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FOLCLOREANDO

¿Qué nombre le pondremos...?

Seguiré insistiendo en que la vida rápida que llevamos, la negatividad de unos cuantos, el egoísmo, la envidia, el protagonismo y el deseo de escalar a como dé lugar nos llevará a una crisis emocional muy grande.

Estoy tratando de permanecer en las redes sociales, pero me conmueve el ver que la gente solo atina a las noticias amargas, a las felicitaciones muchas veces hipócritas, a las notas luctuosas, a la competencia de quién se “encuera” más rápido, porque también eso vende.

Dos o tres veces he tenido que llamar a una de mis amigas lingüistas para que me diga rápidamente cómo se construye una frase para escribirla en las mismas redes, porque de vez en cuando pierdo la capacidad de hilar y hasta el hilo de la idea.

También hemos perdido la capacidad de asombro. Ese sábado, estuve en mi apartamento en compañía de mi excompañero del Ballet UASD, “Mi Pana Freddy” y su compadre Chago y hasta grabamos un video sobre el priprí y el carabiné. Llovió a cántaros y solo recuerdo la densa agua que caía sin brisa, nunca había contemplado esa lluvia tan espesa, que hasta exclamé que ese atardecer era diferente, no feo, como suelen decir las personas que siempre ven el vaso medio vacío.

Algunas veces he pensado y dicho que siempre debemos de despedirnos como si no nos fuéramos a ver, porque entre los cambios climáticos, chismes, política, crisis económica, social, emocional mental no sabemos qué pasará porque, además de las competencias clasistas, los egos están merodeando por los alrededores con una sensibilidad única pospandemia.

No se les ocurra llamar a alguien para sugerirle, aconsejarle o hacerle una crítica, porque es posible que se vuelva lino o estopilla y le dé un arrugón. La dimensión de este contenido es inimaginable, se lo externo, porque ando a pie, en guagüita, en autobús, en voladora, en el Metro, en taxi, en avión...

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