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COSAS DE DIOS

Con tanta vida

Alicia Estévez

Alicia Estévez

Nos graduamos juntos, el 25 de febrero de 1991. Él era mayor que yo, y se había tomado su tiempo en la universidad, hasta que decidió concluir sus estudios y lo hizo sin esfuerzo, era el joven más instruido que conocí en esos años. Pero todos sus conocimientos se los llevó un infarto, menos de cuatro meses después de nuestra investidura.

Ni malo ni novio

Un profesor intentó alejarme de él porque lo veía como una mala influencia. La amiga que me comunicó la dolorosa noticia de su muerte, preguntó ¿ustedes no eran novios? No, no lo fuimos. Y él tampoco fue una mala influencia, al revés. Lo que ha sido, durante más de tres décadas, es un hermoso recuerdo.

Tardes de lluvia

Camino al trabajo, mientras, durante un aguacero, escuchaba mi merengue favorito, “El olor de la lluvia”, escrito por Huchi Lora e interpretado por Johnny Ventura, esa tarde gris, evocó en mi memoria una similar en la Facultad de Humanidades de la UASD, junto a Miguel Ángel Cruz Galvez, el amigo a quien recuerdo hoy.

Un desafío

Nos habíamos sentado a conversar, junto a otra compañera, Lourdes Batista, de repente empezó a llover y Lourdes corrió hacia el interior de la facultad, al igual que todas las personas que nos rodeaban. Pero Miguel Ángel siguió hablando. Ignorando la lluvia, me miraba con picardía, desafiante, era una provocación para ver si yo era capaz de permanecer allí empapándome, cuadernos y cartera incluidos, frente a toda la facultad que se había apilado en el pasillo mirando hacia afuera, donde estábamos nosotros. No le dije una palabra sobre el chapuzón que estábamos recibiendo y permanecí indiferente a los gritos de Lourdes que nos llamaba, “par de locos”. Allí nos quedamos, hablando en el mismo tono distendido, después que escampó y la gente volvió a circular a nuestro alrededor, algunos muertos de risa porque chorreábamos agua.

Los años que él no tuvo

Cuando la lluvia me trajo su recuerdo, calculé los años que han pasado desde el día en que supe que no volvería a escucharlo cantar “No hago otra cosa que pensar en ti”, acompañado de su guitarra. En junio se cumplirán 32. ¿Qué habría hecho Miguel Ángel con tanta vida? Él, que actuaba como si el aire se fuera a acabar en el minuto siguiente. Ejemplo de ello es que, una madrugada, se apareció en mi casa, a las tres de la mañana, para presentarme a su mamá que había llegado de Venezuela, porque no podía esperar al otro día a que nos conociéramos. ¿Qué haría Miguel?, me he dicho tantas veces, con estos años, este día, con la última hora que quizá usted y yo hemos desperdiciado, y que él no alcanzó a vivir. Qué haría mi amigo bromista, lector voraz, cantautor talentoso, apasionado de la guitarra, periodista con la cabeza llena de historias y de sueños. ¿Qué pensará de lo que yo he hecho con los años que él no tuvo? ¿Lo habré decepcionado? El día en que nos reencontremos, Dios lo permita, espero preguntárselo.

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