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PINTORA

Frida Kahlo: irreverente y subversiva

Frida Kahlo reconoció en vida que su pasión por el arte era superior al dolor que la mantuvo postrada durante largos años como consecuencia del accidente que sufrió en la adolescencia.

Frida Khalo

Frida Khalo

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Cándido GerónSanto Domingo, RD

El arte fue la alternativa para enfrentar su tragedia, pero también fue la esfera de influencia, corolario de sus visiones introspectivas, desafiantes ante un destino tan convulso y delirante como el suyo.

De paradoja en paradoja se puede resumir su vida, promovida desde el enorme talento pictórico, político e intelectual que la hizo acreedora de una libertad sin fronteras y una particular lucidez. Reclutó todos los enigmas y con ellos dio la magia de su pintura se hizo cada vez más viva y placentera en su universo de nexos con la conciencia artística y la actitud frente a un existencialismo no buscado.

En su arte, la opción de los fantasmas y de los ángeles no es un contraste, sino la configuración de un destino que es trágico y sublime a la vez. Tal vez Hegel lo explica mejor al afirmar que “el destino es la conciencia del yo, pero de un yo enemigo”.

Detrás de la fachada de su figura está la metamorfosis del dolor y la pasión que se convierte en evocación y sueño..

Magdalena Carmen Frida Kahlo y Calderón, nació el 6 de julio de 1907, en la pujante colonia denomina Coyoacán, donde aún existe la casa de Hernán Cortés, donde vivió León Trotsky, quien fuera su amante después de ella haberse casado con el genial e inmortal pintor y muralista Diego Rivera. En Coyoacán también vivió parte de su vida Octavio Paz, Premio Cervantes (1981) y Nobel de Literatura (1990).

Frida Kahlo era hija de Guillermo Kahlo (Wilhelm) nacido en Baden-Baden, Alemania, en 1872, hijo de Jakob Heinrich Kahlo y de Henriette Kaufmann Kahlo, judíos húngaros, y Matilde Calderón y González, nacida en Oaxaca, México, en 1876, hija de Isabel González y González, de origen español, y de Antonio Calderón, de origen indio.

El padre de Frida Kahlo quería que ella llevase el nombre alemán. El párroco frunció el ceño y el progenitor insistió ante el cura, al que dijo: “Escríbalo a la española, si lo prefiere, póngale cinco nombres de santos antes, si es necesario señor cura... Friede, en alemán, significa paz. Es un bonito nombre, sabe usted. Es fonéticamente fuerte y cualquiera sonaría con su contenido. Está bien llevar un nombre que tenga significado. Hay países, y eso está escrito en algunos libros, en los que se dice que el nombre determina la personalidad. Si no tenemos los medios para verificar aquí la exactitud de esas consideraciones, nada nos impide pensar que pueden ser verdaderas”.

La pequeña se llamaría Magdalena Carmen Frida. Los dos primeros nombres por razones de fuentes bautismales, el tercero para la vida.

Frida Kahlo señaló en muchas ocasiones que cambió su fecha de nacimiento por la de 7 de julio de 1910. Y una vez escribió con respecto a las contradicciones que se suscitaban entre sus biógrafos, lo siguiente: “Nací con una revolución. Que se sepa, con ese fuego nací, llevada por el ímpetu de la revuelta hasta el momento de ver el día. El día era ardiente. Me inflamó para el resto de mi vida. Era verano. Pronto, Emiliano Zapata, el Gran Insurrecto, iba a sublevar el Sur. Tuve esa suerte: 1910 es mi fecha”.

A los dos meses de nacida, doña Matilde quedó encinta y, once meses después, nació Cristina, con quien Frida se llevaba muy bien. Desde niña, Frida fue confiada a una ama india, que hablaba poco pero que le cantaba canciones de su tierra. La piel de la ama “era morena como blanca la de Frida, y de un carácter tan tranquilo como impetuoso el de la niña”.

Cuando el padre de Frida Kahlo llegó a México, por el puerto de Veracruz y se instaló en Oaxaca, contrajo matrimonio en 1894 con una mexicana la que murió de parto, cuando nació su segunda hija. Tiempo después, don Guillermo conocería a doña Matilde Calderón en la joyería La Perla, donde ambos eran empleados. Matilde, llevaba luto por la muerte de su novio, también de origen alemán, quien se había suicidado ante sus ojos. Don Guillermo y doña Matilde contrajeron matrimonio en 1898.

