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DESARROLLO COMUNITARIO

Museo Maguá: viva expresión de la cultura taína en Ojo de Agua, Salcedo

Es el sueño de un joven, Juan Peña, que empezó a forjarse cuando apenas tenía 10 años. Inaugurado en noviembre de 2021, el museo comunitario está asentado sobre un yacimiento arqueológico aún sin excavar.

Fachada del Museo, en Ojo de Agua, Salcedo. © Raúl Asencio

Fachada del Museo, en Ojo de Agua, Salcedo. © Raúl Asencio

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Yaniris LópezSalcedo, Hermanas Mirabal

¿Qué influencia tuvieron los mayas en la cultura aborigen de Quisqueya? ¿Cómo vivían, qué comían y cómo estaban organizados los taínos que habitaban el cacicazgo de Maguá, al noreste de la isla? ¿Qué hallazgos arqueológicos dan testimonio de su legado? ¿Siguen vivas algunas de sus costumbres y supersticiones?

Las respuestas a todas estas inquietudes se encuentran en la modesta casa que alberga el Museo Taíno Maguá, en la comunidad de Ojo de Agua, Salcedo (provincia Hermanas Mirabal), una modestia que contrasta con el rico contenido cultural de su interior y el apacible ambiente de campo que la rodea. Inaugurado el 29 de noviembre de 2021, es un museo comunitario asentado sobre un yacimiento arqueológico aún sin excavar. El recorrido por las seis salas toma su tiempo porque cada objeto, lámina o dibujo cuenta una historia sobre nuestros aborígenes que el joven Juan Peña, director y fundador del Museo, se encarga de explicar con la paciencia, la pasión y el conocimiento que le han dado más de 20 años de exploración e investigación. Su colección alcanza las tres mil piezas e incluye morteros ceremoniales y para triturar tubérculos, orejeras, cemíes, sellos de alfarería, piedras sílex (usadas como cuchillos y para hacer fuego), cinceles, puntas de flechas, restos de caracoles, fragmentos de platos y postizas, piezas de collares, lechuzas, macos y búhos, un trigonolito y figuras amorfas y antropomorfas que representan la alfarería del Maguá y sus influencias. Peña explica que la variedad de piedras usadas para elaborar muchos de estos utensilios, incluyendo piezas de origen saladoide, confirma el flujo migratorio que hubo en el cacicazgo que abarcaba desde La Vega hasta cayo Samaná y era gobernado por el cacique Guarionex. Todas las piezas en exhibición fueron encontradas en los alrededores de la casa museo. Igual de sorprendentes son las réplicas de nasa (utensilio de pesca), atarraya, hachas, batea, canoa, cibucán (exprimidor), macana (arma de guerra) y la cesta de madera tejida con bejuco (usada para atrapar aves y pequeños mamíferos) hechas por artesanos locales usando las mismas técnicas de los aborígenes. “El barro bien quemado pasan los años y no corroe. Los taínos lo trabajaban bien. Eran artistas finos”, dice Juan. Varias reproducciones de dibujos fechados en el siglo XVI muestran las costumbres precolombinas de los habitantes de la isla, el origen de los diferentes grupos étnicos que poblaban la región y todos los aspectos de su vida diaria: gastronomía, vestimenta, religiosidad, arte, trabajo y diversión. ¿Cómo se armó toda esta expresión viva de la cultura taína? UN SUEÑO QUE EMPEZÓ A GESTARSE CUANDO JUAN TENÍA 10 AÑOS

