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FÁBULAS EN ALTA VOZ

El Covid aún intimida

Marta Quéliz

Marta Quéliz

Ella está encerrada en un cuarto que comparte con otra persona también infectada con el virus del Covid. De por sí, es una mujer reservada, pero nunca pensé que formar parte de los miles de dominicanos tocados por el odiado coronavirus la pondrían en una posición que ni en los grupos escribe. ¿Será que cree que esto se pega virtualmente? No me sorprendería si así fuera porque en cualquiera de sus variantes esta enfermedad “guarda un secreto” en lo que tiene que ver con su transmisión y, desde mi punto de vista, aún intimida.

¿El virus también enmudece?

No se sabe, pero a juzgar por este caso en particular, parece que sí. Les cuento que sabiendo yo que está en un cuarto cerrada, aislada, en cuarentena, guardando el debido reposo, siendo responsable..., siento que se comporta como si anduviera haciendo sus tantas diligencias, de esas que por su forma discreta de ser a veces no sabemos de qué se tratan. Sé que algunos dirán: pero ¿y por qué este tema viene a cuento? Sencilla la respuesta. Lo escogí porque tengo tantas incógnitas en mi cabeza respecto a este virus que sigue intimidando a muchos. Y quiero saber si es que refuerza nuestra forma de ser. Si es que ahora, esa persona callada, reservada… el Covid le ha maniatado la lengua para hablar y los dedos para escribir. Señores, esto es serio, tanto que decidí visitar una ciudad fabulosa a ver si encuentro a alguien que me dé luz sobre el comportamiento de Altagracia.

Con prueba en manos

Llegué al lugar, y en efecto, me enteré de que en todas partes el Covid es igual. Hay quienes son un tanto odiosos y redoblan su odiosidad; quienes tienden a ser callados y una vez afectados no hay quién le saque una palabra; quienes son divertidos y se lo toman a chercha; a quienes todo les molesta y el virus los pone más rebeldes. En buen dominicano, “no caben con nadie”. Es algo raro, muy extraño, que hasta en la ciudad fabulosa está causando estragos. Altagracia es una víctima de esto, no importa cuán profundo sea su silencio, ella deja saber que el Covid la ha intimidado más de la cuenta. Aunque está acompañada con esa persona, que no es distinta a ella, esas cuatro paredes con las que protegen a su familia de la infección, sé que guardan muchas lágrimas, el sudor intenso de las fiebres que provoca el coronavirus y más que todo, la impotencia de no poder salir a cocinar las grandes cantidades de alimentos que prepara para todo el que la visite, como ella dice (una ‘jartación’). Espero que una vez salga el Covid de su cuerpo, no se lleve consigo el “chin” de soltura que ha conseguido con los años, porque a decir verdad, esto la ha intimidado.

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