La Vida

MES DE LA FAMILIA

La belleza del matrimonio

La belleza al matrimonio se la da Cristo, quien lo eleva a la dignidad de sacramento. ISTOCK

En el contexto del Mes de la Familia y de la caminata Un Paso por mi Familia, a realizarse en este mes, queremos hablar del matrimonio que, como sabemos, es una bendición de Dios, todo un misterio ver que se unen dos personas, hombre y mujer, llegando a convertirse en una sola carne, a pesar de ser de sexos diferentes que, por ende, presentan características distintas, físicas, psicológicas, costumbres, historias totalmente desiguales.

Sin embargo, esas diferencias se convierten en una riqueza en la vida conyugal, pues si ellos deciden aprovecharlas se dan cuenta de que se complementan, lo que le falta a uno, lo tiene el otro y les hace volverse el más efectivo de los equipos, permitiéndoles iniciar un proyecto de vida familiar. Marido y mujer crean una comunidad de vida y amor donde ambos buscan el bien el uno por el otro y que caminan juntos educando a los hijos que reciben como regalo de Dios para alcanzar su plenitud y estos a su vez son orientados a imitar el estilo de vida que ven en sus padres.

En la vida de esposos, al igual que en todos los ámbitos de la vida del ser humano, hay altas y bajas que incluso podrían ser utilizadas para dinamizar la relación y aprovechar para descubrir fortalezas individuales y conyugales. Por eso el matrimonio debe tener algunas características para hacerlo no solo hermoso, sino también duradero, tales como la escucha activa, la comprensión, la comunicación efectiva, compartir valores, metas comuniones, etc.

La belleza al matrimonio se la da Cristo, quien, en primer lugar, lo eleva a la dignidad de sacramento y en segundo lugar, desde que los novios deciden invitarlo a su boda, permanece con ellos hasta la eternidad, caminando juntos, sosteniéndoles en las dificultades, dándoles la sabiduría para seguir adelante y acompañándolos en las experiencias del día a día.

El matrimonio es un sacramento de servicio donde cada cónyuge se entrega, el esposo por la esposa y viceversa, convirtiéndose en un camino hacia la santidad. Ambos se ayudan para lograr esa meta, que es el fin último de la vida matrimonial. En el libro La santidad en la familias del mundo, escrito por el Dicasterio para los laicos, la familia y la vida, se presenta una interesante diferencia entre un matrimonio santo y un buen matrimonio: “En un buen matrimonio los cónyuges se esfuerzan por amarse y en un matrimonio santo los cónyuge ponen todos sus esfuerzos en las manos de Dios y por eso sus acciones van más allá de lo que son capaces de hacer, mostrando lo que Dios puede hacer”. El Señor da la gracia para superar cualquier dificultad aun cuando el hombre no tenga las habilidades, cuando el matrimonio centra su vida en Cristo, el Señor manifiesta su gloria a través de ellos.

Invitamos a los jóvenes a experimentar la hermosa vida matrimonial. ¡No tengan miedo! La vida juntos es mucho más agradable, claro, hay que tener en cuenta la elección consciente que hacemos de la persona con quien deseamos compartir el resto de nuestra vida; es necesario no solo escuchar el corazón, sino también darle paso a la razón, darse la oportunidad de reflexionar maduramente sobre las opiniones de personas que los conocen a ambos y vivir adecuadamente la etapa del noviazgo. Aprovechar ese tiempo para explorar los valores de la persona escogida, si coinciden o no con los tuyos, hablar de los proyectos de vida que cada uno desea para sí y para ambos, cultivar el amor, observar las conductas de la persona que estamos conociendo, cómo reacciona ante el estrés, son ocasiones importantes para conocer la personalidad, alimentar el respeto y la confianza, practicar el pedir perdón y perdonar, la fidelidad, desarrollar los niveles de comunicación, recibir una preparación previa al matrimonio, sobre todo la oración para descubrir si tienes la vocación y si es la persona que el Señor escoge para ti. Si se vive un noviazgo adecuado, sin dudas, será mucho más satisfactoria la vida matrimonial.

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Ismael de la Rosa y Magdalena Viola

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