Estudiante de término de Filosofía y Letras, ‘hijo’ de los talleres literarios, gestor cultural y campesino, Juan Peña creció en una comunidad y en una provincia donde la cultura se consume y se aprende “de forma natural”. Su abuela lo mandó un día a quitar yerbas al patio (a un costado de lo que es hoy la casa museo) y ahí encontró su primera “carita de los indios”. Tenía unos 10 años. Siguió encontrando más piezas junto a sus amiguitos, aunque solo él y su primo Álex González las conservaban. Y así como crecía la colección también crecía su interés por la Arqueología y la cultura aborigen. “Crecimos leyendo y escuchando que los indios (taínos) vivían aquí. Era un tema común. Que si una pieza se te cae los indios se la llevan. Todos los muchachos las buscaban pero el único que las guardaba era yo”, rememora Juan. Del valor de su pequeña colección se dio cuenta a los 17 años, cuando visitó la Feria del Libro en Santo Domingo y compró los libros de Arqueología de Marcio Veloz Maggiolo, a quien considera su “papá” en el tema. Al ver las fotos Juan exclamó: “¡Pero esas piezas las dejé yo arriba y abajo de una mata de cacao!” Las veía y no entendía el concepto, admite. Pero la experiencia cambió su vida. “Cuando llego de Santo Domingo me levanto temprano, arranco para el conuco y ahí comencé a colectar y a guardar. Me decían que estaba loco, por guardar las piedras”. Era un adolescente y ya Juan tenía claro que su sueño era montar un museo en aquel lugar, donde incluso había soñado que encontraba una botija. “Yo dormía aquí donde estamos –dice Juan a Listín Diario en un momento del recorrido por el museo-. Esta era mi habitación. Yo me crié aquí, mi abuela vivía aquí. Esta casa es de mis bisabuelos por parte materna”. La casa fue donada para el museo por la familia Pichardo Santana. Les tomó ocho años restaurarla, debido a la falta de recursos. En esta tarea de remozamiento recibieron la ayuda de los internos de la reforma carcelaria de Salcedo y del Liceo Científico Miguel Canela Lázaro. “La restauración se hizo respetando todo lo que tiene que ver con la estructura de la casa, y se le pusieron los colores originales”. En todo el proceso contó con el apoyo de la Oficina Técnica Provincial y el Consejo Provincial por la Cultura y las Bellas Artes de la provincia Hermanas Mirabal. En la museografía, los especialistas Leonado Nin, Luciano Bertozzo, Carlos Burgos, Edwin Urbano, Carlos Andújar y Ana Conde aportaron un granito de arena para que todo estuviera correctamente estructurado. Toda la estancia, casa y patio, abarca seis tareas. ¿DESEA AYUDAR? Ahora con 31 años y este primer sueño cumplido, Juan anhela que el Museo Maguá sea sostenible en el tiempo y se convierta en una referencia cultural de la provincia Hermanas Mirabal. “Mi sueño es que el museo tenga estabilidad, que tenga sus empleados. Ahora mismo yo soy el guía, el que barre, el que hace las investigaciones, el que hace todo”. Además de las visitas guiadas, el museo imparte talleres sobre elaboración de casabe (dirigido especialmente a niños y estudiantes) y sobre manejo del guano. “Esto es una experiencia maravillosa”, dice la artista visual y vicepresidenta del Consejo Provincial por la Cultura y las Bellas Artes de Hermanas Mirabal, Yineida Fernández. “Que las escuelas asuman vivir la experiencia desde la verdad, enseñar a los niños a conocer nuestra historia es una maravilla, un lujo. En el lugar hay una magia diferente; se siente amor porque es un museo hecho con amor, porque Juan es un joven con un corazón grande”, comenta Fernández. Las puertas del museo están abiertas a todos los que deseen colaborar, ya sea impartiendo talleres sobre la cultura taína, ofreciendo asesorías o aportando recursos y materiales para el mantenimiento del lugar, para los talleres y para terminar la cocina, que está en proceso de restauración.

“LA CULTURA TAÍNA ESTÁ MÁS PRESENTE DE LO QUE SE PIENSA”

Para Luciano Bertozzo, coordinador de la Oficina Técnica Provincial, el museo Maguá va a contribuir a rescatar aspectos de la cultura dominicana que se tenían olvidados.

Considera que además de dinamizar la zona, el museo va a promover el concepto que está resurgiendo poco a nivel nacional sobre la conciencia de raíces que se habían negado o perdido. “Se dijo que los taínos habían desaparecido y luego se supo que hasta un 4 por ciento de los genes de los dominicanos son taínos. Y resulta que muchas de las palabras que usamos son taínas también; y que muchas de las cosas que estamos comiendo son taínas. Y también parece que muchos hasta parecen taínos, con facciones que no son ni españolas ni africanas; es decir, la cultura taína está más presente de lo que se piensa. La genética taína, los taínos no desaparecieron, se cruzaron con las demás poblaciones. ¿Que fueron explotados? Sí. ¿Qué los mataron? Sí. Pero en gran medida se mezclaron”.

