeles de Sara y otros relatos” incluye diez microrrelatos que reactualizan el género. Piezas como “El cumplimiento del deber y los invasores” y “La noche” todavía no han sido superadas. Pedro Antonio Valdez obtiene, en 1992, el Premio Nacional de Cuentos con su primer libro “Papeles de Astarot” donde convergen estampas de este tipo. Con Valdez se inicia la masificación de este género en la literatura dominicana. Con el lenguaje de Valdez, cercano al sarcasmo, la ironía, la reflexión interior y el aliento poético, la colega Mitri Jiménez acaba de publicar su primer libro, “Mi abuela le puso un mal nombre a su perro”. Es un tomo de microrrelatos envueltos con sus propias experiencias.

Jiménez respeta al lector. Lo hace cómplice de estas historias que se mueven en zigzag y motivan. Pienso que en ella corre la voz de una escritora en ciernes junto a la periodista de experiencia (no obstante su juventud) que cruza de un lado a otro de la línea divisoria de ambos géneros.

“Mi abuela le puso un mal nombre a su perro” inaugura una obra literaria que Mitri Jiménez se encargará en agrandar con el paso del tiempo.

Hay aquí una escritora.