La Vida

COSAS DE DIOS

Las salas vacías

Alicia EstévezSanto Domingo, RD

No acostumbro a espiar a mis vecinos de edificio. Al margen de lo que puedan contar ellos mismos en las reuniones de condómines, desconozco los pormenores de sus vidas. Partiendo de esto, como habrá de suponer, tampoco estoy pendiente de los vecinos más lejanos, los de la misma cuadra. Sobre ellos, ¡ni idea!, no sé nada sobre lo que hacen. No obstante, un detalle ha despertado mi interés con relación al apartamento de la torre de al lado, cuya sala está situada frente a la ventana de mi cuarto, donde paso más tiempo que antes debido a la pandemia.

No coinciden Desde mi escritorio, puedo ver la sala de ese hogar, compuesto por uno o dos adolescentes y sus padres, realmente no sé, no estoy segura del número de miembros de la familia, nunca los he visto juntos, ni en la mañana ni en las noches. Lo que está llamado a ser su punto de encuentro, por lo general, permanece vacío, tan distinto a un salón similar que recuerdo mucho, el de la casa donde pasé mi infancia.

Mis recuerdos La imagen mental que más refiere a mi familia reunida no es almorzando en el comedor, sino sentados ante la televisión, viendo novelas y películas. Cada quien tenía un lugar: mi papá, su sillón, que nadie osaba ocupar; mi mamá, el sofá, donde iban a sentarse, junto a ella, mis hermanos, y yo, que, siendo la más pequeña, debía conformarme, muchas veces, con el piso porque había otro sillón individual cuya mala ubicación dificultaba apreciar lo que ocurría en la pantalla. Así que, si algún vecino hubiese tenido una ventana que diera a nuestra sala, la habría visto, todas las noches, ocupada por la familia casi al completo o completa, dependiendo del programa. Allí coincidíamos y hablábamos de lo que veíamos.

Las de hoy En la sala de mis vecinos, por el contrario, la familia completa, que yo pueda atestiguar, nunca se reúne. En las noches, cuando nosotros nos encontrábamos, es cuando más solitaria luce la sala que observo desde mi ventana. Encienden una lámpara, y veo un lugar equipado con un televisor plasma enorme, toma casi toda la pared, pero, escasas veces, alguien se sienta a disfrutarlo y, cuando lo hace, se trata de una persona solitaria, uno de los padres o de los hijos, sin compañía, que se queda allí sin tener con quien discutir sobre el programa que ve.

La mía, también Desde mi habitación, cuando llego del trabajo, curioseo hacia esa sala siempre vacía y me pregunto, ¿dónde andarán los miembros de la familia que vive ahí? Una de esas veces, se me ocurrió, de pronto, que deben estar cada uno en su cuarto, como yo y mis hijos. Tampoco nosotros nos reunimos en la noche, esa tradición se perdió, también, en mi familia, cada uno anda en su habitación y mi sala, como la de mis vecinos, está vacía, ¿alguien lo habrá notado?

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