COSAS DE DIOS

Mucho gusto, yo vivo en ti

Somos amigas desde hace 43 años, pero me sorprende cada vez que hablamos. Río con sus ocurrencias, admiro sus iniciativas, ha hecho dos maestrías, publicado varios libros y diseñado un proyecto súper ambicioso. Su mente no para, analiza, evalúa y aprende de todo lo que le ocurre en la vida. Y, como su cuerpo le regala sorpresas, ella ha sacado una conclusión, “no lo conozco”, me dijo, “no conozco mi cuerpo”. Debí reconocer que yo tampoco conozco el mío, aunque llevamos juntos varias décadas.

Un hábitat misterioso

Moramos en un hábitat misterioso que no logramos ver completo por fuera y resulta un total enigma por dentro, hasta para los científicos. Más de una vez, debe haber escuchado la explicación de que en medicina dos más dos no son cuatro. Y es que los organismos responden de manera distinta a enfermedades y tratamientos, aunque nuestra estructura es idéntica.

En serie

Recuerdo cuánto me impresionó visitar las catacumbas de Lima, donde aún se conservan miles de restos óseos, y era como ser testigo de una producción en serie. Todos los cráneos, los fémures, manos y pies eran idénticos. Fue una gran lección, contemplar que entre los huesos de los nobles y los de sus criados, no había diferencia alguna. Un misterio, excepcional, el de la creación, porque pese a esa asombrosa similitud, como ya dije, nada es más impredecible que la reacción que tendrá un organismo ante cualquier estímulo.

Conversar con el cuerpo

Tan ignorantes somos, de lo que ocurre en nuestro cuerpo, que mi amiga se ha presentado al suyo. Le ha dicho, “mucho gusto, yo soy María”. Luego, entabla con él conversaciones del tipo, “¿Qué te pasa? Mira, voy a tomar tal cosa, espero que reacciones bien”. Yo me muero de la risa, con semejante ocurrencia, pero, al mismo tiempo, sé que cuando hablamos a las plantas, de manera cariñosa, estás crecen más. Así que, ¿quién sabe? En todo caso, más vale tratar bien este alojamiento de músculos y huesos.

Traidor

Pues, el cuerpo, a veces, nos traiciona, sobre todo, a medida que vamos envejeciendo, y cambia nuestra existencia de un día para el otro. Mi amiga dice que debemos convertirlo en un aliado, y a los aliados, como a los enemigos, digo yo, hay que conocerlos bien. Podemos empezar, como María, diciéndole, a la morada hermosa que Dios nos asignó para la permanencia temporal de nuestra alma, en este mundo, “Hola, mucho gusto, soy fulano de tal y vivo en ti”.

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