DESARROLLO PERSONAL
¿Somos capaces de prosperar?
En una entrega anterior abordamos la forma en que afrontamos nuestras vidas y el significado de la prosperidad. En efecto, la prosperidad es una actitud ante la vida y se relaciona más con lo que habita dentro de nosotros, cuán agradecidos estamos de nuestra situación por desagradable que sea, la manera en que empujamos nuestros deseos y proyectos.
¿En verdad deseas que tus proyectos prosperen? ¿Sientes algún estancamiento? ¿Crees que trabajas demasiado y no sacas adelante tus planes? ¿Responsabilizas a los demás de tus resultados? ¿La envidia de otros te hizo un daño? ¿Te echaron guanguá?
Carl Jung, eminente psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, fundador de la escuela de psicología analítica y estudioso de temas poco convencionales, afirmaba: “Hasta que lo inconsciente no se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y tú le llamarás destino”.
Esos miedos de pérdida que reposan en nuestro subconsciente provocan que cada vez que requerimos hacer un desembolso tengamos miedo y, con frecuencia, nos llegamos a tornar avaros y egoístas. Justo esa creencia de que el dinero se va rápidamente y no regresará estanca su afluencia.
Hemos comprobado que nuestra evolución está íntimamente relacionada con nuestros pensamientos, nuestra mente crea lo que cree, manifestamos lo que sentimos y la emoción es el vehículo para que se produzcan nuestros deseos. Si damos en abundancia y somos justos en los pagos, trabajamos en dar de lo que deseamos recibir, eso tendremos. Así funcionan las leyes.
¿Qué pasa en nosotros? Regularmente atraemos nuestros temores, por eso es esencial trabajar esos miedos inconscientes. Si al sacar dinero de nuestros bolsillos lo hacemos pensando en que es poco, en que se nos gasta y no tendremos más, desconociendo la naturaleza divina de nuestro ser, de que somos uno con la Divinidad, hemos hecho crecer un apego desenfrenado al dinero y llegamos a ser miserables, nos duele gastar por miedo.
Cuando sabemos de las leyes espirituales de la abundancia hacemos del dinero una experiencia profundamente espiritual. Las mismas leyes operan con todas las otras energías en nuestras vidas y lo que podemos requerir.
Escuelas filosóficas y metafísicas se dieron cuenta del valor que tiene la palabra. Es evidente en Juan 1 (Reina-Valera 1995): “En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Éste estaba en el principio con Dios. Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho”.
Las palabras no se las lleva el viento; cuando hablamos, transmitimos una idea, y eso provee una fuerza. Los metafísicos llamaron a esta oración afirmación o decreto. Podemos ver el poder transformador de las oraciones, las afirmaciones.
¿Podemos nosotros entonces transformar la escasez en prosperidad? Si lo decidimos, es innegable. Debemos comenzar por cambiar nuestras actitudes mezquinas, transformar los pensamientos que obstaculizan la manifestación de nuestros deseos, utilizar nuestras palabras a eficientemente. Por ejemplo: “El Cristo que reside en mí manifiesta todo bien en abundancia, gratitud para el disfrute de todos”.
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