Se sintió muy preocupada y al mismo tiempo avergonzada cuando su hija llegó a la casa con la cabeza llena de piojos. Eso incidió para declinar una visita al médico y llevarse del mal consejo de una vecina que le sugirió como remedio ponerle a la niña de tres años una combinación de gasolina y veneno para hormigas.

Hoy la atribulada madre recorre un camino tortuoso para mitigar las graves secuelas que ha dejado en su hija, algunas permanentes, una práctica muy común entre los dominicanos: la automedicación.

El probable que a la niña no le crezca el pelo en el 30% de su cabeza, aunque los médicos que la atienden en el Instituto Dermatológico y Cirugía de Piel “Dr. Huberto Bogaert Díaz”, tratan de que sea menor el daño por el proceso infeccioso-inflamatorio que desarrolló.