COSAS DE DIOS
Dios bendiga a ese...
¿Cómo le va en el tráfico de la ciudad? ¿Qué tal la vuelta a clases? ¿Y la apertura? ¿Le alegra que volvamos a juntarnos? ¿Sí? A mí también. Pero lo único que extraño del confinamiento son las calles despejadas y el tránsito fluido. Ahora que, afortunadamente, estamos de vuelta a los trabajos y las escuelas, también han regresado los tapones pero, como muchas cosas después de la pandemia, más complicados.
En segundos
¿No lo nota? Estamos más acelerados e intolerantes que nunca. En segundos, puedes sufrir atropellos, insultos y agresiones. Hay gente que te cierra el paso, se mete en vía contraria, se atraviesa de derecha a izquierda, se roba el semáforo en rojo, no avanza ante la luz verde, bloquea los pasos a desnivel y los túneles y, además, te insulta o te mira desafiante, algunos han llegado a materializar agresiones.
La factura
Hace poco observé videos de conductores peleando en medio de la calle, golpeándose entre ellos y uno dañando el vehículo del otro. También, he sido testigo de un número récord de pequeños accidentes de tránsito, en las principales avenidas de la ciudad. La tensión de estos últimos dos años nos está cobrando factura y eso se ve, más que en ningún otro lugar, en las calles. Como ya no podemos seguir en casa, ¿qué hacemos? Una hermana de la iglesia me sugirió su método, lo estoy aplicando.
El método
En lugar de gritar, maldecir o discutir, mi amiga bendice a los otros conductores. Funciona. Me contó que un chofer estaba exaltado, gritándole, y ella bajó el cristal de su vehículo y le dijo: “Dios lo bendiga”. El hombre, tan ocupado en pelear, no la escuchó, y le preguntó desafiante: “¿Qué dijo usted?”. Ella repitió: “Que Dios lo bendiga”. Mi amiga cuenta que este señor se trasformó. Le dio las gracias y le dijo: “Señora, perdóneme, a uno se le mete el diablo andando en la calle”. Tiene razón.
Usted complete
De manera que, desde entonces, estoy bendiciendo, con gran esfuerzo, la verdad, a los motoristas, los carros de concho, las patanas repletas de materiales que circulan por calles estrechas, las guaguas, las jeepetas de lujo, todos los que ponen a prueba mi salud cardíaca. A veces, se me hace muy difícil, ante faltas graves que amenazan mi vida y las de los que me acompañan. En esos casos, mi amiga me confió que, también, tiene una fórmula. Dice: “Dios bendiga a ese…”. Usted complete. Igual recibe su bendición.