REALIDAD Y FANTASÍA
Las vacunas
Cuando decidí ponerme la tercera dosis de la vacuna contra el Covid, Emma puso el grito en el cielo, me reprochó el que exagerara y me esgrimió no sé cuántos argumentos en contra de tantos pinchazos.
Le expliqué con mucha paciencia que estaba probado lo del refuerzo y que no me iba a pasar nada, no tendría reacción adversa y estaría más defendida para evitar la traicionera enfermedad.
A mi abnegada cocinera no la convencieron mis argumentos, pero se resignó, advirtiéndome que estaba dispuesta a cuidarme cuando se presentara la reacción a la inyección.
Al ver que nada me pasó y que la familia entera se puso la tercera dosis, a mi factótum no le quedó más remedio que acudir al dispensario cerca de casa y someterse al pinchazo.
Con la advertencia de que se requiere mostrar el certificado de vacunación para entrar a los establecimientos comerciales, restaurantes y hasta en el trasporte, Emma se apresuró a plastificar su certificado para que no se le estropee.
Ahora se ha vuelto una eficaz propagandista de la tercera dosis, lo único que le falta es meterse a voluntaria para aplicar la vacuna.
Siempre le ha gustado estar al día en materia de enfermedades y medicinas, así fue con el dengue, la chikungunya y todos los demás virus que, a lo largo de estos tiempos, nos han martirizado.
Se empapa muy bien de la enfermedad y sus curas, a través de la radio y los periódicos, tiene dudas a veces, como ocurrió con la tercera dosis, pero cuando se convence, no hay publicidad que rivalice con mi querida cocinera y su eficacia es ¡a prueba de fuego!