A principios de siglo, Wilhelm Kahlo se instaló en la ciudad de México donde encontró trabajo enseguida como cajero en la cristalería Loeb. Luego trabajaría en una librería y, tiempo después, se dedicaría a la fotografía, llegando a dominar por completo el oficio. Para dar más realce a la profesión de su padre, Frida, escribió en su tiempo: “El suegro le prestó una cámara y lo primero que hicieron fue salir de gira por la República. Lograron una colección de fotos de arquitectura indígena y colonial y regresaron, instalando el primer despacho en la avenida 16 de septiembre, ¡qué es mucho decir!” El padre de Frida era también pianista, pero nunca se interesó por pertenecer a ninguna Sinfónica.

El 17 de septiembre de 1925, Frida sufriría un aparatoso accidente entre un trencito de Xochimilco y un autobús. Ese día, disfrutaba de la compañía de su novio Alejandro Gómez Arias. En el accidente, resultaron varias personas heridas y algunas murieron. Frida que resultó gravemente herida, fue rescatada por Alejandro desnuda, recubierta de sangre y por el oro que matizada su vestido de bailarina. Alejandro la transportó en sus brazos hasta una mesa de billar donde junto a otras personas, él le arrancó del cuerpo un trozo de hierro que le atravesaba de parte a parte.

Alejandro Gómez Arias afirma: “Cuando se lo sacó, Frida gritó tan fuerte que no se oyó la sirena de la ambulancia de la Cruz Roja cuando llegó”. Frida Kahlo escribió más tarde: “Matilde leyó la noticia en los periódicos y fue la primera en llegar y no me abandonó por tres meses; de día y de noche a mi lado. Mi madre se quedó muda durante un mes por la impresión y no fue a verme. Mi hermana Adriana al saberlo se desmayó. A mi padre le causó tanta tristeza que enfermó y sólo pude verlo después de veinte días”. Para agregar: “Fue Matilde quien levantó mi ánimo: me contaba chistes divertidos. Era gorda y feíta, pero tenía gran sentido del humor y nos hacía carcajear a todos los que estábamos en el cuarto. Tejía y ayudaba a la enfermera en el cuidado de los enfermos”.

Tres meses permaneció en el hospital. Allí escribió varias cartas a Alejandro, que él nunca llegó a contestar. El 5 de diciembre de 1925, Frida escribirá: “lo único de las bueno que tengo es que ya voy empezando a acostumbrarme a sufrir”. El 17 de octubre de ese mismo año le dieron de alta, condenada a permanecer por largo tiempo en cama y padecer los peores sufrimientos. En el otoño de ese año, escribió a Alejandro: “No puedes hacerle idea del dolor que siento, cada movimiento desencadena litros de lágrimas”. Aun después de que se recuperó, seguía escribiendo a Alejandro y lloraba por su ausencia. Sentía por él un amor desmesurado que la consumía junto al dolor físico.

Era tan fuerte el dolor emocional y físico que llegó a escribir: “Mi cuerpo es un marasmo. No puedo escapar de él. Como un animal que siente su muerte, siento que la mía se instala en mi vida con tanta fuerza que me priva de cualquier posibilidad de lucha. No me creen, porque me han visto luchar tanto. No me atrevo a creer que podría equivocarme; esa clase de relámpagos escasean... Mi cuerpo me abandonará, a mí, que siempre fui su presa. Presa rebelde, pero presa. Sé que nos vamos a aniquilar mutuamente, así que la lucha no tendrá vencedor. Vana y permanente ilusión creer que el pensamiento, porque está intacto, puede liberarse de esa otra materia hecha carne... La vida es cruel encarnizándose de este modo conmigo. Debiera de haber distribuido mejor sus cartas. Tuve demasiado mal juego. Un tarot negro en el cuerpo... La vida es cruel por inventar la memoria. Como los viejos que recubren con matices sus recuerdos más antiguos, al borde de la muerte, mi memoria gravita alrededor del sol y ¡cómo ilumina! Todo está presente, nada se ha perdido”.

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