HISTORIAS DE LA VIDA
Miguel Zarzuela, experto en vinos: lo logró fregando platos y exprimiendo limones
Sommelier. Esa es la profesión de este un joven que ha pasado de todo para lograr “ser alguien” como él lo dice, y ayudar a su madre, a quien define como “mi todo”. Cargar hielo y vender empanadas se suman a los trabajos que ha tenido que hacer para llegar donde está.
Las manos que hoy sostienen una fina copa fueron las mismas que tuvieron que fregar “una tienda de traste” hasta la madruga, las que exprimieron “pilas” de limones y las que cargaron fundas de hielo “por pipá”. Esas son las de Miguel Zarzuela, un joven de 34 años que ha sabido “guayar la yuca” para superarse y hoy desempeñarse como un sommelier (experto en vinos).
Su porte dice, en buen dominicano, que él se cree que es “un negro que bota vino por los poros”,en el buen sentido de la frase. Escucharlo dándole detalles a Rául, el fotógrado de LISTÍN DIARIO que lo retrató durante su visita al periódico, también lo evidenció. La conversación entre los dos amenazaba con echar a perder la entrevista. A ambos los apasiona el tema de los vinos y los puros. Entre risas, hubo que intervenir para que estos dos señores dejaran algo para después.
Pero si interesante resultaba escuchar a Miguel hacer gala de sus conocimientos como experto en el tema, más impresión causó conocer todas las vicisitudes que pasó para lograr convertirse en un profesional del área, y estar a punto de convertirse en miembro de la Asociación Dominicana de Sommeliers.
“Mira, desde pequeño aprendí de mi madre que las cosas hay que ganárselas. Hasta para comprarme una ropa, ella me decía que debía ganármela. Así lo hacía y eso tenía su recompensa. Portarme mal también tenía sus consecuencias”. Todo va bien hasta aquí. Hacía tareas propias de un niño: arreglar su cama y sacar buenas notas, por ejemplo.
Desde adolescente
Ya a los 14 años, su historia iba tomando forma con otros matices. Más que cooperar en los quehaceres que les correspondían, se iba con su padrastro, en su tiempo libre, para ayudarle en cuantos trabajos de arreglo de aire acondicionado y nevera aparecieran. “Me iba a ‘chiripiar’. Él me decía que el trabajo era la única forma de uno lograr lo que quería ser en la vida”. Sonríe orgulloso de lo aprendido.
Luego va creciendo y teniendo otras necesidades que busca suplir con el sudor de su frente, pero en otras áreas. Realiza algunos trabajitos en distintos sitios, “pero un día me encontré con un amigo y cuando le pregunté que en qué estaba, me dijo que trabajaba en un hotel. Le pedí que me ayudara a entrar ahí, pero me orientó respecto a los conocimientos que debía tener para eso. Me dio el número de A&B Masters para que estudiara”. Todavía le agradece a esa persona.
Fue obediente. Se inscribió para convertirse en bartender. Tenía una beca, pero él debía asumir una parte del costo de la capacitación. “Me fajo a buscar trabajo, gastando pasaje, caminando a pie, pasando hambre y sed en la calle...”. Hablar de esta parte lo pone melancólico y sus ojos lo muestran.
Prosigue, y es aquí cuando da cuenta de que entre “fregao’, exprimidera de limones y cargadera de hielo” logra poco a poco afianzarse en el pago de la carrera técnica que cursaba. “Duraba hasta la madrugada, con las manos destrozadas, con sueño, cansancio, pero con unas ganas inmensas de echar hacia delante”. Esta confesión hace que la sensibilidad se apodere del espacio.
Es el verlo hacer este tipo de sacrificio que hace que su madre, a quien define como “mi todo”, le proponga montar un puesto de empanadas para que se gane la vida de forma más suave, aunque igual, trabajando duro. “Era lo que ella podía darme, pues nos crió sola, lavando y fregando en casas de familia”. No oculta que hablar de su progenitora le infla el pecho.
