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REALIDAD Y FANTASÍA

Un romance en el fin del mundo

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María Cristina de CaríasSanto Domingo, RD

El viejo Alcázar de Colón también tiene una preciosa leyenda, alrededor del hijo del primer virrey de Indias. Aquel mundo fundado por los primeros colonos de estas tierras tiene un atractivo irresistible; es tan extraordinario que, visto quinientos años después, toma dimensiones de epopeya y cada uno de los hechos adquiere carácter de capítulo dramático y estelar.

En aquel ambiente de aventuras y descubrimientos portentosos, en donde se cruzaban descubridores y colonizadores en los salones del palacio en que su padre mantiene su corte virreinal, trascurren los años mozos de Don Luis Colón. Nacido en tierras de Indias, es uno de los personajes más atractivos e interesantes de aquella época alucinante. Se trataba del heredero del hijo del Descubridor; los honores y títulos de su padre, el primer virrey de Indias pasarían a poder del jovencito, quien, además, tenía un carácter vivaz y rebelde. Con las frecuentes ausencias de su padre, debido a los pleitos que sostenía con la corona de Castilla con respecto a la herencia de su ilustre progenitor, la madre mal pudo moldear el carácter del muchacho.

Mimado por los miembros de su entorno, todo se le debió permitir al hijo del virrey. Su famoso matrimonio con María de Orozco es el capítulo más romántico de los sucedidos en la efímera corte del primer virreinato debido a que se trasladó a tierra americanas el Código de las Siete partidas de Alfonso El Sabio. El mundo medieval que moría con el descubrimiento de América fue revivido en aquel episodio romántico por el audaz jovencito. Todo el mundo caballeresco que pobló la imaginación de las gentes durante cientos de años volvía de repente, irrumpiendo en aquella corte del fin del mundo.

Aprovechando la ausencia de las damas de la corte, Don Luis tomó la mano de su amada a través de una puerta y pronunciando las palabras prescritas en el Código de las siete Partidas: “Yo, Luis Colon, te tomo a ti, María de Orozco, como mi esposa”, a lo que la joven respondió: “Yo María de Orozco, te tomo a ti Luis Colon como mi esposo”. La pareja celebró una unión que, desafortunadamente, no se consumaría. Aquello solo aumenta la dimensión alucinante del episodio. Luis fue embarcado apresuradamente para España en donde contraería matrimonio con una encumbrada noble de la corte. María viajaría a su destino en Guatemala con la imagen del bello duque de Veragua grabada en su corazón. Talvez aquel episodio fue el hilo que la mantuvo con vida y preservó su cordura mientras era entregada en matrimonio a un voraz encomendero que bien podía ser su padre. La bella imagen del duquesito fue el talismán que preservó a María en medio de la floresta de Guatemala.

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