Bertozzo expresa que hay muchas cosas todavía por descubrir y que se irán descubriendo poco a poco sobre la cultura taína. “Yo no sabía que aquí había una influencia centroamericana, maya. Es interesantísimo pues no se pensaba que los mayas podían navegar cruzando el Caribe y sí lo podían hacer. Por desconocimiento se ha querido descalificar la capacidad de navegación maya y ellos sabían navegar, y lejos; sabían comercializar, y lejos. Por eso tenemos maíz aquí. También descubrí por qué la gente le tiene pavor al sapo y a la rana, pero eso viene de los taínos, porque ellos los consideraban algo malo, de la noche, del mal. No me lo explicaba porque en otros países no es así. Impresionante”.

Señala que, en los próximos años, el Museo Maguá será una contribución a un redescubrimiento de aspectos culturales que se habían perdido “y ojalá que se asocie inclusive a nuevos descubrimientos arqueológicos que puedan genera todavía más conocimiento”.

DE INTERÉS Horario. El Museo Maguá abre de miércoles a domingos de 10:00 de la mañana a 4:00 de la tarde. Entrada. Adultos 100 pesos y niños 25. Los talleres se pagan aparte porque hay que gestionar los productos. Es un pago simbólico que sirve para el mantenimiento del lugar, pues el museo no cuenta con otros recursos. Lugar. Está ubicado en la carretera de Ojo de Agua, comunidad de Jayabo, a unos seis kilómetros del centro de la ciudad de Salcedo. Contacto: 849.750.3171 y maguamuseo@gmail.com

Juan Peña: El barro bien quemado pasan los años y no corroe. Los taínos lo trabajaban bien. Eran artistas finos.  Raúl Asencio

Réplica de una canoa en la cocina del museo. Estas se elaboraban de un solo árbol, quemado y raspado, con hachas de piedra.  Raúl Asencio

Juan Peña es estudiante de término de Filosofía y Letras, hijo de los talleres literarios y gestor cultural.  Raúl Asencio

Todas las piezas que se exhiben fueron encontradas en la superficie, en los alrededores del museo.  Raúl Asencio.

Juan anhela que el Museo Maguá sea sostenible en el tiempo y se convierta en una referencia cultural de la provincia Hermanas Mirabal.  Raúl Asencio.

La Oficina Técnica colaboró en la restauración y museografía del Museo Maguá.  Raúl Asencio

La casa, que pertenecía al bisabuelo de Juan, fue donada para el museo por la familia Pichardo Santana.  Yaniris López

Los gemelos, una valiosa pieza de la colección del museo que representa la dualidad y el balance en la concepción taína de la hermandad, el aguaitiao, que significa hacer del otro uno mismo.  Yaniris López

Esto es una experiencia maravillosa, dice sobre el museo la artista visual y vicepresidenta del Consejo Provincial por la Cultura y las Bellas Artes de Hermanas Mirabal, Yineida Fernández.  Yaniris López

Réplica de una nasa, usada en la pesca de crustáceos y peces. Originalmente se elaboraba de astillas de cañabrava, tejida con algodón.  Yaniris López

Antes y después de la restauración.  Museo Maguá y Raúl Asencio.

Los internos de la cárcel Juana Núñez y estudiantes y profesores del Liceo Científico del municipio colaboraron en la restauración de la casa.  Museo Maguá

El artesano Jesús Coronado (Chu) hizo las réplicas del cibucán y de la batea. Ahí es donde vamos viendo que la tradición está viva, que fue pasando de generación en generación y que ellos saben la técnica, asegura Juan.  Museo Maguá.

Todas las piezas que se exhiben fueron encontradas en la superficie.  Raúl Asencio

Además de las visitas guiadas, el museo imparte talleres sobre elaboración de casabe (dirigido especialmente a niños y estudiantes) y sobre manejo del guano.   Museo Maguá

Las hachas petaloides (parecen pétalos) fueron montadas por el artesano Edwin Urbano.  Raúl Asencio

Crecimos leyendo y escuchando que los indios (taínos) vivían aquí. Era un tema común, rememora Juan.   Raúl Asencio

La macana era el arma de guerra que usaban nuestros aborígenes. La palabra significa muerte. Los españoles le temían mucho, dice Juan.  Raúl Asencio

En el patio del Museo Maguá hay mango, carambolas, algodón, níspero, guanábana, caimito, jagua, peras, cacao bolito (pequeño, el primero que llegó a la isla) y otros árboles frutales y tubérculos.  Yaniris López