“Ver a alguien rompiendo mi currículo me impulsó a echar pa’lante”
No solo fue trabajo lo que pasó Miguel Zarzuela para lograr formarse como bartender y luego como sommelier. Sufrió humillaciones, maltrato laboral y, por si fuera poco, daño emocional.
“No puedo explicarte lo que sentí cuando llegué a una entrevista de trabajo y justo cuando iba a entrar, vi al jefe de ese sitio rompiendo y botando mi currículo. Recuerdo que uno de los empleados le dijo: ‘Esos eran los papeles de él’”. Enmudeció por unos segundos y sus lágrimas dieron la respuesta de lo que vivió.
“Eso dolió”. Logró decir mientras se limpiaba los ojos. “Yo gasté pasaje, caminé a pie con un solazo, pasé hambre y de todo, y ver a alguien hacer eso fue lo peor para mí. Nunca lo he podido olvidar”. Su rostro lo confima.
Eso no lo detuvo. Siguió probando suerte. Andy López es nombre clave en su vida porque sin conocerlo decide darle trabajo en un restaurante. “Luego él se va del establecimiento, y las cosas cambiaron para mí. El maltrato laboral que comencé a recibir es difícil de describir. Tenía que hacer jornadas extras, no me daban permiso para ir a mis clases, me ponía a realizar tareas que no me competían, y tenía que andar con un bulto de ropa encima porque no tenía tiempo para nada. Fue una experiencia horrible, y decidió renunciar”. Más tarde consigue otro puesto, no sin antes ver cómo en diversos lugares le cerraban las puertas.
Encuentra trabajo y oportunidad
“Yo andaba restaurancito por restaurancito buscando un chance, hasta que conseguí trabajo en uno que no sólo me dieron la vacante, sino que me facilitaron las cosas para seguir estudiando. Ahí me fajé a aprender.Me ponen como bartender, y lo hago. Luego me suben como asistente de capitán de servicio”. Ya hay otro aire en la vida de Miguel.
Vuelve a reencontrarse con su amigo, aquel que le había sugerido que estudiara para bartender. “Me dice que en el hotel donde él trabaja necesitan un capitán de servicio. Aplico, me llaman y continúo avanzando en un mejor empleo y en capacitación”. Ya tenía un diplomado y otro por terminar para consagrarse como sommelier.
El éxito comienza a ser su “pana full” y lo llaman de nuevo de su antiguo trabajo. “Regreso, pero en esta oportunidad, como gerente. Me sentía en mis aguas”. De este modo es que este experto en vinos y puros reconoce que la disciplina y los valores cultivados en su hogar le habían dado como premio la credibilidad que ya muchos tenían en lo que hace.
Todo iba viento en popa, pero la pandemia retrasó los pasos firmes que estaba dando ya como sommelier. Eso no fue obstáculo. Continuó reinventándose y es ahí que entiende que, de manera particular, puede enseñar lo que sabe. Así lo hizo y, desde entonces, se dedica a orientar de manera grupal y personalizada todo lo que conoce sobre el mundo del vino y los puros. “Ya hasta expertos veteranos me consultan sobre estos temas”. Lo dice satisfecho.
Ayuda a otros “lavaplatos”
Hoy es el sommelier de un conocido establecimiento local, donde no solo orienta y anima a los jovencitos que están en el lugar donde él comenzó: fregando, cargando hielo y exprimiendo limones, sino que, cada vez que tiene el chance hasta de darle algo para su pasaje, lo hace. “A mí a veces ni eso me daban. Pero Dios se ha encargado de ponerme cara a cara con algunos de los que alguna vez me maltrataron y humillaron”. No lo dice con rencor. Lo hace dejando claro que la satisfacción de lo que es hoy se la debe, además de a su amada madre, a esas personas que lo menospreciaron.
Concluida la entrevista, Miguel continuó su charla con Rául, quien no perdió la oportunidad de quedar en contacto, no solo con el experto en vinos, sino con el dueño de una historia de esfuerzo y superación.