ZONA COLONIAL
Plaza Patriótica en Puerta de San Diego o Puerta de la Mar
En su entorno esperaban el cuadro de la Altagracia, pero ‘desapareció’ del arca
Si hace un mes me hubiesen preguntado dónde está la Plaza Patriótica, no hubiera tenido respuesta. La desconocía. Hasta que días atrás, cruzando con mi hijo Alexis por la puerta de la Atarazana en la Zona Colonial, deambulamos por la explanada paralela al río Ozama. Miro a la izquierda, ‘¡Allí hay dos bustos!’. Al acercarnos leo en el pedestal la identificación: Plaza Patriótica y debajo en cada uno su nombre respectivo: Almirante Juan Alejandro Acosta, fundador de la Marina de Guerra; Almirante José Padilla Ortiz, Contramaestre del Apostadero de Cartagena.
Deshacemos los pasos y, por el mismo paseo, nos dirigimos hacia la Puerta de San Diego. Tras un corto trecho cruzamos sobre un pequeño pontón con alguna tabla medio suelta, pasamos junto a bancos que ofrecen la oportunidad de un alto en el camino y, casi delante de la Puerta de San Diego ¡otro busto! Esta vez de Juan Pablo Duarte. También aquí dice Plaza Patriótica. Ahora sí entiendo lo del nombre. Por falta de un buen desagüe hay agua de lluvia hacia un rincón estancada y charcos bajo la puerta que formó parte del muro de la ciudad.
Levantada a mediados del siglo XVI y también conocida como Puerta de la Mar, lleva su nombre por el infante don Diego Colón. Es la única puerta ornamentada en la ciudad. En su fachada al río hay detalles platerescos y una decoración heráldica que ‘había quedado totalmente borrada, pero fue reconstruida en el año 1996’, según escribió mi madre, María Ugarte, en Fortificaciones coloniales de Santo Domingo.
Desaparición y aparición
En los primeros años del siglo XVI, venerando en Higüey la imagen de la Virgen de la Altagracia traída de España por los hermanos Trejo, el Arzobispo y el Cabildo catedralicio de Santo Domingo quisieron traer el cuadro a esta ciudad y enviaron a un prebendo a recogerlo. Colocado el cuadro en un arca y transportado por una barcaza custodiada por embarcaciones a remo, arribaron a la Ciudad Primada. En el entorno de la Puerta de San Diego esperaba una muchedumbre encabezada por autoridades. Abierta el arca, el prelado descubre que está vacía. La Virgen se desapareció del ‘arca adonde la traían cerrada con veneración y cuidado’, cuenta María Ugarte en Estampas Coloniales, y se apareció ‘al mismo tiempo en la iglesia de Higüey’. El cronista Luis Jerónimo Alcocer escribía que Dios Nuestro Señor no quería que saliera de aquella villa. Es uno de los tantos milagros de la Virgen de la Altagracia.