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Los amigos de los museos

El establecimiento museológico de nuestros días ha roto las barreras que se interponían entre este y el ciudadano común. Un grupo de estudiantes visita un museo. ISTOCK

María Cristina de CaríasSanto Domingo, RD

Una de las agrupaciones más interesantes que se han constituido es los Amigos de los Museos. La Federación Mundial de Amigos de los Museos (FMAM) está reconocida por el Consejo Internacional de Museos.

Los amigos de los museos subordinan sus actividades a las del museo al que han decidido servir y ayudar. Hoy en día, con el concepto de que el apoyo ciudadano es crucial para el desarrollo de estas instituciones, estas agrupaciones sirven como enlace con la comunidad.

Generalmente, su ayuda voluntaria consiste en la promoción de los programas implementados, con visitas y exhibiciones temporales dentro del recinto y actividades orientadas a la comunidad. Se ocupan también de las relaciones entre el público y las autoridades museales, y la búsqueda de fondos especiales para determinadas actividades, tales como talleres, seminarios, exhibiciones itinerantes, publicaciones etc.

Debido a la variedad museológica de nuestros días, todos necesitan de la ayuda decidida de esta clase de grupos, dispuestos a emplear parte de su tiempo en ayudar el museo y la comunidad.

Así el ama de casa que ayuda al especialista que introduce a un grupo de niños en las maravillas del universo, por ejemplo, no solo está desempeñando un rol voluntario, sino que al mismo tiempo está acrecentando sus conocimientos y estableciendo un nexo con la niñez. Al ahuyentar el mito de que la cultura no pertenece a la ciudadanía, sino a unos cuantos privilegiados, esa ama de casa propiciará que otras semejantes se acerquen con confianza a esa sede de cultura que ensancha los horizontes de ellas y de sus hijos. La organización de amigos del museo no exige títulos para formar parte de ella, solo la buena voluntad y el entusiasmo.

Las posibilidades de esta organización son enormes. En todas partes los museos, así como las comunidades que los rodean, se han enriquecido.

No hace mucho tiempo el acto de visitar un museo era una experiencia reservada a los muy cultos, los intelectuales y los esnobs, además de los turistas que pudiesen estar de paso en el lugar. Esto ha cambiado radicalmente. El establecimiento museológico de nuestros días ha roto las barreras que se interponían entre este y el ciudadano común. Rotos los mitos, consciente el ciudadano de sus posibilidades, los amigos del museo, gente común y corriente, impulsarán programas del museo y se constituirán en su salvaguarda y garantía contra depredaciones, vándalos e inclusive del olvido gubernamental.

Aunque el museo es un establecimiento didáctico, no es propiamente una escuela formal; el individuo puede fantasear, soñar e imaginar frente a las exhibiciones que ofrece el museo. Los amigos del museo pueden propiciar en el ámbito del museo, especialmente en sus patios y jardines, actividades que antes pertenecían a establecimientos sociales. Así, una animada tarde de té entre señoras puede rematarse con una conferencia sobre un pintor que esté exhibiendo su obra, lo que culminará con una visita a la muestra del artista.

Un concierto juvenil que aglutine a padres, hijos y amistades puede compaginarse con una exhibición de instrumentos musicales antiguos, acompañada de las doctas explicaciones de un especialista.

Todos nuestros museos deberían contar con esta clase de voluntarios para que el esfuerzo de integración ciudadana sea completo.

Ver también: ¿Qué es, en realidad, un museo?

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