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RELATO

Penélope “la verdadera”

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Maritza Silverio PozoSanto Domingo

En un país dulce como la miel, donde nace la rosa de Bayahíbe, se oye el sonido de la Cigua Palmera y crece en todo su esplendor la Swietenia Mahagoni también conocido como el árbol de la Caoba, nació a mediados del mes de las flores la tan mencionada Penélope. Su llegada fue un tanto inesperada, pues el tiempo hizo volar las hojas con tal rapidez que podría decirse que pasó volando. No siempre estuvo sentada en el puerto, también la vieron acomodarse en uno de los bancos del parque toda ataviada con un vestido colorido y hermoso maquillaje. Otras veces estuvo observando el panorama a través de la ventana de su casa que daba a la calle, para ver si por fin regresaba. Su mirada había salido de fiesta y se había perdido detrás de las manecillas del reloj. Quizás estaba en aquella esquina penumbrosa con un cigarro en la mano o de rodillas ante el creador frente a la cruz dentro del templo. ¿Quién sabe?

Algunos afirman que la vieron despedirse rodeada de caballos marinos envuelta en las olas blancas que contrastan con el azul intenso del mar. Otros no la mencionan porque solo recuerdan que se marchó y a su barco le llamó libertad.

Yo la he visto en los semáforos con su prole a lluvia, sol y sereno. La veo caminar por las mañanas asegurando su cartera apresurada, yendo a su centro de labores, sabiendo que al caer la tarde debe continuar la faena; poniéndose el pantalón por debajo de la falda sin que al llegar a la casa le toque un “Tiempo fuera”. Porque se transforma por las noches en la real.

Persistente, quejumbrosa y solitaria con una máscara fingida de alegría efímera que le acompaña para transformar su rostro según la circunstancia. Altruista, autosuficiente y audaz, capaz de convertir la resta en multiplicación. Tan astuta que al llegar a la tan mencionada casa del terror y darse cuenta que el dinero no le alcanza para el mes, hace malabares y alpinismo logrando ajustarlo para conseguir todo lo necesario.

En ocasiones se ve impactada por el rumor de que por fin lo ha encontrado. Y se sorprende al ver una sombra alejarse producto de una tentación no consumada. Su mente guarda los registros de todos los momentos de infortunio que ha vivido. Las noches en vela y las lágrimas derramadas.

Sólo Dios sabe lo que ha significado sobrevivir para ella. Porque a pesar de perder su corazón entre las olas del mar una noche oscura, sus ojos vieron brillar el sol resplandeciente en el amanecer de su último día.

Maritza Silverio Pozo

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