MENUDO
Mi recuerdo de Orlando Gil: analista político y poeta
A Orlando Gil le quise conocer cuando el 20 de agosto de 1973 publicó en Última Hora un artículo aludiendo a un reportaje que, sobre la niñez desvalida en la capital, escribí en El Caribe. Era mi época dedicada a reportajes de denuncia social que se convirtieron en el punto de partida de nuestra amistad. Fue por WhatsApp que supe por él mismo que sufría de cáncer de próstata. Dos o tres días antes de su partida marcaba un ‘Me gusta’ en la recomendación de un libro en mi IG. Y yo en su IG, donde él llevaba varios meses publicando únicamente citas bíblicas o de carácter espiritual.
Su autoexilio: era el tercero en una lista
Con sus análisis políticos, ya en 1975 Orlando Gil provocaba reacciones negativas en un círculo de individuos de poder. Le anotaron en una lista de tres personas con un objetivo: asesinarlos. Lo supo por un amigo en posición de enterarse. El primero en caer fue Orlando Martínez: 17 de marzo de 1975. Recuerdo que al día siguiente fue él quien me acompañó a llevar una flor al lugar del crimen. Los dos Orlando a menudo compartían tiempo libre. Ante este crimen, y habiendo sido avisado, preparó con urgencia su exilio en Madrid. Llevó consigo su máquina portátil de escribir. Nada podía impedirle seguir escribiendo sus opiniones.
Poeta del amor y el desamor, y la belleza…
Quien leía a Orlando Gil observaba en sus columnas con cuánto conocimiento de causa analizaba la situación política en el país. Sus lectores no podían imaginar que había otro Orlando, un Orlando soñador que escribía poesía. Y prueba de ello son sus libros de poemas, donde fluían el amor y el desamor, y la belleza. Descansa en paz, Orlando. Mis hijos y yo te echaremos de menos.
Mario Rivadulla: espíritu de ayuda social
Desde que llegó de Cuba, Mario Rivadulla se integró como un dominicano más, dedicado de lleno al trabajo en la radio y la televisión, luchando por la libertad de ideas y los derechos humanos. Al igual que con Orlando Gil, un artículo escrito por mí en El Caribe a mediados de la década del 70 fue el instrumento que me permitió conocerlo. Era un reportaje de mi visita al barrio marginado que entonces se llamaba El Hoyo de Chulín, en el cual yo enfatizaba la situación de un muchacho que me sirvió de cicerone en el lugar de escarpados caminos. En esta ocasión fue Mario Rivadulla quien se me acercó, porque quería conocer a este chico de apellido Lucía. Y se dedicó con empeño a conseguirle un mejor nivel de vida y educación mediante una beca que logró le concediera el colegio adventista en Sonador. Como esa, serían muchas las intervenciones de Rivadulla a favor de los desamparados de las cuales pocas personas habrían de enterarse. Descanse en paz.