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COSAS DE DIOS

La generación de cristal

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Alicia EstévezSanto Domingo, RD

Escucho el llanto a través del teléfono. “Mami”, dice él. Ella responde: “Dime, hijo”. Y el niño, de doce años, solloza y suelta la retahíla de quejas. “Siempre hace la misma crisis”, explica la madre, que lo asume con paciencia. El angustioso estallido se debe a un apagón, porque, pese a que viven en un sector ubicado dentro del programa 24 horas, ocurren cortes de energía de vez en cuando, y este jovencito “no sabe qué hacer con su tiempo”, le dice a su mamá.

Sin el celular Ella le sugiere jugar con el perro, con su pelota, leer un libro o dormir una siesta, pero él no presta atención, continúa inconsolable, está roto, como si fuera de cristal. Así de frágil es su generación. A los jóvenes y niños de hoy, si les quitas la tecnología, los dejas huérfanos, incapaces de tomar una iniciativa diferente para pasar el rato. Se desesperan y todo les parece poco, aburrido, cuando de la ecuación desaparece su teléfono celular con servicio de internet. Como se ha dicho mucho, el uso continuo de este aparato ha ido en detrimento de la creatividad de los más jóvenes.

Si cambia el panorama Por ejemplo, este chico, con una inteligencia por encima del promedio, sano y conversador, no funciona sin tecnología. Esto preocupa a su madre, pues, en pocos años, deberá tomar su camino y ¿si la vida le cambia el panorama?, si resulta más difícil y complicado de lo esperado, ¿qué hará? Antes de que fuera testigo de su desolación, hablaba, precisamente, con Juan Salazar, un compañero periodista, de lo mal que toleran los jóvenes de hoy las frustraciones. De hecho, fue Juan quien me sugirió el título de esta columna, “La generación de cristal”. Que refiere a esa fragilidad, señalada por muchos psicólogos, y que se ha puesto en evidencia durante esta pandemia de coronavirus, en la que tantos hijos han colapsado, mientras sus padres continúan en pie, luchando. Debe ser porque nuestras infancias y juventud fueron distintas.

Tan fácil Cuando se iba la luz, nos reuníamos a jugar, cantar y narrar historias, el momento era tan mágico que, a algunos niños, nos encantaban los apagones largos. Lo que no impedía que aplaudiéramos cuando llegaba la luz, éramos flexibles, adaptables ante una realidad, a veces hostil, que, no obstante, no lograba rompernos casi nunca. Les voy a contar lo que hizo Miguel Ángel Bezos a los 16 años, cuando debió hacerse cargo de sí mismo, luego que Fidel Castro tomara el poder en Cuba y las propiedades de sus padres fuesen expropiadas por el Estado.

Miguel Bezos Ese muchachito rico fue enviado solo a Nueva York, donde lo alcanzarían sus padres. Vivió tres meses en un campo de refugiados, la comunicación entre Cuba y Estados Unidos se cortó, de ahí que la llegada de su familia tardó años. Él decidió estudiar. Terminó el bachillerato e intentó trabajar, pero la experiencia fue tan dura que optó por una beca y se matriculó en la universidad. Allí conoció a una madre divorciada, se casó con ella y adoptó a su hijo, que hoy se llama Jef Bezos, el fundador de Amazon, quien ha ocupado, varias veces, el puesto del hombre más rico del mundo. Miguel Bezos, que se graduó de ingeniero, aportó a Jef el primer capital para crear Amazon. Hoy, una estrella, en el nuevo Museo de los Emigrantes, en la estatua de la Libertad, está dedicada a él.

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