HISTORIAS DE LA VIDA
“Yo era muy chiquita cuando comencé a trabajar en casa de familia”
En la historia de esta niña que, aunque tiene 12 años parece de algunos nueve, se refleja un problema grave que sucede en diversas partes del país, donde desde temprana edad, algunas son tocadas por las garras del trabajo infantil
Sus manos, pequeñas y maltratadas de “chepa” pueden sostener con firmeza un plato. Su diminuta figura y su poca edad dejan claro que su única responsabilidad debería ser estudiar. No ha sido así. Con 12 años, apenas sabe leer y escribir. Ambas cosas las hace con mucha dificultad. Pero póngala a la fregar y a limpiar… En esas labores no hay quién le gane.
Desde los nueve años trabaja en casa de familia. Donde está ahora ya lleva dos años y medio porque la tratan “como a una hija”. Se le preguntó lo que esto significa para ella y con palabras simples dijo: “Que me quieren y me tratan bien”. Había que seguir haciendo preguntas porque al parecer ella no tiene claro lo que es el buen trato. ¿Y tenerte como una de sus trabajadoras domésticas siendo tú una niña, es amor? Pensó mucho para contestar y cuando lo hizo dejó en evidencia que ya había estado en otra familia donde no tuvo una mejor experiencia.
“Bueeeeeno, cuando yo tenía nueve años estaba en otra casa y me hablaban malísimo y me ponían hacer oficio que yo ni sabía”. Se calla y piensa por unos segundos. “Ahhhh, me ponía a cuidar una niña, sin yo saber de eso. Pero donde estoy ahora si no”. Ella jura que le están haciendo un favor, no sabe que igual la explotan y abusan de su edad y de su capacidad para realizar tantas tareas domésticas con tan corta edad.
“Me duele que exploten a las niñas”
Es en un pueblo cerca de la Capital que ella vive. Fue una señora que pidió el anonimato la que facilitó que se hiciera esta historia. “Mira, yo trabajaba en una casa donde también hay una niña de 12 años haciendo oficios a más y mejor. ¿Te interesa hablar con ella?”. Sí, fue la respuesta. Hubo que esperar que ella dispusiera de tiempo y viniera a la casa de esta señora que dice le ha cogido mucho cariño.
No se puede decir su nombre ni revelar otros datos que estén contra ley que protege a los niños, a las niñas y a los adolescentes. Lo que sí se puede decir es que así como ella, hay muchas otras niñas, sobre todo, en los pueblos, que no asisten a la escuela porque “tienen compromisos laborales” en alguna casa de familia donde las reciben “para criarlas”.
En la historia de esta niña que, aunque tiene 12 años parece de algunos nueve, se refleja un problema grave que sucede en diversas partes del país, donde desde temprana edad, algunas son tocadas por las garras del trabajo infantil que, según la encuesta de Enhogar MICS 2014, que fue el último dato que se obtuvo en República Dominicana sobre el tema, la cifra de niños y niñas trabajando era de 12.8% de la población de entre 5 y 17 años. Tome nota cómo debe estar ahora después de la pandemia.
Esto se da aun cuando el Código de Trabajo en su artículo 244 prohíbe esta práctica. Ahí la razón de escribir al respecto y contarles a ustedes la historia de esta niña, describiéndoles la fragilidad que tienen sus manos, lo cansado que se ve su rostro, y lo más triste, el deseo de jugar que muestra al ver otras menores tirar una pelota mientras ella prestaba atención a esta entrevista. “Ve juega un chin y luego continúa contando tu experiencia”, se le dijo. “No, lo primero es el deber”, respondió como una adulta.
Su respuesta dolió. Se nota que está acostumbrada a sacrificar su inocencia, su infancia, su niñez, todo… para cumplir con “su deber”. Había que ver esos ojos aguados, guardando una fortaleza que no existía. ¡Es una niña! Sí, una menor de edad que, con unos pantalones verdes a la rodilla, una blusita con estampados de colores, unos tenis negros bajitos y con su pelo crespo atado a una cola se sienta atenta a responder sin saber que, de enterarse esa familia donde “trabaja” que ella está dando estas informaciones, podría ser “despedida”. Habla como si su historia sirviera de inspiración a otras muchachitas.
“Yo le digo a una amiguita mía que se deje de estar ‘loquiando’ y se ponga a trabajar o a estudiar”. Penosamente, ella le ha dado prioridad a lo primero. Ahora es que está cursando el segundo de primaria, porque su anhelo es complacer a esa familia que "tan bien la trata".
No sacaba tiempo para estudiar porque “tenía muchos oficios”
“Se lo puedo decir yo, esa muchachita llegó a esa casa una pipiolita. Tenía nueve años y algo, y ya había trabajado en otra casa de familia. Al principio la ponían hacer cosas sencillas, pero ella misma cogía y se ponía en el fregadero encima de un banquito y fregaba una tienda de traste…”. Eso dice la persona que permitió que LISTÍN DIARIO diera a conocer esta historia, reflejo de tantas otras que involucran a menores de edad en el trabajo infantil.
La necesidad de las familias de los menores de edad que salen a trabajar puede que sea descomunal, pero nada justifica el que un niño o una niña deje de estudiar para realizar labores que están muy por encima de su capacidad física y de sus años. En este caso, la entrevistada está clara: “Yo sé que soy chiquita para trabajar, pero ya estoy acostumbrada, y me gusta. Cuando no hay nada qué hacer, friego hasta lo que está limpio y la doña me dice que deje eso, que descanse”. Lo cuenta segura de que le están haciendo un “gran favor”.
Admite que hay una señora que es la que hace el trabajo pesado. Se trata de quien sustituyó a la persona que acercó a este medio a la niña. “Ella es la que cocina, brilla, descurte y lava las sábanas, toallas y ropa delicada. Yo lavo algunas cositas, la ropa mía y así. Lo que más hago es fregar, limpiar, barrer los patios. Digo, ella barre mucho también”. Al dar estos detalles va enumerando sus tareas domésticas con sus manitas, y con su carita redondita y tierna deja ver la satisfacción que siente porque “va suave”.
Al parecer es así. Donde trabajaba con apenas nueve años, se acostaba tarde fregando y dejando la cocina “sin un reguerito”. “Por eso fue que me fui, me estaban explotando. Pero ahora ahora no. Ahí me tratan con cariño, me compran mi ropa, mis libros y cuadernos, y hasta me sacan a pasear a veces”. Está claro que el “mejor salario” que le dan a esta niña en esa casa es el cariño. Lo mencionó en todo momento. Lo que ella no sabe es que tal vez no es el suficiente como para liberarla de ese pesado trabajo con el que no puede cargar una niña como ella. Su madre y un hermanito viven en el Sur.
"Todos la quieren"
Ya estaba intranquila, y era necesario dejarla que disfrutara ese momento divertido que pocas veces puede aprovechar. Solo lo hace cuando viene con esta señora que asegura quererla como si fuera suya, y mientras está de visita no le permite hacer oficio. “Ellos me dejan que la traiga de vez en cuando porque confían en mí. Duré mucho tiempo trabajando con ellos, son buenos, pero la salud no me permitía seguir. Y mire, es verdad que tratan bien a la muchachita, pero es que no es justo que las niñas trabajen, y menos en casa de familia”.
La niña prestaba atención a sus palabras y antes de irse a jugar solo dijo: “A mí me quiere todo el mundo, yo no soy contestadora, solo me gusta trabajar”. En efecto lo hace, no le dan dinero por su labor. Como paga recibe “todo lo que necesita”. Lo dice sin saber que lo que verdaderamente necesita es dejar de trabajar y dedicarse a estudiar.