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La verdadera esencia de la Navidad

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Alisson Márquez PastoraSanto Domingo, RD

La Navidad se ha convertido en una celebración muy festejada por millones de personas con regalos, reuniones familiares y música especial.

Pero como cristianos, bendecidos por conocer a Jesucristo de manera personal, nos regocijamos al celebrar el nacimiento de nuestro Señor, Salvador y Rey. La Navidad es mucho más que una actividad que se celebra cada diciembre.

Es una promesa hecha por Dios que se cumplió en un momento dado, y que hasta el día de hoy continúa a lo largo de la historia y hasta la eternidad.

La promesa se dio por primera vez justo después de que Adán y Eva pecaran (Génesis 3:15). Luego, fue reiterada por los profetas en el Antiguo Testamento y revelada por los ángeles en el Nuevo Testamento, y con cada nueva revelación, se aclararon más detalles sobre la promesa.

El significado de este día especial está plasmado en dos nombres bíblicos. En el primer capítulo de Mateo, un ángel del Señor le dijo a José que María, su prometida, daría a luz un hijo concebido por el Espíritu Santo. Le ordenó a José que llamara al niño “Jesús” (Mateo 1:21). También anunció que el nacimiento cumpliría la profecía de Isaías: “Llamarán su nombre Emanuel”, que traducido significa “Dios con nosotros” (Mateo 1:23, refiriéndose a Isaías 7:14).

Setecientos años antes del nacimiento de Cristo, la profecía de Isaías fue una palabra de esperanza y aliento para Judá cuando se enfrentaba a una gran crisis. El mensaje del profeta era una indicación de lo que Dios estaba a punto de hacer en ese entonces, así como de lo que se cumpliría al final con el advenimiento del Mesías. Emanuel, un nombre lleno de promesas, era la forma en la que Dios aseguraba a los santos del Antiguo Testamento que Él estaba con ellos.

Combinados, estos dos nombres abarcan lo que necesitamos para toda nuestra vida: Jesús, el perdonador de nuestros pecados, y Emanuel, la presencia divina dentro de nosotros para ayudarnos y guiarnos en cada momento de cada día. Los nombres y las promesas en ellos son la base de cada faceta de la vida cristiana.

Entonces, ¿cómo diseñó Dios esa primera Navidad para cumplir las promesas de Jesús y Emanuel? Su método fue la encarnación. La noche en la que Cristo nació, el Dios eterno, motivado por amor, entró en la familia humana. Fue concebido de manera LA VERDADERA ESENCIA DE LA NAVIDAD sobrenatural por el Espíritu Santo y nació de carne y hueso de una virgen. Jesucristo nunca dejó de ser Dios, y permaneció perfecto, libre de pecado en su ser.

De no haber sido por el nacimiento de Dios en carne humana, cada uno de nosotros tendría que comparecer ante Él con todo nuestros pecados, y nuestros pecados nos separarían de Él (Isaías 59:2). Pero ese no era el alcance total del asombroso plan del Padre celestial. También nos prometió Su presencia, que se cumplió con el nacimiento de Emanuel. Jesús era “Dios con nosotros”, la Deidad encarnada, que vivió físicamente y caminó entre los hombres para mostrarnos cómo es el Padre celestial.

Este año, al reunirse en la mañana de Navidad, le animo a usted y a su familia a arrodillarse y dar gracias a Dios Todopoderoso. La encarnación es la esencia misma de la Navidad. No tienen nada de malo los regalos o las festividades, siempre y cuando no desplacen lo que debe estar en primer lugar: la Navidad se trata de Dios accediendo a la humanidad, rompiendo con el tiempo y convirtiéndose en vida, esperanza y ayuda para toda la humanidad.

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